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19 de marzo de 2015

CONCILIO VATICANO II (PARTE 2)



LO QUE SE DIJO Y LO QUE SE OLVIDA
DEL CONCILIO VATICANO II.

Es  bueno que demos un repaso a lo que  los obispos participantes en el concilió reflexionaron y decidieron. 
Publicaron una serie de documentos.

Algunos de ellos han tenido efecto  en los años  posteriores. Pero  algunas de sus decisiones y conclusiones  se han quedado en papel mojado, porque a algunos, también entre las jerarquías, no les gustaban y no les interesaba que se pusieran en práctica; también porque hubo fieles cristianos que no movieron ni  un dedo para ponerlo en práctica.

Nos detendremos en algunos aspectos  destacados del concilio.
Ante todo les presentamos todos los documentos que allí se discutieron y aprobaron. Fueron: 



Constituciones  (más teóricas)
Decretos conciliares (más  prácticos)
Declaraciones conciliares (temas concretos)
El papa Pablo VI presentó de manera resumida el contenido de cada uno de estos documentos conciliares.
Hablaremos hoy de
1.           Las cuatro constituciones del Concilio
·      Pondremos en rojo  comentarios   sobre  algunas   ideas de cada  documento
La Constitución dogmática sobre la Iglesia
 
Este documento, el más solemne de todo el Concilio, comienza con las palabras “Lumen gentium” (la luz de los pueblos).
El primer capítulo habla del misterio de la Iglesia ” es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano.” Después de este primer capítulo que describe la relación de la Iglesia con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo,
El segundo capítulo presenta a la Iglesia como Pueblo de Dios, constituido por el Bautismo y cuya cabeza es Cristo, en camino por la historia y destinado a reunir a todos los hombres. En este capítulo se señala la relación entre la Iglesia y los cristianos que no son católicos, sus relaciones con los no cristianos, y afirma el carácter misionero del Pueblo de Dios.
Esa palabra, PUEBLO DE DIOS  no se usaba antes. Es importante porque muestra a toda la iglesia, obispos, sacerdotes y laicos todos unidos con igual importancia, hace que los laicos no se sientan disminuidos y NO como que todo lo hagan y lo decidan los sacerdotes. En eso insistió mucho el concilio pero luego hay gente que lo ha olvidado y muchos  laicos se  quedan pasivos.
La Constitución presenta a continuación los miembros del Pueblo de Dios: la jerarquía (obispos, sacerdotes y diáconos) y los laicos.
El tercer capítulo, sobre la jerarquía, afirma la colegialidad del episcopado (Los obispos, sucesores de los apóstoles, en torno al Papa, sucesor de Pedro, su jefe, que ha recibido de Cristo la responsabilidad de la Iglesia universal  (Es decir que, no es cada obispo solo en su diócesis separado de los demás  sino que todos “hacen  equipo” con el papa)
El  concilio  decide que los obispos locales pueden restaurar el diaconado como un Orden permanente y conferir este Orden a los hombres casados ( Los diáconos  pueden realizar muchas responsabilidades  y  servicios sagrados en la comunidad:  bautismos, matrimonios…Esto lo empezaron a hacer obispos como don Samuel Ruiz en Chiapas(México), pero en Roma algunos  le pusieron muchas  dificultades).
En el cuarto capítulo, sobre los laicos, muestran su participación en la vida y misión de la Iglesia (culto, anuncio del Evangelio, la orientación de la vida y las actividades de la humanidad hacia Cristo).Todavía falta  que muchos católicos se lo tomen en serio y que los laicos sean gente más  activa  en  los compromisos cristianos, no sólo dentro del templo sino en su acción por la paz y la justicia.
El quinto capítulo habla de la vocación a la santidad de todos los miembros del Pueblo de Dios.(Parece que cuando se canoniza, se declaran santos, a algunas personas, la mayor parte son sacerdotes, religiosos y religiosas… Pero  hay  muchos laicos, madres y padres de familia que viven  admirablemente el amor a Dios y al prójimo aunque no se les reconoce  oficialmente.  Entonces muchos laicos y laicas no se toman en serio su compromiso cristiano…”eso es cosa de los sacerdotes….)
 El sexto capítulo, sobre los Religiosos, explica la función de la vida religiosa en relación con la vida espiritual de todo el pueblo cristiano. (No como gente separada sino unida  en su vida y acción con los laicos y los sacerdotes)
El séptimo capítulo presenta a la Iglesia, peregrina en la tierra hacia la vida eterna, en comunión con la Iglesia en el cielo.
El octavo capítulo presenta, finalmente, el papel maternal de María en el misterio de Cristo y la Iglesia. Es en sintonía con este texto que Pablo VI, 21 de noviembre de 1964, otorgó a la Virgen el título de Madre de la Iglesia, porque ella, como madre de Cristo, es también la madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles y como de sus pastores.

La Constitución Dogmática sobre la Revelación
Este texto que comienza con las palabras “Dei Verbum” (Palabra de Dios), se inserta “en el corazón del misterio de la Iglesia y es el centro del problema del ecumenismo: Todos los cristianos, se unen, o se tendrían que unir iluminados por la Biblia.  Hubo un tiempo que los católicos no leían la biblia, hasta algunos les parecía cosa de los “protestantes”  y sin embargo es base de nuestra fe cristiana. Hoy ya ha avanzado el interés por conocer la biblia como base de nuestra fe y eso puede ser  fuerza de unión  entre todos los cristianos
Dios ha hablado a los hombres. Cristo, el Verbo (la Palabra) de Dios, por quien todo fue creado, es la plenitud de la Revelación. En la Constitución se muestra cómo en las Sagradas Escrituras se encuentra la Palabra de Dios puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, mientras que la Palabra de Dios, confiada por Cristo a los Apóstoles, es totalmente transmitida por la Tradición de los sucesores de los apóstoles.
La jerarquía tiene el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios. La Constitución hace hincapié en el papel fundamental que debe tener la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia.
La Constitución sobre la Sagrada Liturgia
A este texto se lo conoce por sus efectos, teniendo en cuenta que la reforma de la liturgia latina se está aplicando en todos los países del mundo (así tendría que ser, sin embargo hay muchos católicos que se resisten a cambiar según las directrices del concilio).  La Constitución se limita a establecer las directrices de la reforma, cuya ejecución fue confiada en gran parte a las Conferencias Episcopales (como  en cada país existen culturas distintas Se decidió que siguiendo los principios que marcó el concilia las conferencias los apliquen después. El primer capítulo de esta Constitución (aceptada en sustancia, desde la primera sesión del 7 de diciembre de 1962, con 1.922 placet, 11 non placet y 180 placetyuxtamodum) (la votación en el concilio se hacía en latín. Placel quiere decir que sí, non placet que no, placel yuxtamodum que sí pero con algún cambio) establece los principios generales de la reforma y presenta un carácter doctrinal. Muestra cómo la liturgia es “es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza” .
El capítulo fija doctrinalmente la participación activa de los laicos, mientras se desarrolla una noción clara del Pueblo de Dios, hacia el cual la Jerarquía tiene una función de servicio, tal como explica más adelante la Constitución dogmática sobre la Iglesia (aquí volvemos  encontrar la iglesia como pueblo de Dios, y ese pueblo somos todos. Todavía mucha gente cuando habla de la iglesia está hablando de sacerdotes, obispos, papa… falta conciencia de que todos somos el pueblo de Dios).

La Constitución sobre la Iglesia en el mundo de nuestro tiempo
Esta constitución, se compone de una primera parte sobre la vocación del hombre y una segunda sobre algunos problemas urgentes.
Una introducción describe primero el estado actual del mundo, con sus transformaciones profundas, sus esperanzas y sus ansiedades. La Iglesia quiere captar todo lo que es un signo de la presencia y la voluntad de Dios en los acontecimientos, las necesidades y aspiraciones de los hombres. Se quiere juzgar a la luz de la fe los valores que la gente de hoy cree. A estos valores quiere volver a conectarlos a la fuente, que es Dios, lo que implica la rectificación de las desviaciones causadas por el pecado.
La primera parte de la Constitución responde a algunas preguntas: ¿Qué piensa la Iglesia de la dignidad del hombre (capítulo 1)? ¿Qué cosas deberían ser recomendadas para la construcción de la sociedad moderna (cap. 2)? ¿Cuál es el sentido último de la actividad humana (cap. 3)? El capítulo 4 muestra cómo el Pueblo de Dios y la humanidad en la que este pueblo se inserta, se ayudan mutuamente, de modo que la misión de la Iglesia es profundamente religiosa y profundamente humana.
La segunda parte estudia la dignidad del matrimonio y la familia, la promoción de la cultura, la vida económica y social de la comunidad política, y, finalmente, la paz y la promoción de la comunidad de naciones.
“A partir de estas premisas, aunque consciente de sus limitaciones, la Iglesia en todo esto se propone un objetivo: ayudar con su luz donde se pueda, ayudar con su esperanza, su mano en la mano de los hombres, abiertamente, para salvar al hombre”.
El primer párrafo de este documento es tal vez el más conocido y repetido de los documentos conciliares. Se lo copiamos aquí para que lo mediten y saquen consecuencias para su vida:
1.     Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia.
Esto  nos hace pensar en algo fundamental para nuestra fe cristiana. Jesús, Hijo de Dios es también verdadero hombre y los cristianos  sentimos como nuestro todo lo que sucede en el mundo. Eso nos pide nuestra espiritualidad… pero  el “espiritualista”, que no es lo mismo que espiritual, se encierra en el templo y no se preocupa de lo que sucede en torno suyo.

(Seguiremos con los demás documentos)