Lo
que va de ayer a hoy...
Historias
bíblicas de ayer que se repiten hoy
Porque
no eres ni frío ni caliente…
Ayer
Casi
siempre en estas reflexiones comenzamos con un Ayer situado en
la prehistoria o en épocas muy antiguas. Tenemos en el
subconsciente esa expresión de los abuelos: “¡Qué tiempos
aquellos!”. Claro que los tiempos aquellos de la nostalgia no
suelen ser prehistóricos sido de hace 60, 50 años… La época en
que la añoranza acariciaba la memoria con aires de felicidad, y se
olvidaban de los malos, tristes o injustos momentos de “aquellos
tiempos”.
Los
tiempos aquellos a veces no están muy distantes. Son las épocas
en que los nostálgicos se encontraban en una situación más
ventajosa… sí, ventajosa ¿para quién?
Para
ellos, para sus familiares o los de su ambiente social. Aquellos
eran buenos tiempos…
Cuando
en la historia del mundo, o en la pequeña historia de un pueblo ha
sucedido un cambio fuerte siempre hay gente que se siente
defraudada: “Pues antes… “en mis tiempos no pasaban esas
cosas”.
Por
eso los profetas, o los grupos proféticos suelen acabar mal. Es
que “mis tiempos” para algunos suelen ser ahora, cuando están
instalados en sus privilegios, sin mirar alrededor a quienes
sufren con esos tiempos.
Todas
las revoluciones grandes o pequeñas han sido una molestia para
muchos que estaban instalados en lo anterior.
Eso
empezó a suceder cuando a aquel viejito se le ocurrió abrir las
ventanas de la llamada Iglesia y una serie de líderes con
imaginación creadora empezaron a recordar lo que había sido esa
iglesia en sus tiempos originales, a ver lo que estaba siendo
entonces y a imaginar lo que podría ser.
Es
curioso que quienes abrieron puertas y ventanas eran viejos; aquel
Juan de 80 años y un grupo de obispos que tampoco eran jovencitos.
Cuando el susodicho concilio empezó a soltar iniciativas,
cambios, “novedades”… salieron enseguida voces discordantes a
veces de gente más joven, que sentía cómo se les movía el piso
que antes sentían más seguro.
Esto
mismo no sólo ha sucedido en ambientes religiosos. Nos hemos ido
encontrando con líderes sociales entrados en años con valor
también para salir de esos años y proponer caminos incómodos
para los instalados.
En
una sociedad en que unos gozan de ventajas y otros se sienten en
posición demasiado desventajosa, cualquier cambio que modifique
esa situación molestará a unos y agradará a otros. Todos
procurarán encontrar pretextos o motivos para justificar esa
situación o esos intentos de cambio.
Esos
motivos pueden ser reflexiones, actitudes personales o leyes,
estructuras sociales.
Antiguamente(nos
asomamos al ayer) era una ley sencilla y sin disimulos: LA LEY DEL
MÁS FUERTE
Pero
dentro de la humanidad empezaron a surgir los que se preguntaban:
“las cosas hasta ahora son así, pero ¿no pueden ser de otro
modo?”
Unos
lo fueron gritando por los pueblos e intentaron que la gente
cambiase su débil conciencia o inconsciencia por un pensamiento y
corazón nuevos. Fueron los profetas.
Otros
pensaron que ante la ley del más fuerte solo servía la fuerza de
otros más fuertes. Fueron los revolucionarios.
A
los profetas…: los fueron matando, y a sus seguidores los fueron
sobornando con privilegios para que la mayor parte- no todos -
fuera convirtiendo su mensaje en poesía pasiva, y que todo siguiera
igual.
Los
revolucionarios…: unos sucumbieron en el empeño. Otros cuando
llegaron al poder, gran parte- no todos - se acomodó en sus
privilegios y en los de algunos de sus seguidores y la sociedad se
mantuvo con sus diferencias de poderosos y marginados de modo que
todo siguiera igual.
Pero
este mundo que gira y gira en torno al sol, no sigue igual.
Vuelven
a surgir profetas que aumentan su conciencia de que la humanidad es
una sola y un espíritu la mueve en el camino hacia esa unidad sin
barreras y en paz.
Siguen
surgiendo más revolucionarios que por la fuerza de la
educación, de una nueva conciencia que una a los débiles, a los
que, echados al borde del camino, se den cuenta de que ellos son
más… y derriben barreras en el camino hacia la unidad.
Pero
en este mundo con más de 7,000 millones de seres humanos.
Sucede
algo desalentador.
En
medio los que siguen a los profetas y revolucionarios y de los que
se mantienen defendiendo las barreras para que nada cambie, hay una
que llamaríamos masa amorfa de hombres y mujeres.
Son
las ovejas del rebaño, los que dicen amén a quien les engaña
mejor, los consumidores que consumen todo los que les ofrecen para
consumir.
Son
esa masa
que se amasa,
se amansa y queda en manos de quienes quieren que nada cambie. Para
resumírselo les ofrezco dos textos: uno de ayer.
Del final de ese libro que tal vez tienen ustedes en su casa. Otro de
hoy,
de hace unos poco días, escrito por una mujer (porque hoy muchas
mujeres saben escribir, no como ayer). Un texto que comenta un suceso
muy reciente y les puede hacer a ustedes penar y preguntarse: ¿yo
estoy con los profetas, o estoy con los que mantienen un mundo sin
cambios o… simplemente soy masa amorfa.
Aquí
van los textos
De
ayer
A
la Iglesia de Laodicea (Apocalipsis 3, 14…)
Al
ángel de la Iglesia de Laodicea escríbele:
Así dice el Amén, el
testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios.
Conozco tus obras, no eres ni frío ni caliente.
Ojalá fueras frío o caliente; pero como eres tibio, ni frío ni
caliente, voy a vomitarte de mi boca. Dices que eres rico, que tienes
abundancia y no te falta nada; y no te das cuenta de que eres
desgraciado, miserable y pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me
compres oro refinado para enriquecerte, vestidos blancos para
cubrirte y no enseñar desnudas tus vergüenzas, y medicina para
ungirte los ojos y poder ver. A los que amo yo los reprendo y
corrijo. Sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta
llamando. Si uno escucha mi llamada y abre la puerta, entraré en su
casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor lo haré sentarse
en mi trono junto a mí, igual que yo vencí y me senté junto a mi
Padre en su trono. El que tenga oídos escuche lo que dice el
Espíritu a las Iglesias.
De
hoy
EN
ESTE MOMENTO, ANHELANTE Y PENSATIVO
MARÍA
TERESA SÁNCHEZ CARMONA, teresa_sc@hotmail.com
SEVILLA.
(Eclesalia)
El
problema no es Trump: irracionales potencialmente destructivos los
hubo y los habrá siempre. El problema son los miles de personas que
creen en los valores que él representa. Los que privilegian el
capitalismo, la xenofobia, la desconfianza y sus propios intereses en
detrimento del bien común. Los que apelan al Brexit, el blindaje de
fronteras y el separatismo. Los que se entregan a cualquier tipo de
radicalismo. Los que piensan que el drama de los refugiados no va con
ellos. Los que violan (en Colombia o en Pamplona) porque saben que su
crimen quedará impune. Los que agreden a otros en cualquiera de las
mil formas posibles (pensamos en asesinatos, pero la violencia
empieza por gritar lleno de furia al que va en el coche de al lado).
El
problema no es "la cabeza visible" de esa que queremos
llamar "la primera potencia del mundo" (y seguimos en este
juego donde sólo prima lo económico). El problema son todas las
otras cabezas: las que carecen de educación y criterio propio, las
que no ven/no quieren ver cómo se repite la historia, las que lanzan
la piedra en cualquier foro de internet para luego esconder la
cabeza...
No
sé cómo hemos llegado a esta situación. Habrá quien acalle su
conciencia diciendo que vivimos/sufrimos el legado que nos dejaron
nuestros padres y las generaciones anteriores. No interesa. Los que
estamos ahora tenemos la ineludible misión de vivir y educar en
conciencia. Vivir y educar en conciencia. A nuestros hijos. A los
hijos de nuestros amigos. Al vecino. Al animal incívico que nos
cruzamos por la calle.
Porque
no es una cuestión de credo político: de rechazar a un candidato en
virtud de otro que encarna, o no, un dechado de virtudes. El problema
es avalar una serie de comportamientos que no caben en el marco de la
civilización (sea en Irak, EEUU o Corea), y dejar que corran y
acarreen consecuencias. Es la mediocridad de todos los días, el
miedo paleolítico al otro, la precariedad material, pero también de
valores y de amor, la imperdonable indiferencia ante la desdicha de
los demás (que, no cabe la menor duda, acaba por ser la nuestra).
Tenemos lo que tenemos: lo que ha ocurrido en las urnas es apenas el
reflejo de este "pan nuestro de cada día". Es un espejo y
una bofetada a nosotros mismos. Porque ya basta de "quejarse y
tragar", o acabaremos dando este mismo alimento a quienes vengan
después de nosotros. Sencillamente porque no se puede dar a otros lo
que no se tiene. ¿Nos acusaran las próximas generaciones de no
haber hecho nada por mejorar lo recibido?
No,
no hablamos de Trump ni de los Estados Unidos de Norteamérica:
hablamos de la Humanidad. Y, repito, hoy más que nunca tenemos la
ineludible misión de vivir y educar en conciencia. Resuenen con más
fuerza que nunca los versos que escribiera el poeta Walt Whitman en
su obra "Hojas de hierba":
En
este momento anhelante y pensativo, sentado a solas.
Me
parece que en otras tierras hay otros hombres,
en
otras tierras, anhelantes y pensativos,
me
parece que puedo mirar a lo lejos y divisarlos
en
Alemania, Italia, Francia, España
– hablando
otros dialectos;
y
me parece que
si me fuera posible conocer a estos hombres
con
ellos me uniría, como hago con los hombres de mi propia tierra,
¡oh!
yo sé que seríamos hermanos y amantes,
yo
sé que llegaría a ser feliz con ellos.