Sin peso y a su aire camina por la cresta.
La sombra del poniente destaca su silueta.
No tiene que ocultarse
va como aquel que tiene
mil años por delante,
aunque esos mil se achiquen
antes que él lo imagine.
Aquí lo
vemos sólo.
Seguro que a lo lejos hay gente que lo espera
y debe darse prisa ahora que tiene fuerzas.
Ahora va
por la cresta,
sin miedo a que lo enfilen
desde un punto de mira traicionero.
Pero tal vez más tarde,
ya, fuera
de este cuadro, se oculte su silueta
y lo abracen las sombras
de los
bosques, las rocas, los barrancos
o los desfiladeros de cemento y cristal
en las
ciudades.
No todo es aire libre la marcha que ahora emprende
y deberá buscar también algún camino
donde se abra
una puerta
donde encuentre una silla y un plato de comida
y allá dentro
se abra una ventana
desde la que contemple la cresta recorrida.
Verá allí
sin sombras
que el sol que se ocultaba en su camino joven
vuelve a ser
un cálido y radiante
sol naciente