"La causa de
Ellacuría y los demás no era una causa ideológica"
33 años de los mártires
de la UCA: Los mataron
"Lo que se vivió
en aquella fatídica noche del 16 de noviembre de 1989 fue precisamente eso: una
auténtica Eucaristía, una donación de la propia vida hasta la entrega de la
misma"
"Los mártires de
la UCA son tales precisamente porque llevaron hasta sus últimas consecuencias
el seguimiento de Jesús de Nazaret"
"Es como si cada
año sintiéramos que Dios en la entrega de los mártires de la UCA nos sigue
sonriendo y nos sigue dando ánimos"
"Os seguimos presentando a nuestro querido pueblo de El Salvador, seguimos pidiendo que intercedáis por él, os seguimos rogando para que algún día la justicia y la paz lleguen a cada uno de nuestros hogares"
16.11.2022 | Francisco
Javier Sánchez, capellan cárcel de Navalcarnero
Un año más, y ya son
treinta tres, nos disponemos a celebrar el martirio de los jesuitas en la UCA,
y de Elba y Celina, y digo celebrar porque, desde el dolor, y desde las
lágrimas aún presentes cuando lo recordamos, merece la pena celebrarlo. Lo que
celebramos es la entrega de la vida, lo que después de treinta y tres años,
seguimos recordando es al “cuerpo entregado y la sangre derramada”, de estos
mártires, en el fondo lo que seguimos celebrando es la Eucaristía.
Porque lo que se vivió
en aquella fatídica noche del 16 de noviembre de 1989 fue precisamente eso: una
auténtica Eucaristía, una donación de la propia vida hasta la entrega de la
misma. Una Eucaristía donde no es que hagamos memoria de Jesús muerto y
resucitado, como lo hacemos cada día, sino una Eucaristía donde los
martirizados aparecen unidos al sacrificio de Jesús . Esa Eucaristía comprometida, donde los jesuitas,
“molestaban al mundo”, y por eso precisamente fueron asesinados. Cuando
asesinaron a Monseñor Romero, una de las monjas carmelitas del Hospitalito
decía:
“Pero volviendo al
momento de la muerte de Monseñor, en que el proyectil destrozó la vida de
nuestro querido Pastor, él por instinto de conservación se cogió del altar,
haló el mantel y en ese momento se volcó el copón y las hostias sin consagrar
se esparcieron sobre el altar. Las hermanas de la comunidad del Hospitalito
interpretaron ese signo como que Dios le dijera: hoy no quiero que me ofrezcas
el pan y el vino como en todas las eucaristías, hoy la víctima eres tú Oscar, y
en ese mismo instante Monseñor cayó a los pies de la imagen de Cristo”.
Esa misma Eucaristía es
la que celebraron los martirizados jesuitas, junto a Elba y a Celina. Los
mártires no escatimaron esfuerzo en ningún momento en hacer esa entrega, no
escatimaron en defender a los más pobres, hasta la última gota de su aliento y
de su vida.
Los mártires de la UCA
son tales precisamente porque llevaron hasta sus últimas consecuencias el
seguimiento de Jesús de Nazaret. Su martirio no fue por defender un dogma, por
defender unas verdades de fe, su martirio fue por defender que los seres
humanos somos todos iguales, que todos nos merecemos lo mismo, que todos somos
hijos e hijas de Dios, y que nadie tiene derecho a pisotear la dignidad del
hermano, simplemente porque sea más pobre, o porque tenga menos medios económicos
que yo.
A los mártires de la UCA los asesinaron como asesinaron al mártir Jesús de Nazaret, y como asesinan y crucifican cada día en nuestra sociedad a millones de seres humanos. Su causa por eso no fue una causa política, sino una causa evangélica. Su causa fue como la de Jesús: plantar cara al poder establecido, ese poder que sigue matando a tantas personas en tantos lugares de nuestro mundo.
Por eso cuando llega
cada año el 16 de noviembre, todos los que nos sentimos unidos al pueblo
salvadoreño, y a su causa de libertad y de dignidad, tenemos un doble
sentimiento. Un sentimiento de dolor porque las cosas podrían haber sido de
otra manera, porque nos duele en el alma ver todavía y recordar el momento en
que fueron descubiertos sus cuerpos . Y a la vez un sentido de alegría y de
agradecimiento al Padre por sus vidas. Es como si cada año sintiéramos que Dios
en la entrega de los mártires de la UCA nos sigue sonriendo y nos sigue dando
ánimos. El Dios Padre-Madre de Jesús cada 16 de noviembre se viste de gala al
descubrir que hijos e hijas suyos han sido capaces de seguirle hasta el final.
“Si me matan, resucitaré en el pueblo”,
que decía el mártir San Romero de América, y es lo que seguimos sintiendo
nosotros. Los mártires de la UCA como todos los mártires salvadoreños y todos
los mártires del mundo entero, que dan la vida por la justicia y por la
fraternidad entre todos, siguen presente entre el pueblo, están resucitados
junto a Jesús, pero viven presentes e inmersos en lo que fue la causa de su martirio:
defender al pueblo crucificado y machacado por el poder y la intolerancia de
los ricos, de los que no tienen escrúpulos, de los que creen que el dinero lo
consigue todo.
Este año, quizás lo celebramos con un poco más de tristeza que otros años, porque nuestro bonito país, El Salvador, está sumido en una profunda dictadura que no respeta los derechos humanos; una dictadura que continua usurpando los derechos de miles de salvadoreños, bajo la amenaza del poder y la opresión. Un país donde los derechos humanos son violados a diario simplemente porque no se respeta la mínima libertad de expresión. Es verdad que las pandillas y la violencia que generan son un problema grave para nuestro pueblo salvadoreño y para todo su desarrollo humano y económico, pero a la violencia pandillera no se puede responder con una violencia de corte institucional.
En el fondo lo que está
sucediendo en estos momentos en El Salvador es intentar solucionar la violencia
pero desde la misma violencia poderosa, de quien gobierna el país. En pro de la
búsqueda de una supuesta paz y cese de la violencia se está llegando a una
violencia desde arriba, que sigue sin respetar a los de abajo. La pobreza es
cada vez mayor en El Salvador, los jóvenes se ven obligados a salir de su país
y dejar sus hogares y sus familias para salir y buscar una solución para sus
vidas y las de sus familias. Es continúa
la salida de salvadoreños y salvadoreñas , hacia otros países, buscando
simplemente un sustento o una solución para su pobreza. Pero eso, como antaño
parece no preocupar a los que tienen hoy día el poder, sino que lo único que
les preocupa es permanecer en ese mismo poder para seguir enriqueciéndose a
consta de los pobres del pueblo.