Siempre
ha sucedido pero creo que en estos
tiempos destaca más, la
labor de los medios de
comunicación de masas como medios de masificación e incomunicación.
Cuando
se trata este tema en conversaciones
informales la frase más común que se escucha: “la prensa, la
radio, la televisión no dicen más que mentiras”… Pero si continua usted la plática podrá escuchar,
de quien afirmaba lo anterior, frases como:
“lo que dicen de ese país es cierto. Lo
escuché ayer por la tele” .
Pero
“¿en qué quedamos?- le podemos decir- si sólo mienten, eso que escuchaste, qué
es?” Porque no es cuestión de
simplificar. Si los medios de comunicación no dijeran más que mentiras con no
leerlos ni encender el receptor bastaba. Lo malo es que somos ciudadanos de un país y necesitamos enterarnos de lo que sucede,
sus causas y consecuencias para participar o defendernos, para colaborar o
inhibirnos.
Lo
que dicen los medios son verdades, mentiras, verdades a medias, medias
mentiras, deformaciones, sucesos sin analizar…
No
podemos simplificar diciendo que todo
son mentiras. Por lo general quienes dicen eso
son los que luego se lo creen todo.
Lo
que nos hace falta es saber leer entre líneas,
conseguir informaciones alternativas, que muestren la otra cara de la
realidad, analizar el porqué este tipo de noticias y este modo de contarlas, saber quién está en
el origen de la información, a quién le
interesa que la gente piense de ese modo ante cualquier acontecimiento.
Es
curioso que actualmente , cuando los
informativos en general hacen llover desprestigios o ridiculizan a algunos políticos, escritores o
artistas, sucede que personas con
cultura, con una visión aparentemente analítica dela realidad, se tragan todo lo que les dicen y se apaga su
espíritu crítico.
Nos
falta analizar el origen de las
informaciones. No nos damos cuenta de que las noticias suelen nacer de
importantes agencias y de que los dueños de esas agencias no son precisamente
pobres trabajadores ni sencillas amas de
casa. Esos son precisamente los
que tienden a tragarse todo; pero también tienen buenas tragaderas, como decía,
personas que presumen de estar bien informadas
y “al cabo de la calle”.
Los
dueños de agencias y empresas transnacionales están, naturalmente interesados en mantener sus privilegios y su poder
económico. Esto que es un dato tan
sencillo y evidente no lo tienen en cuenta gente con mayor formación y
conocimientos (puede ser que también a
ellos les interesa creérselo).
Les
cito un caso de hace ya años, pero que
se repite hoy en otros países. Fue en tiempos en que Salvador Allende
intentaba transformar la sociedad chilena:
Llevando a cabo
la orden de Nixon, en los años siguientes el gobierno de Estados Unidos
«estranguló» la economía de Chile, según Henry Kissinger. Los bancos congelaron
créditos y el gobierno USA congeló la ayuda económica. El Banco Mundial y otras
instituciones financieras internacionales dominadas por Estados Unidos
cancelaron préstamos. La ITT formó un comité de representantes de corporaciones
estadounidenses para fraguar una estrategia contra Allende, de la mano con la
administración Nixon. Se enviaron agentes de la CIA a sabotear la economía y
fomentar un movimiento de oposición contra el gobierno de Allende, como la
huelga de camioneros que paralizó el sistema de transporte.
Eso se contó luego, pero en aquellos momentos
los medios de comunicación se limitaban a contar lo mal que estaba la economía
del país, el desabastecimiento que había, el descontento…
Si
hoy, comienzos del año 2015, escuchan los informes sobre Venezuela ¿no encuentran ustedes gran semejanza con lo que
sucedió en 1973 en Chile?
Mejor
que alargarme en esta reflexión que se
puede aplicar a muchas situaciones de estos años, en que se habla de una
posible “tercera guerra mundial”, les recomiendo una lectura que encontrarán en este mismo blog. Es el libro “Cómo nos venden la moto” de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet (información, poder y
concentración de medios). También Noam Chomsky hace un análisis del papel
jugado por los medios en “Los guardianes de la libertad” donde analiza el sistema que usó el poder de
los medios (y de los gobiernos y el gran capital detrás de ellos) para desinformar
en hechos como el asesinato de Monseñor Romero, de las religiosas
norteamericanas en el Salvador, o del
extraño atentado contra el papa Juan Pablo II.