En protesta de la falta de atención de los gobernantes a los médicos
Josep Miquel
Bausset"Nuestros pastores, tan celosos defendiendo siempre la moral
sexual, se olvidan de denunciar la privatización de la sanidad"
"Jesús puso
primero a las personas, a diferencia de los bancos y de los gobiernos que no atienden
la salud de los ciudadanos"
"Nuestros
pastores, tan celosos defendiendo siempre la moral sexual, se olvidan de
denunciar la privatización de la sanidad"
"En Madrid, pero
no solo en Madrid, (ya que las protestas están generalizadas), los sanitarios se
han revuelto contra la política del gobierno autonómico, con centros de salud
sin médico y por lo tanto, desatendidos sanitariamente, además de la sobrecarga
de pacientes que tienen cada facultativo"
"Como dice el profesor Castillo, no podemos seguir así con esta crisis sanitaria. Y los obispos, con valentía, habrían de levantar su voz para denunciar el desmantelamiento de la sanidad"
"Es una vergüenza
que el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, haya defendido la
Sanidad Digital, seguro que él no se visitaría digitalmente, sino que pediría
una visita presencial. Y es también vergonzoso que, mientras aplaudíamos a los
sanitarios durante la pandemia, ahora se esté dejando de lado a los magníficos
médicos y enfermeros que tenemos"
14.11.2022 Josep Miquel Bausset
“Crisis sanitaria y religiosa: así no podemos seguir”. Éste es el título del excelente artículo de José Mª Castillo (Religión Digital, 11 de noviembre de 2022). El profesor Castillo, con toda la razón del mundo, ponía sobre la mesa el problema sanitario que estamos viviendo, con escasez de médicos y de enfermeras, con un horario exagerado e inhumano de los profesionales de la salud y con unos emolumentos más bajos que los que cobran los políticos. Y eso que el trabajo de los sanitarios es mucho (pero mucho) más importante que el de los políticos, porque ellos salvan vidas y los segundos, (aunque no todos) a menudo nos la complican e incluso se ríen de nosotros.
José Mª Castillo
también hacia referencia a la Iglesia que, en la situación sanitaria que
vivimos, no es capaz de denunciar las privatizaciones y los artilugios de
algunos políticos que no solo no favorecen la atención sanitaria, como se
merecen, los ciudadanos, sino que incluso hacen negocio con la sanidad. Son los
horarios abusivos que han de sufrir médicos y enfermeras, la atención de las
urgencias por video-llamadas, las listas de espera (de meses), las
video-consultas, la reducción de profesionales de la salud, las deficiencias o
incluso el desmantelamiento de las urgencias rurales y sobre todo la menor
inversión en Sanidad, hace que la ciudadanía no tenga una atención sanitaria
más humana, de calidad y más eficiente. Solo un dato: en el Hospital General de
València los pacientes están en urgencias cuatro días, (sí. No me he equivocado:
cuatro días) a la espera de tener una cama en planta (Levante, 12 de noviembre de 2022).
En Madrid, pero no solo
en Madrid, (ya que las protestas están generalizadas), los sanitarios se han
revuelto contra la política del gobierno autonómico, con centros de salud sin
médico y por lo tanto, desatendidos sanitariamente, además de la sobrecarga de
pacientes que tienen cada facultativo. Como dice el profesor Castillo, no
podemos seguir así con esta crisis sanitaria. Y los obispos, con valentía,
habrían de levantar su voz para denunciar el desmantelamiento de la sanidad.
Pero también es
importante la crisis económica que estamos sufriendo. Y no me refiero a la
crisis de los bancos, sino a la crisis que sufren los ciudadanos que confían su
dinero a los buitres de las entidades financieras. Lo digo con conocimiento de
causa, ya que unas personas conocidas, se han visto estafadas (sí, estafadas)
por un banco conocido y sin escrúpulos.
Marc Verdaguer (Diari
de Girona, 23 de octubre de 2022) daba unos datos escalofriantes y vergonzosos:
“El Banco de Santander ha ganado 7316 millones de euros en los primeros nueve
meses de este año. Eso es un 25% más que en el mismo periodo de 2021, unas cifras
nunca vistas en la entidad que preside Ana Botín”.
Unas personas que
conozco y que contrataron en este banco un producto, han tenido que pagar unas
comisiones de 900 euros, este verano, y de 600 el pasado mes de octubre. Por
eso no me extraña que con esas comisiones, el Santander ganara “7316 millones
de euros en los primeros nueve meses de este año”. Lo indecente y vergonzoso de
estas comisiones (una verdadera tomadura de pelo y una injusticia) es que
cuando estas amigas mías contrataron el producto, el banco no les avisó que
habrían de pagar esas elevadas comisiones.
La codicia y la
avaricia de los bancos es tal, que exprimen como sanguijuelas a sus clientes,
olvidando (vergonzosamente), que hace unos años los bancos fueron rescatados
con dinero público, con miles de millones de todos los ciudadanos. Y ahora
estos mismos bancos, indecentemente, no son capaces de ayudar a los que
ayudaron al rescate de estas entidades financieras. Por eso la actitud de los
bancos es vergonzosa y del todo inmoral.
Creo que nuestros
pastores, tan celosos defendiendo siempre la moral sexual, frecuentemente
(aunque no todos), se olvidan de denunciar las injusticias sociales y de una
manera particular la inmoralidad de los bancos y a los gobiernos que privatizan
la sanidad con el objetivo de hacer negocio, despreciando el dolor de la gente.
Y es que en vez de defender a los ciudadanos que tienen el derecho a una
sanidad universal y de calidad y de defender también a los clientes de unos
bancos que los asfixian con mentiras y medias verdades, nuestros pastores se
olvidan de denunciar esas indecencias.
Jesús habló siempre con
libertad y desde la libertad. Y siempre puso primero a las personas, sobretodo
a las más necesitadas, como eran los enfermos. Por delante del templo y del
culto (como podemos ver en la parábola del Buen Samaritano), Jesús puso primero
a las personas, a diferencia de los bancos, que son unas sanguijuelas y de los
gobiernos que no atienden la salud de los ciudadanos.
La codicia inmoral de
los bancos y la avaricia vergonzosa de algunos políticos, claman al cielo, ante
la indefensión de la gente más vulnerable y el sufrimiento de tantas familias
que se sienten estafadas por entidades financieras y por gobiernos que no ponen
por delante a las personas y el derecho a una sanidad universal.
La desvergüenza de los
bancos es antológica, ya que estas entidades financieras hacen negocio con el
dinero que los ciudadanos ingresan en ellas. Por qué ¿qué pasaría si todos los
ciudadanos retiraran su dinero de los bancos? Estos no podrían hacer negocio
con un dinero que es prestado. Y aún así, sabiendo los bancos que trabajan (y
ganan pingües beneficios) con el dinero de sus clientes, asfixian a estos a
base de comisiones abusivas i vergonzosas.
Es una vergüenza que el
consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, haya defendido la Sanidad
Digital, seguro que él no se visitaría digitalmente, sino que pediría una
visita presencial. Y es también vergonzoso que, mientras aplaudíamos a los
sanitarios durante la pandemia, ahora se esté dejando de lado a los magníficos
médicos y enfermeros que tenemos.
La salvaje crisis
económica, que se ceba siempre con los más débiles, ha de ser denunciada por la
Iglesia. Y la inhumana crisis sanitaria que maltrata a médicos, enfermeros y
pacientes, ha de ser también denunciada por nuestros pastores
Jesús denunció la
avaricia y la codicia de aquellos que acumulaban dinero y siempre estuvo al
lado de los enfermos, acogiéndolos, curándolos y atendiendo sus necesidades.
Por eso los obispos, los sacerdotes y los religiosos, habrían de apoyar las
reivindicaciones de los sanitarios y denunciar, con valentía, a aquellos bancos
que, sin piedad, se aprovechan de los más necesitados.
La salvaje crisis
económica, que se ceba siempre con los más débiles, ha de ser denunciada por la
Iglesia. Y la inhumana crisis sanitaria que maltrata a médicos, enfermeros y
pacientes, ha de ser también denunciada por nuestros pastores.
La Iglesia, para ser
fiel a Jesús, habría de estar siempre al lado de los más desfavorecidos,
recordando a los poderosos y a los prepotentes, que el Dios de Jesús no es el
Dios de los opresores sino que es el Dios de los oprimidos. Y con ellos, con
los oprimidos, ha de estar siempre la Iglesia. A favor de ellos y con ellos,
siempre defendiéndoles, para convertirse en la voz de los que no tiene voz.