Los dos hermanos eran gemelos, pero no se
llevaban muy bien. Y todo fue, como ustedes saben, por un plato de lentejas.
Esaú volvía con un apetito feroz. No,
con hambre no. La familia no vivía mal y
lo que se dice hambre, es otra cosa de
la que uno se muere sin fuerzas ni para pedir pan. Pero el apetito de Esaú el
cazador era tan grande, (aunque se podía haber comido uno de los conejos flechados,
pero no quiso cocinar) Tan grande era que le vendió a Jacob los derechos de primogénito
que le iban a situar como gran jefe de la tribu. Esaú se comió las lentejas y
más tarde se comió los puños de rabia. Para saber más, si no lo sabían, echen una
mirada al capítulo 25 del Génesis y los
que siguen.
Si quieres descargar la versión para
imprimir hazlo AQUÍ