Por:
Kajkoj Máximo Ba Tiul
(Al Padre Ennio Bossú)
Llegó a las tierras de Tezulutlán. Una
región totalmente en resistencia contra el modelo económico y político impuesto
por los terratenientes, que se adueñaron de las tierras Q’eqchi, Poqomchi,
Ch’ol, Akalá, Lakandon. Llegó en medio
de un escenario de confrontación bélica y por eso fue testigo de múltiples
masacres, desapariciones y torturas. Propio de un sistema dictatorial y
contrainsurgente alimentado por la doctrina de seguridad nacional de los
Estados Unidos. Conoció el desaparecimiento y control de comunidades
enteras. Pudo elaborar un listado de
catequistas (hombres y mujeres) que fueron desparecidos uno a uno, por el
ejército, las patrullas de autodefensa civil y comisionados militares. Conoció tanto a víctimas como a
victimarios. A los victimarios siempre
osaba decirles “que le daban miedo” y a la victimas les decía “anden con
cuidado, porque por ser testigos de Dios los pueden matar”. Por eso pedía a los más jóvenes a no irse al
cuartel y a cambio que estudiaran y que sirvieran a la iglesia y a su pueblo.
Lo conocí, alrededor de 1985. Después de ese encuentro, nos hicimos grandes
amigos. Pasábamos mucho tiempo
platicando. Cuando iba a las comunidades
siempre me invitaba. Nuestras pláticas era sobre la cultura, el idioma,
historia de los pueblos, la guerra, el sufrimiento, etcétera. Muchas veces nos encontramos en las semanas
de pastoral. Recuerdo cuando discutíamos
la idea de “una iglesia en marcha, profética, indígena, liberadora”. Siempre hablábamos del papel profético de la
iglesia, nacido del Vaticano II, de Puebla, Medellín. Una iglesia que anuncia y denuncia.
Recuerdo cuando les exigía a los
catequistas a reflexionar, analizar y comprender la biblia, pero además les
decía, que el anuncio y la denuncia
debería de llegar en el propio idioma.
Por eso nunca le gustó la mediocridad.
Sufría cuando sabía de algún sacerdote o catequista que no actuaba
conforme los principios del evangelio.
“Recuerdo una vez que denunciaron en una reunión de catequistas, a un
catequista que era amante de la esposa de otro catequista, no solo le pidió que
renunciara, sino que también pidiera perdón a la comunidad y a todos los
catequistas”.
Decía, que un pastor (refiriéndose a
quienes se formaban para sacerdotes) tiene que hablar en Q’eqchi, en Poqomchi,
en Achi. No pueden estar al frente de su
comunidad si no le hablan a la gente en su idioma, desde su cultura, desde sus
símbolos y signos. Obligaba a recibir
cursos de idiomas a quienes se estaban preparando en los seminarios o en los
conventos de religiosos o religiosas.
Pero es más, decía, los indígenas
no deben perder su idioma y su cultura.
Por eso, creo que traducir la biblia en Q’eqchi y en Poqomchi, no era
solo para que, quienes están en la iglesia lean la biblia en los idiomas
indígenas, sino para que se fortalezca y
no se pierda el idioma. Contrario a lo
que propuso el Instituto Lingüistico de Verano, que tradujo la biblia, pero
para que los indígenas olvidaran su idioma.
Recuerdo que en la comunidad de Mexa awaj, me decía; “mira; cómo es
posible que hayan traducido cáliz como cristal.
Por eso decía, hay que traducir bien la biblia, para que juntos
apreciemos lo rico de los idiomas”.
Bueno, pero como olvidar la conmemoración
del Quinto Centenario de la Invasión a América.
1992, se inicia una nueva etapa para los pueblos originarios. Se esperaba que todos reconocieran su
existencia. El Padre Ennio con su visión
de amigo, acompañante y de una persona comprometida con los más pobres, nos
embarcó en un proceso impresionante. Por
un lado, se inicia con una repetidora de radio Tezulutlán en idioma poqomchi,
donde se transmitía no solo la misa, lo que la iglesia llama la “palabra de
Dios”, sino que también se trasladaban noticia y saludos a las comunidades, se
hablaba sobre lo que pasaba en la región, en el país y el mundo. Pero también se iniciaba una búsqueda o una
ruta para reconocer los orígenes del pueblo Poqomchi. Se inició un proceso de recopilación de
oraciones antiguas en poqomchi, pero también se programaron actividades, como
la romería que se hizo a Chuitinamit, Rabinal Baja Verapaz, antiguo
asentamiento del pueblo Poqomchi. En el
primer viaje, eran cientos de personas quienes llegaron, con sus velas, su pom,
su incienso. Fue un viaje impresionante
que dejó marcado la vida de todos quienes asistieron. Allí comienza un nuevo ciclo para la iglesia
de San Cristóbal y Santa Cruz, no era solo traducir, sino combinarlo con
historia, identidad, política.
Como olvidar, la formación de grupos
musicales en las comunidades. Facilitó
la compra de marimbas y otros instrumentos para que las comunidades comenzaran
a cantar las misas en los propios idiomas.
Exigía a todos a hablar bien el Poqomchi. Criticaba a los sacerdotes y a las monjas que
no hablaban ni siquiera una palabra en Poqomchi o Q’eqchi. Para vacaciones creaba escuela de Poqomchi para
los y las agentes de pastoral. Se reía
de los catequistas, delegados de la palabra, ministros de la comunión,
etcétera, que siendo indígenas, les costaba o no hablaban su idioma cuando se
dirigían al pueblo. Siempre les decía,
“ma’ ti kixwiq ta na’” (¿no tenés vergüenza?).
El padre Ennio, siempre salía con muchas
ideas, por eso también era un polifacético.
Otro instrumento importante que utilizó para estar con la gente, era su
cámara. Siempre anduvo con una cámara,
donde fotografiaba todo lo que encontraba, pero principalmente a las personas
cuando cumplían años, o quienes participaban de ceremonias importantes dentro
de la iglesia. Esto lo hacía en todas
las comunidades y poco tiempo después regresaba y le daba la foto a cada uno y
por eso se sabía los apellidos de las familias y esto le permitía estar más
cerca de todos.
Creo que fue cuando celebraba sus bodas
de plata sacerdotales. Todo el pueblo se
unió para estar con él. Tuvimos la idea
de juntar a algunos niños y niñas para cantarle algunas canciones, entre las
que esta “Amigo” de Roberto Carlos y “Que Canten los Niños” de José Luis
Perales. Fue un momento muy
importante. Todos gozábamos de su
alegría.
En muchas comunidades de Tezulutlán lo
recuerdan con mucho cariño. Ancianos,
ancianas, hombres, mujeres, señoritas, jóvenes, niños y niñas. Desde la Sierra de las Minas, hasta la Sierra
de Chama, desde la Sierra de Pampakche, hasta los Oxlajuj Tz’ultaq’a. En muchas comunidades le agradecen las
capillas, las ermitas y otros centros de oración que les ayudó a construir.
Pobres, viudas, huérfanos, lo recuerdan.
De todos los credos, también lo recuerdan. Algunos evangélicos, decían: “le agradecemos
al Padre Ennio, las casas que nos dio.
Otros agradecían las orientaciones y así, cada uno con sentimientos
encontrados, como decía monseñor Velenzuela o el Padre Dennis, en una de las
misas, que se celebraron a raíz de la partida del padre Ennio, tenemos dos
sentimientos, entre alegría y tristeza, porque el Padre Ennio fue siempre un
amigo y un servidor incondicional.
Los tres días que duraron las exequias,
si fueron de tristeza, también de agradecimiento, de alegría y de
esperanza. Tristeza, porque se va otro
de los que no queremos que se vayan, porque el Padre Ennio, era de esos hombres
que no podemos llamarlos “muertos”, porque deben de estar vivos, en el
compromiso y en las acciones. Por
ejemplo, si el tradujo la biblia en los idiomas mayas, todos quienes están
dentro de la iglesia, deberían de hablar sus idiomas y estar orgullosos de sus
trajes y es más inculcarles a los hijos e hijas, que esa es sus identidad y no
ladinizarse que fue una de las recomendaciones del Padre.
De Agradecimiento, por todo lo que hizo
con la gente, sin escatimar esfuerzo se daba a la solidaridad y a la compasión
evangélica. Anteponiendo a los más
pobres como sus hermanos y hermanas y dispuesto a estar siempre con ellos en
los momentos más difíciles. Por eso
recuerdo, cuando se ponía a hablar con los más ancianos y más ancianas. Uno de ellos eran mis padres, con quienes
seguramente ahora el Padre está compartiendo la mesa de los ancianos y
dispuesto a ser uno del grupo de nuestros ancestros y guiadores. Seguramente, estarán compartiendo de nuevo
los tayuyos y los xepes, de frijol y de chipilín que tanto le gustaban. Y esta es la alegría, porque ahora se ha
encontrado con los suyos, con los que por ellos luchó y oro. También de alegría, porque ahora tenemos a
otro más a quien hablarle de nuestras tristezas y alegrías, de nuestros
fracasos y de nuestras metas.
De esperanza, porque Ennio, no ha muerto,
él vive. Es de los que nunca morirán,
porque son de los hombres que siempre estarán con nosotros. De esperanza, porque seguramente al volver al
seno y al corazón de la Sagrada Tierra, será cuando dará más fruto sus
recomendaciones. Y seguramente, en algún
momento nos volveremos a encontrar para seguir construyendo lo que no pudimos
hacer juntos
Hasta siempre Padre Ennio
Kajkoj Máximo Ba Tiul
Kajkoj Máximo Ba Tiul