Tras las
huellas de Teresa en su V Centenario
María Isabel Serrano González. Doctora en Medicina.
Directora de la revista “A Tu
Salud”.
Leyendo el libro de las
Fundaciones de la santa; en la introducción que hace el carmelita e historiador
Teófanes Egido, me llamó la atención
entre los epígrafes que él detalla, el de los medios de transportes que
utilizó la santa. Me cogió su lectura, porque veo con qué detalles desgrana los
nombres de las personas que se los prestaron. Así como su variedad. Me impactó
y conmovió esta fidelidad.
Con este flash, al
introducirme ya en la lectura de Las Fundaciones descubro que su obra está
poblada de variadísimas personas con sus nombres. No es un reparto de
figurantes y vanidades, como acaece en las celebraciones y eventos actuales con
frecuencia. Lo que se desprende de la lectura es gratitud. Gratitud y
contemplación de la vida. Cuando termino el libro, no tengo por menos de sentir
que Dios es una presencia viva que llena de su bondad y sabiduría los momentos
de las personas, y en lo pequeño apenas perceptible, se manifiesta la
eternidad. En esta obra se abre a
nosotros también nuestra historia. Parece que la santa
quiere dejar patente que no es obra suya exclusivamente, sino de muchísimas
personas; desde aquellos que la prestaron carruaje, hasta los que la dejaron un
burro; los que la enseñaron para ir por los caminos, o los que le ayudaron a
encontrar agua del pozo. Todos con su nombre,
y sus relaciones tienen un rincón en la vida de Teresa. Desde el más noble
hasta el más pobre.
Desde el más santo, al más
pernicioso. ¿Fidelidad a su obra? Puede,
pero fundamentalmente respeto por las
personas y los hechos; valoración de las mismas, trasparencia, reconocimiento
admirado por los otros, y agradecimiento. Era una mujer agradecida. “Bien
es, hijas mías, las que leyereis estas Fundaciones, para que sepáis lo que se
les debe, para quien sin ningún interés, trabajan tanto en este bien que
vosotras gozáis” Cuenta la santa que en la fundación de Toledo, después de
haber fracasado con personas ricas, es decisiva “la intervención de un mancebo, llamada Andrada, nonada rico sino harto
pobre” que les consiguió una casa.
Todas estas personas que la santa visibiliza, colaborando con ella, es
toda una llamada a construir una sociedad que no excluya sino que integre a
todos los ciudadanos en su propio bien común. Esto va también para la
Iglesia. Teresa escuchaba la vida, por
eso late en su escritura; amaba la vida y en ella a las personas; apuntaba
certeramente al corazón de los
problemas. No los esconde. Era muy trasparente.
Supo de la pobreza y del rechazo que ella conlleva. Sabía que además
genera a otros desconfianza. A pesar de ello se puso en manos de un pobre en su
proyecto fundacional. En carne propia ella y sus monjas vivieron su
sufrimiento. Tuvieron miedo a ser rechazadas “cuando vieran lo pobres que
eran”. Sólo llevaban por ajuar dos jergones y una manta. Eran pobres, y en un
pobre confiaron. Confiaba en los seres humanos. Realmente le gustaba la gente.
No en vano su espiritualidad gira en torno a las relaciones. Las relaciones con
Dios, que ella las nombra como relación de amistad. Dios, Jesús, el amigo que
estaba presente continuamente en su vida. El sumo hacedor de su vida: “muchas
veces cuando considero esta fundación, me espantan (me maravillan) las trazas
de Dios”. Se está refiriendo al éxito conseguido por el pobre mancebo, Andrada.
Como una sin-techo, habitó en ocasiones en casas derruidas; que luego pondría
en pie con la ayuda de la gente. Su penuria queda patente cuando exclama: “no
sé quién movió al Señor que nos pusiera en la iglesia un hacecito de leña con
que nos remediara” Estas son las huellas de Teresa, y me llevan a exclamar:
ninguna familia sin casa; ningún ser humano sin hogar, y sin medios para vivir.
Hoy mueren en el desierto muchos jóvenes y niños, buscando una vida mejor. La
Sagrada Familia huyó a Egipto y se quedó sin hogar. Estos huyen de otro
Herodes: la codicia humana y la insensibilidad de la sociedad. Deberían resonar
en nosotros las palabras de Jesús, en Mc 8,2 “tengo compasión de ellos, si los
despido morirán por el camino” . Jesús,
un hombre atento a la vida. No cabe la comunión si seguimos dejando a las
personas que se frían en el desierto o se ahoguen en el mar. No podemos entrar
en el misterio de Jesús, sin dar
respuesta a esto. La doctora mística escuchaba la vida. Y aprendió a los pies
de Jesús. ”Maestro, ¿dónde moras? Venid y ved, responde Jesús” Y se despliega
toda su vida y lo que ocurría en torno a él y sus discípulos. Desgrana Teresa la vida de su tiempo, y se
desgrana a si misma. No hizo tratados contra la marginalidad, la pobreza y la
exclusión, pero las visibilizó. Auscultaba la vida: “cada mañana me espabilas
el oído, para que escuche como los iniciados” dice el salmista. Con su fino
oído, hizo visible el drama de las mujeres y las niñas; entonces como hoy, la
situación de las mismas era deplorable. De cada diez pobres, siete son mujeres
según UNICEF. “Cuando vino a nacer Teresa Lays, dio mucha pena a sus padres de
ver que también era niña; como les importaba poco la vida de la niña, la
dejaron sola (abandonada), sin que nadie se acordara de ella” Otro nombre de los de Teresa, otra huella;
ésta muy dolorosa. La discriminación de la mujer sigue siendo hoy real, y
también en la Iglesia, en sus formas, contenidos, lenguajes, reparto de
responsabilidades. En la Iglesia que además declara la igualdad de sus hijos e
hijas. La gratitud y grandeza de Teresa
llega tanto, que deja testimonio escrito de otras monjas, parecidas a ella; que
incluso la superaban, decía la santa. Que lejos de la ruindad y la envidia y desprecio de los otros que campa con
frecuencia en nuestra vida. Le interesaba la causa de Dios en el mundo. Es lo que
motivó sus fundaciones; por eso le escuchaba y hablaba con Dios en él. Teresa
nos descubre el drama de la encarnación y su ventura a través de tantos hombres
y mujeres que desfilan por esta obra; un Dios entregado en su amor siempre
activo y luminoso, que permite iluminar de esperanza toda angustia. Encarnado
en la vida de esta gente que está llena de bondad y compromiso. También está el
mal y nos lo enseña sin tapujos. Es muy trasparente Teresa de Jesús. Otra
huella suya. Escuchar la vida y hablar a
Dios desde la vida cambia el corazón y la relación con él. “oíd y vuestra alma
vivirá” La santa que celebramos, escuchó, y supo recibir de los “otros” el
tiempo de Dios, e hizo milagros porque Dios es fecundo si es entregado. Cuando
acabé de leerlo me pregunté: ¿por qué tienen tanta fuerza sus relatos? Ella,
habla como Jesús en los Evangelios, sin formulaciones retóricas; cuenta lo que
acaece en la vida cotidiana de la que todos tenemos experiencia y se sirve de
ella. Por eso el Evangelio de Jesús, y la propia Teresa, están alcance de
todos. El epígrafe de los carruajes parece que ha dado mucho de si. “Oh
secretos de Dios, cómo sin que lo queramos nos va disponiendo para hacernos
mercedes” Dice la santa. Una vida abierta
a Dios, acogiendo continuamente su fuerza salvadora. Todos los nombres de
Teresa están en el corazón de Dios, que llama a los suyos por su nombre.
“¿Dónde moras, Maestro? Venid y ved”. Son sus huellas.