Sandra
Xinico Batz
La Hora, 3 diciembre 2016
EL
RACISMO
El
racismo mata, es histórico, lo hemos heredado y sigue siendo
cotidiano para miles de personas en este país y en el mundo.
Entender el racismo es complejo porque implica reconocer nuestra
ubicación dentro del círculo vicioso de su reproducción. No es
fácil asimilar que somos discriminadores y que nuestros antepasados
también lo fueron al punto de optar por la desigualdad como una
forma de vida que garantiza privilegios para unos a costa de la
desgracia de muchos.
El
colonialismo hace que rechacemos lo local sin siquiera conocerlo o
comprenderlo. Hay una “consciencia” colectiva que en realidad no
es consciencia, pues se reproduce cuasimecánicamente y está basada
en la ignorancia: los estereotipos racistas que se convierten en
“verdades” son un claro ejemplo de esto.
Y
¿Qué pasa si el racismo es solo evidente para quienes lo reciben
pero no para quienes lo reproducen porque fueron criados así,
racistas? ¿Qué pasa si la ignorancia es tal que no nos percatamos
que las cúpulas de poder con ideología racista (asumida) son las
que alimentan este juego de ping pong de indios contra ladinos como
si la realidad fuese blanco y negro para invisibilizar su
responsabilidad en la realidad que ellos sí provocan? ¿Qué pasa si
aun rompiendo el muro de la ignorancia y teniendo acceso a la
información seguimos creyendo que la raza determina nuestro papel en
la sociedad como la selección natural o la teoría de la evolución
del más fuerte sobre el débil?
“Soy
pobre pero no indio” es quizá una de las expresiones racistas
vigentes que ejemplifica lo que acá describo. Tenemos una idea
europeizada del poder. La riqueza y el éxito la asociamos a la
blancura. El rico que seguro es blanco y no indígena siempre tendrá
la razón y su riqueza siempre será el resultado de su trabajo y
esfuerzo; el indígena que seguro es pobre siempre se quejará y es
aprovechado además de desconfiado y triste. Todo esto lo reafirma la
televisión, la radio, la prensa, la iglesia, la familia, la
educación, la historia, los libros, los académicos…
Los
ricos que además son dueños de los “medios de comunicación” se
encargan a través de estos a repetir una y otra vez lo que debemos y
no debemos hacer o creer. No son medios de comunicación sino de
adoctrinamiento. Programas y anuncios se dedican a convencer con base
en la desinformación y la calumnia, por qué no se debe aceptar el
Pluralismo Jurídico, la Ley de Radios Comunitarias, la Ley de
Desarrollo Rural Integral, Ley de Lugares Sagrados de los Pueblos
Indígenas, o cualquier otra iniciativa que pueda
mejorar la vida de los pueblos indígenas. “No sabemos qué
contienen pero si los ricos dicen que no es porque seguro es mala”.
Por
esto, es tan necesario e importante hablar del racismo. Porque nos
permite identificar sus matices y complejidades, hacer visible su
profundidad y el empobrecimiento que provoca. El racismo no es
natural ni ingenuo, tampoco es una alucinación, quizá si no lo
recibimos, lo ejercemos.