Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

11 de enero de 2015

La mujer de Lot

Cuenta el génesis  que Abraham y Lot, su sobrino, con sus tribus respectivas, por orden de Dios salieron corriendo de Sodoma, ciudad pecadora que iba a ser destruida por el fuego.

 Dios – ese dios del muy antiguo testamento -  les prohibió mirar hacia atrás en su camino, para que no vieran el destrozo que preparaba…

La curiosa esposa de Lot, a la que  gustaban las telenovelas,  no se aguantó las ganas de ver cómo  terminaba aquella película. Cuando escuchó la estruendosa banda sonora del cataclismo en Sodoma,  detuvo su marcha y  se  volvió  a mirar.  Entonces ¡zas! Se quedó convertida en estatua de sal.  Eso Lot no lo vio, porque si llega a mirar, se queda  él  igual de salado.

Cuatro mil años han pasado, siglo  más siglo menos. Todavía  sigue la señora viuda de Lot, inmóvil por aquellas tierras desérticas.
En esos cuarenta siglos ha cambiado mucho  la vida de los descendientes de Abraham y Lot. 

Aquella tribu siguió caminando, después de muchas    invasiones y esclavitudes, de fundar ciudades y destruir otras,  allí se quedaron, guardando sus tradiciones y recuerdos del pasado.

Allí empezaron a aburrirse viviendo de antiguas memorias.

Hasta  que, entre los  tataranietos  de Abraham, fue creciendo un muchacho rebelde que animó a sus amigos a salir otra vez del pasado en busca  de una vida nueva…

Esa salida  le costó la persecución de los que  sólo querían quedarse mirando atrás. Y le costó la vida.

Es peligroso  asomarse al futuro.


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