Mc (4. 37-39)
Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas se echaban
encima de la barca, de manera que ésta se inundaba. Él estaba en la popa
durmiendo”
Debía de estar muy cansado porque con el meneíllo de la barca
se quedó dormido. Él no era hombre de mar. No se dió cuenta de que detrás de los montes se
asomaban nubarrones y empezaba a soplar un viento cada vez más fuerte.
La barca se encabritó como un toro en jaripeo.
Pero la cosa se ponía
fea. Sujetándose a las tablas de la
barca se le acercó Pedro y le sacudió el hombro con sus manazas: “maestro,
maestro fíjate que…”
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