Lo
que va de ayer a hoy
Historias
bíblicas de ayer que se repiten hoy
POLVO ENAMORADO
Cercano a los días de noviembre, El vaticano, es decir el cardenal Müller prefecto de la congregación para la doctrina
de la fe ha publicado un documento sobre lo que los creyentes hacen después de que sus parientes
son, en vez de sepultados, cremados y ellos reciben sus cenizas. El documento tiene muchas ideas a comentar, pero
se lo dejo a Xavier Picaza que en Religión Digital ha hecho un estudio
detallado. Como introducción solo les
ofrezco unas reflexiones sobre la costumbre de enterrar a los muertos.
ayer
Los primeros humanos de la tierra hace unos 100.000 años
ya practicaban ritos y hacían rituales
funerarios, lo que explica que ya creían en una vida posterior a la terrenal,
ya que en estos rituales se introducían en la tumba diversos objetos como armas, atuendos, vasijas etc. También, se
hicieron abundantes y pequeñas esculturas con un carácter relacionado con la
muerte. Igual sucedió en la edad antigua y de modos diferentes según las
culturas en épocas distintas. En la cultura hindú sí hubo la costumbre de las piras funerarias. Ello se unía a esa expresión que repetimos en
nuestra profesión de fe “Creo en la
resurrección de los muertos”
hoy
Pero junto a las tradiciones religiosas ha aumentado en
la humanidad la conciencia. Esa
conciencia, sin rechazar la fe, ha
interpretado las expresiones de los libros
sagrados.
Las pinturas de los cuerpos retorciéndose entre las
llamas del purgatorio nos producen hoy sonrisa irónica, cuando tenemos un
mínimo de formación humana.
Los teólogos nos ayudan a comprender que
hablar de resucitar no es hablar
de “revivir”. Que no volvemos a tener el cuerpo de antes.
Eso nos ayuda a darnos cuenta de que la materia del cuerpo que tuvimos sigue formando parte de nuestro universo y
nosotros también vivimos de otro modo en esta realidad.
Los cristianos nos sentimos unidos con Cristo resucitado. En palabras de Enrique Martínez
Lozano: “en el silencio del yo, en la presencia luminosa que sintamos en
nosotros podamos experimentar que estamos todos construidos de la misma y
única realidad y vamos llegando a la conciencia unitaria, universal”
Escribió un periodista guatemalteco a quien habían amenazado (José Calderón Salazar):
“Que estoy amenazado de muerte. Hay en la advertencia un
error conceptual. Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte. Estamos
amenazados de vida, amenazados de esperanza, amenazados de amor...
Tal vez ahí –
amenazados de amor - esté la clave para
no dar mucha importancia a esas discusiones sobre el lugar donde vayan a parar nuestras
cenizas: en el vientre de un tiburón si
nos hundimos en alta mar, en una
hoguera, esparcidas en un bosque, en un
pequeño columbario o en un cementerio
de pueblo.
Tal vez la clave está en esa palabra: amor universal que está presente en lo más infinito y lo más
pequeño del universo. En lo más íntimo de nosotros.
A lo mejor lo resume
bien el final de ese soneto de
Quevedo. ¿Lo conocen?:…
Alma, a quien todo un dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
médulas, que han gloriosamente ardido;
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Dejemos pues,
profundizar a:
Xabier Pikaza, 27
de octubre de 2016 a las 10:37 (Publicado en Religión digital)
• El
Vaticano negará los funerales a aquellos que decidan dispersar sus cenizas
Es
como si el Papa fuera por un lado (quiere ayudar los vivos, en la línea de Mt
25, 31-46 y sus obras de misericordia), pero ellos, los de la Congregación, van
a lo suyo y se ocupan de los muertos de su rebaño creyente.
El
valioso documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la
Sepultura de los Difuntos (Ad resurgendum cum Christo, Para resucitar con Cristo) suscita
algunas reservas significativas, tanto por lo que omite, en este final del Año
de la Misericordia, como por lo que quiere exigir.
Es un
documento antiguo, aprobado y firmado hace ya meses (como verá el lector que
siga hasta el fin de esta postal para leerlo), pero publicado ahora, cuando se
acerca la fiesta de difuntos (2 del XI 2016), para caldear el ambiente con el
tema. Como resulta normal en estos casos, la prensa oral y escrita de ayer
(25.10.16) ha omitido sus valores, para insistir sólo en sus cuatro prohibiciones principales, con
aire de reserva y veces de crítica fuerte:
(a) Se prohíbe esparcir las
cenizas de los muertos por campos y valles, ríos y mares, pues ello implica un menor
respeto por los difuntos, y lleva el riesgo de volver a una religión
naturalista, que vincula a los muertos con la naturaleza sagrada, sin fe en la
resurrección.
(b) Se prohíbe conservar las
cenizas en casas o espacios privados
(fuera de cementerios sagrados o iglesias) porque ese gesto
"encierra" a los muertos con el ámbito familiar, sin más, como se ha
hecho en muchos pueblos, en vez de insistir en su apertura hacia un misterio de
vida y resurrección que va unido a las iglesias o cementerios cristianos.
(c) Se prohíbe dividir las
cenizas en pequeñas unidades (una quizá para cada familiar), y así repartirlas, como si se dividiera al difunto
y no se admitiera su unidad personal ante Dios.
(d) Se une a las tres anteriores una
opinión a mi juicio poco ajustada con la Biblia sobre la separación del alma y
del cuerpo... y una arriesgadísima decisión,
diciendo a los párrocos y ministros que no
ofrezca la oración de la Iglesia (los funerales) por aquellos difuntos (o
en el ámbito de aquellas familias) que no acepten en este campo la doctrina de
este documento y quieran que sus cenizas se esparzan por montes y mares,
pensando que ello va en contra de la costumbre y compromiso de los cristianos
que han orado siempre por todos los difuntos.
Dos
son, a mi juicio, las reservas principales que suscita este valioso documento,
que nos ayuda a entender el sentido de la vida humana, la esperanza de la
resurrección y el gran don y compromiso creyentes de la comunión de los santos
que, según la doctrina de la Iglesia, vincula a los vivos y a los muertos. Una
reserva es circunstancial, de tiempo; otra a de fondo.
1. RESERVA MÁS CIRCUNSTANCIAL:
ÉSTE ERA BUEN MOMENTO DE TRATAR DE LOS VIVOS, NO DE LOS DIFUNTOS (AL MENOS DE
ESTA FORMA).
Ahora,
al final del Año de la Misericordia, que el papa Francisco había promulgado a
favor de los vivos más necesitados, de toda raza y religión, la Congregación de
la Fe promulga este documento por los muertos cristianos. Es como si el Papa
fuera por un lado (quiere ayudar los vivos, en la línea de Mt 25, 31-46 y sus
obras de misericordia), pero ellos, los
de la Congregación, van a lo suyo y se ocupan de los muertos de su rebaño
creyente.
No
creo que lo hayan hecho a propósito, pero sí que parece "poca idea"
(por no decir "mala idea"), ésta de ir en una línea opuesta a la del
Papa y de gran parte de la cristiandad actual (así me lo ha repetido un amigo
bien enterado)...
-- El
Papa está empeñado en ofrecer el amor activo de Jesús por los hombres y mujeres
más necesitados (hambrientos, sedientos, extranjeros, encarcelados...)
--Pero
estos de la Congregación van a lo suyo, la oración por los muertos cristianos,
su signo sagrado, para después de haber sufrido este infierno de tierra si es
que todos no cambiamos, como ha dicho el Papa Francisco, con palabras
dramáticas, en Laudato Sí, sobre la justicia y la tierra de todos.
(Así
dice mi amigo, no sé si tiene razón, pero lo parece).
Está
muy bien el orar por los difuntos y expresar con (en) ellos el misterio de la
vida que vence a la muerte, con la esperanza de Cristo, a favor de todos los
hombres, no sólo de los cristianos.
-- Pero
la primera intención y obra de Cristo Jesús ha sido acompañar, ayudar y elevar
a los vivos, como sabe cualquiera que haya empezado a leer los evangelios (no
hace falta que los haya terminado, como deben haber hechos los autores de este
Documento).
A
este respecto quiero recordar una sabrosa anécdota medieval que ahora se repite, una anécdota a la que le
dedico unas páginas en mi libro Las Obras de Misericordia, escrito con J. A.
Pagola (Verbo Divino, Estella 2016).
1.
Hacia finales de la Edad Media, en catecismos y obras de moral se quiso añadir
una séptima obra de misericordia a
las seis de Mt 25 (dar de comer y beber, vestir, cuidar a los enfermos y
encarcelados, acoger a los extranjeros...), para completar así el número
armónico de siete (sacramentos, pecados, virtudes, cielos...). Había dos
opciones más extendidas entre catecismos, libros de moral y predicadores:
(a)
Una ayudar y promocionar a las mujeres necesitadas y en peligro de explotación
personal y social, es decir, la liberación de la mujer.
(b)
Otra era la de enterrar bien a los muertos, y orar mucho por ellos, con
funerales, misas y cementerios.
Triunfó
esta última: Orar por los difuntos, con
buen enterramiento y misas... Fue buena la promoción de esa obra, de manera
que una parte considerable de la Iglesia (y del clero postridentino) se
especializó en orar por los difuntos, más que ayudar a los vivos.
Hubiera
sido mejor la otra, ayudar a las mujeres
en riesgo de destrucción personal y social, como ha dicho implícitamente el
Papa Francisco.
Lo
mismo pasa ahora. El Papa quería poner de relieve las obras de Mt 25, a favor
de los vivos. Estos de la Congregación
han optado por los muertos, que son muy importantes, pero con riesgo de olvidar
a los vivos en necesidad.
No sé
si lo han hecho queriendo, pero peor no lo podían hacer, en este final del Año
de la Misericordia, en el que todos esperábamos que la Congregación dijera algo
profundo, comprometido, en la línea de las Obras de Misericordia de la Biblia y
del Papa Francisco, pero ellos a lo suyo, que es importante, pero no lo
definitivo.
No
quiero pensar mal, pero corre la de que está detrás la mano de Cardenal Müller en contra de Bergoglio Papa. El
Cardenal no está de acuerdo (dice mucha prensa) de la "deriva" del
Papa... y el gesto de publicar este documento ratificaría esa impresión. Más
leña al fuego. No creo que sea así, pero así parece serlo. Sería un caso más de
disputa vaticana, en temas que son de todos los cristianos.
2. RESERVA INTERNA... LAS
DEFICIENCIAS DEL DOCUMENTO
No es
malo, como he dicho; al contrario, es muy bueno y recuerda cosas importantes
para cristianos y no cristianos, pero debería haberse perfilado más, en forma
positiva, de gozo y alabanza por la vida, en un momento en que parece que
muchos banalizamos a los muertos.
Pero
quizá no era el momento de decirlo, con un documento así, que es en principio
positivo pero que, para la prensa (¡y no es la prensa impía, sino también la
católica!) se resume en las cuatro prohibiciones que he señalado arriba (echar
las cenizas por montes, tenerlas en casas particulares, repartirlas en trozos
menores... y rezar por los que así lo han dispuesto).
Quiero
recordar sólo de paso que una de las cristianas mejores que conozco (¡alma de
Dios, madera de santa!) perdió a hija mayor en accidente, y cumpliendo su
voluntad, tras misas y funerales, recogió las cenizas de crematorio y las
esparció por los lugares favoritos de la niña...). Algún cura le ha dicho que así su alma vaga errante, que no puede
salvarse... Ahora si lee este documento llorará de pena otra vez, por su
hija y por los "curas" vaticanos que no conocen lo que es el
sufrimiento por la muerte de una hija.
Vuelvo
al tema. Es un Documento bueno, como todos los de la Congregación, bien
organizado y construido, pero no parecía necesario, por la consecuencia
práctica que saca:
‒
Ciertamente, admite la cremación de los cadáveres, cosa que la Iglesia había
admitido hace ya tiempo, aunque con la oposición de algunos eclesiásticos, pero
insiste en las cuatro prohibiciones que he señalado. Ciertamente, comparto la
preocupación del Documento por el respeto a los muertos, a sus cuerpos y
cenizas. Pero pienso que en este momento el tema no es el que plantea ahora la
Congregación. Un amigo me ha dicho después de leerlo:
‒ O
la Congregación para la Doctrina de la fe no tiene mejor tema en el que pensar,
y debe hacer algo para justificar su existencia, o no sabe ya nada de lo que
pasa en el mundo.
‒ La
inmensa mayoría de los párrocos no van a preguntar a los familiares sin van a
enterrar al difunto o incinerarle, ni sin van conservar su cenizas en un
columbario del cementerio parroquial o esparcirlas en la naturaleza (mar, río o
montaña).
Ciertamente,
un tipo de Iglesia sigue prefiriendo el
entierro de los cadáveres, por tradición, por cercanía afectiva al
cementerio y por pervivencia de una profunda religiosidad cósmica, de la que
procedemos la mayoría de nosotros. Como hombre de antigua Iglesia, también yo prefiero afectivamente el
camposanto, un cementerio de pueblo o aldea, cerca de la Iglesia, como en
éste en el que vivo, donde vienen a rezar las mujeres del lugar a sus muertos.
Pero cinco razones me llevan a poner en duda el valor y actualidad de lo que
dice la Instrucción Ad resurgendum cum Christo, sobre funerales y entierros
(que viene reproducida a continuación):
1. Por recuerdo de infancia. Mi abuela, como
las mujeres de la aldea, se acercaba cada domingo tras la misa al Camposanto a
rezar por sus difuntos... y mi padre nos dijo que eso era muy santo. Pero
añadió que también era santo el cuerpo
de los muertos que no habían tenido sepultura de Iglesia, como el de aquel
marino al que acababan de "sepultar" por la borda en el mar, dos
semanas antes, bajo el toque de sirenas, con la oración de capitán y de toda la
tripulación y los pasajeros, sabiendo que sería inmediatamente devorado por los
peces, en las aguas llenas de tiburones del Caribe. Como lobo de mar, cristiano
viejo, sabía que las aguas del mar son
uno de los mejores cementerios para los difuntos, esperando la resurrección.
Si las cosas fueran de otra forma (nos dijo) y sólo se salvaran los del buen
cementerio de Iglesia Dios sería injusto.
2.
Por novedad cristiana. Los seguidores de
Jesús veneramos a un hombre cuya memoria no se encuentra vinculada con un
cementerio. Cuando el ángel de la pascua dice a las mujeres que van a
rezarle (como hacía mi abuela) "no está aquí" estaba iniciando una
nueva forma de entender la vida de los muertos, más allá de la simple
sepultura, entiendan como entiendan luego los teólogos lo que ese pasaje de la
Biblia implica sobre el cuerpo del Crucificado. A la Biblia de Jesús le importa la preocupación por los vivos, más que
el buen rito de los muertos, como acabo de poner de relieve el el
Comentario de Marcos, cuyo comentario he finalizado estos días, con un largo
análisis sobre tumba y resurrección, algo que, al parecer no les importa a los
clérigos de este Documento, que pueden saber mucha teología de un tipo, pero
poca Escritura y Evangelio.
3.
Por respeto religioso. Los hombres y
mujeres han venerado desde antiguo de diversas maneras los muertos, de manera
que los han enterrado, incinerado o recordado de otras formas (como
indicará el adjunto de esta postal). Todavía hoy me emocionan los
enterramientos funerarios de los viejos pueblos, en colinas y montañas,
dólmenes, trilitos... Ellos me siguen recordando la presencia y victoria de la
vida en la misma naturaleza. Pero sé que han existido también otras formas de
expresar el respeto a los muertos, y entre ella sobresale la
"siembra" de las cenizas enterradas o incineradas en los más diversos
lugares de tierra, en el mundo entero convertido en gran cementerio de miles de
generaciones de vivientes.
4.
Por inutilidad. Diga lo que diga la Congregación de la Doctrina de la fe, la inmensa mayoría de los párrocos van a
seguir haciendo lo que pueden, lo que mejor saben, sin entrar demasiado en
la cuestión de si los que piden un funeral por su muerto van a enterrarlo o
incinerarlo, van a conservar su cenizas en un columbario de cementerio o
esparcirlas con respeto y amor en los ríos o montes, los mares y los campos.
Nadie cree ya que los agentes de pastoral van a seguir sin más, en ese campo,
las directrices de la Congregación para la Doctrina de la fe, simplemente
porque tienen otras cuestiones más importantes a las que atender, especialmente
las obras de misericordia por los vivos, las seis de San Mateo. Y además ¿qué pasa con los cuerpos empleados en las
facultades de medicina, con mayor o menor respeto, para fines de estudio, se va
a prohibir también su uso?
5.
Finalmente, en este momento de cambio de mentalidad, en este umbral de un
tiempo nuevo, los pastores cristianos (obispos y presbíteros, teólogos y
catequistas...) debemos preocuparnos de ofrecer
una doctrina y experiencia esperanzada sobre la vida de los difuntos, la
comunión de los santos (más que ocuparnos de pequeños ritos como los de
este Documento). Sigue siendo admirable el fervor de los cristianos que crearon
inmensos cementerios bajo tierra (catacumbas...) para enterrar a sus difuntos.
De su fe vivimos, desde ella debemos avanzar. Pero hoy ya no se puede imponer
una costumbre y experiencia antigua en las inmensas megápolis, por falta de
terreno, por cambio de mentalidad... y quizá por fe cristiana, pues nuestro Dios es Dios de vivos, no de muertos,
como dijo Jesús.
Reflexión final de este blog: Polvo serás, mas polvo enamorado.