Hacia
un diálogo interreligioso juvenil para la transformación social
Edwin
Roberto Mendoza Hipp
2.1.3)
El diálogo en el mundo contemporáneo
Esta
nueva comprensión del diálogo iniciada por la filosofía, ha
permitido un uso más recurrente de ésta expresión en distintos
ámbitos, al extremo que muchos consideran de que se ha convertido ya
en un cliché en cualquier tema. A pesar de su uso tan trillado,
hasta el día de hoy todavía se sigue entendiendo el diálogo como
una herramienta necesaria para la efectiva resolución de conflictos,
especialmente en aquellas situaciones donde se corre el peligro de
recurrir a la violencia. Por ejemplo, hoy en día se habla con mucha
frecuencia del diálogo político entre naciones, en este sentido,
los autores del libro Dialogue in Políticos ponen de manifiesto que
la cuestión del diálogo en el campo de la política, no sólo se
refiere a la actividad de intercambiar opiniones y puntos de vista,
sino también al hecho de ubicarse en un terreno común que busque la
toma de consensos y acciones para una cooperación grupal. En
cualquier caso, el concepto actual de diálogo denota una actitud
positiva para la comprensión recíproca, pero sobretodo como un
instrumento para establecer relaciones fructíferas entre dos o más
partes.
Dentro
de esta comprensión contemporánea sobre el diálogo, J. Basset
clama que la existencia de un genuino diálogo conlleva cinco
elementos esenciales: 1) encuentro de personas, 2) intercambio
de palabras, 3) reciprocidad, 4) alteridad y 5) algo en juego. A
partir de estos elementos Basset intenta proporcionar una definición
más funcional que léxica sobre el diálogo, describiéndolo
de esta manera como un ―intercambio de palabras y escucha
recíproca, que compromete a dos o varias personas, diferentes e
iguales a la vez. Por tanto, tener presente la herencia de la
filosofía dialógica, así como las reflexiones contemporáneas
sobre el diálogo, puede proporcionar unas bases sólidas para
entender de manera más global el tema del diálogo interreligioso en
el contexto actual.
2.1.4)
El diálogo interreligioso: presupuestos, condiciones y actitudes
Vivir
en un mundo cada vez más interconectado, en donde diariamente se
produce una inevitable interacción entre las religiones, exige
restablecer nuevas y mejores formas de
convivencia
entre los creyentes. Estas interacciones religiosas, dadas en todos
los niveles de la sociedad (desde las conversaciones más cotidianas
hasta los grandes enfrentamientos violentos entre naciones), ha
llevado a líderes religiosos, estudiosos de las religiones,
políticos, activistas sociales y otros sectores de la sociedad, al
convencimiento de que es necesario un acercamiento mutuo
entre las religiones para posibilitar relaciones más pacíficas
entre sus seguidores. A pesar que algunos sectores religiosos
conservadores (generalmente de corte fundamentalista) se han opuesto
al diálogo interreligioso, la gran mayoría de líderes de todas las
religiones y sus instituciones, sostienen que el diálogo
interreligioso es el primer paso para el fortalecimiento de la paz
mundial.
Así
lo afirma el teólogo alemán Hans Küng con su famoso lema: ―No
puede haber paz entre las naciones sin paz entre las religiones‖ .
Es pues, desde esta convicción que el diálogo interreligioso ha
empezado a tomar un lugar cada vez más preponderante entre los temas
a tratar de cada comunidad religiosa. Prueba de ello son los
incontables movimientos, organizaciones e instituciones
interreligiosas que han surgido en todas partes del mundo.
Por
lo que siguiendo la línea trazada por Basset en su concepción del
diálogo, se puede definir ya más específicamente al diálogo
interreligioso como un ―intercambio de palabras y escucha recíproca
que compromete en pie de igualdad a creyentes de diferentes
tradiciones religiosas.
Pero
para que este intercambio de palabras y escucha recíproca se dé, es
necesario establecer ciertos criterios y condiciones comunes. Entre
ellos se pueden observar valores fundamentales como la escucha, la
apertura, el respeto y la tolerancia. Sin embargo, hay que tener
presente que la práctica de estas actitudes no consiste simplemente
en ―soportar educadamente las opiniones y creencias de los demás,
sino en reconocer y valorar la riqueza que existe en la diversidad.
Es por esa razón que es importante recalcar que el diálogo
interreligioso no debe ser entendido como un pretexto para debatir
doctrinas religiosas, ni como un espacio oportunista para convencer a
los demás sobre determinada creencia o ideología. Tampoco debe ser
confundido con el sincretismo religioso, ni mucho menos como una
propuesta que busca fusionar a todas las religiones.
El
diálogo interreligioso no pretende anular el valor identitario de
las religiones, por el contrario, las anima a acercarse desde lo que
ellas son. La identidad de cada religión será siempre el valor
inherente e irrenunciable en la práctica del diálogo
interreligioso. No obstante, hay que admitir que tal actitud siempre
correrá con el peligro latente de proyectarse en una excesiva
autoafirmación de la identidad religiosa. Por ello, las religiones
deben ser conscientes que el verdadero diálogo es aquel que se
produce en la apertura sincera, en una apertura que no niega las
diferencias y desemejanzas que existen entre ellas, sino que las
aprovecha positivamente como una oportunidad para aprender y
enriquecer los propios horizontes religiosos.
Muchos
teólogos afirman que este proceso de enriquecimiento mutuo presupone
el establecimiento de un diálogo espontáneo y real entre los
participantes. Esto quiere decir que dialogar genuinamente implica
situarse con toda humildad en un proceso de búsqueda conjunta de la
verdad . Tal predisposición puede suponer un reto muy desafiante –y
hasta cuestionante– para la propia fe, pero es un acto necesario
si se quiere lograr un auténtico diálogo, y no un diálogo
esquemático, predefinido y unilateral.