Cuenta la historia de la burra, que debía de estar
más acostumbrada a los malos tratos del profeta Balaam quien la usaba para sus
correrías publicitarias o condenatorias, cuando andaba profetizando por aquí y
por allá. Muchos, gente con dinero, le intentaban contratar para que
profetizase a su favor. Los profetas eran los publicistas de la época. Unos, igual
que los actuales, profetizaban a favor de quien les pagaba más.
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