Documento que acaba de publicar la Conferencia Episcopal de Guatemala. Un grito de dolor y esperanza frente a la angustiosa situación en que se encuentra la tierra de la eterna, y ensangrentada primavera.
Comunicado de la
Conferencia Episcopal de Guatemala.
1. Los Obispos de Guatemala, unidos al clamor popular ¡Basta ya, queremos
una
Guatemala
distinta!, sumamos nuestra palabra en esta coyuntura histórica que
atraviesa
nuestro país, definida por dos factores: el descubrimiento de la
corrupción
organizada en entidades estatales que ha puesto en crisis la
institucionalidad
del Estado y el horizonte electoral que define tiempos y
plazos
constitucionales sin que se perfilen opciones políticas capaces de
conducir a la
consolidación de la democracia participativa y del estado de
derecho
mientras se acercan las elecciones que tendrán lugar el 6 de
Septiembre
en las que se elegirán presidente, vicepresidente, diputados al
Congreso y
al PARLACEN, y alcaldes con las corporaciones municipales en todo
2. Los primeros procesos electorales de la época democrática estaban
signados
por la
existencia de algunos partidos políticos históricos, con principios
propios y
con una capacidad de convocatoria a segmentos importantes del
electorado.
El paso del tiempo ha ido mostrando un deterioro profundo del
sistema político
guatemalteco. Los partidos surgen y desaparecen en ciclos
breves, se
caracterizan más por la personalidad de quien los organiza y menos
por la
propuesta política que los inspira, el clientelismo es parte de su
naturaleza
misma, la fidelidad de sus militantes es mínima como lo
comprobamos
por el transfuguismo cada vez mayor de diputados y alcaldes.
Los partidos
carecen de una plataforma ideológica sólida y coherente con la
realidad
pluricultural del país y de propuestas serias, viables e integrales que
garanticen
la gobernabilidad y la solución de los problemas estructurales que
afrontamos.
Cada día se incrementa más la brecha entre la ciudadanía y los
partidos que
hace ya mucho dejaron de ser interlocutores válidos de la
población. Día
a día crece el escepticismo ante los mismos, pues hacen
promesas no
cumplidas, no muestran transparencia en el manejo de sus fondos
y crean
sospechas sobre el origen ilícito de tal financiamiento.
3. Estas características de nuestro sistema político han ido generando un
creciente
desencanto entre la población que cada vez cree menos en los
partidos y
en sus líderes cuyo comportamiento ha creado la mentalidad de
considerar
la participación política como quebrar una piñata: un golpe de
fortuna,
palos al azar, unos dulces caídos y poco más se espera de los partidos.
Esta
mentalidad muestra también lo fácil que es engañar y ser engañado en
nuestro país.
4. Las elecciones, cuya convocatoria ya se publicó para cumplir así con
lo
mandado por
la Constitución, no deben retrasarse, pues hacerlo significaría
romper el
orden constitucional, sin embargo las mismas se darán en medio de
la crisis
generalizada que se hizo evidente a raíz del descubrimiento del
enorme
fraude fiscal ocurrido en la Superintendencia de Administración
Tributaria y
en la que había conexiones claras con funcionarios de gobierno,
con
empleados aduanales sindicalizados y con empresarios que recurrían al
soborno para
facilitar la importación y exportación de productos. A esta crisis
inicial han
seguido nuevos descubrimientos de corrupción multimillonaria: el
contrato
para la “limpieza” del lago de Amatitlán, el contrato con la drogueria
Pisa que no
solo ha significado corrupción y capturas de personajes
importantes
sino que ha producido daños irreversibles y hasta la muerte de
una serie de
enfermos renales pésima y fraudulentamente atendidos. Esto es
tan sólo una
gota en el océano de corrupción e impunidad que nos ahoga, este
cuadro
constituye un pecado social inmenso que clama al cielo.
5. Los hechos evidencian la inmundicia de corrupción en que el Estado
guatemalteco
se ha convertido y ha constituido el colmo de la desfachatez que
ha provocado
manifestaciones multitudinarias que expresan la indignación y la
ira de
grandes mayorías de ciudadanos que puede ser una ventana a la
esperanza
pero también un riesgo de entrar en procesos caóticos y
turbulentos,
si no se responde con inmediatez a las demandas legítimas que se
vienen
planteando en las calles y plazas de nuestra patria.
6. Las movilizaciones han seguido y en ellas descubrimos tanto la genuina
indignación
popular frente a tanta corrupción y latrocinio como agendas de
grupos
variados que quieren ser pescadores en el río revuelto de la corrupción
actual y que
avanzan propuestas de distinta importancia y con sesgos que
muestran
deseos no siempre realizables y garantes del bien común.
7. El proceso electoral es importante pero también es evidente que la
incapacidad
–por
ineptitud y malicia‐ del Congreso de la República para cambiar la Ley
Electoral y
de Partidos Políticos hace que los ciudadanos se enfrenten a unas
elecciones
en que hay mucho de lo mismo de antes y en muchos sentidos aún
peor. Lo que
hasta ahora hemos visto y oído son más colorcitos, más mensajes
sin
sustancia y más maquillaje para mercadeo electoral.
8. Necesitamos fortalecer la democracia que tenemos para hacerla más
expresiva
de la
defensa del bien común y de la promoción de la dignidad humana, que
garantice el
imperio de la ley para todos los sectores sin exclusión.
Necesitamos
que el proceso se realice con nuevas reglas, y las más urgentes
deben
aprobarse de inmediato para que incidan en estas elecciones, urgimos la
participación
de gente proba y honesta que se mantenga tal en la gestión del
Estado en
todos sus niveles e instituciones. Necesitamos ciudadanos y
funcionarios
honestos, con conciencia ética y sentido de responsabilidad moral
en el manejo
de los asuntos públicos y privados.
9. Participar en las elecciones es importante para todos, a sabiendas de
que los
márgenes en
los que podemos elegir son insuficientes. En la mayoría de los
casos, habrá
que elegir no tanto al mejor cuanto al menos malo. Pedimos a los
ciudadanos
responsables continuar con la presión sobre el Congreso de la
República
para que haga los cambios que deben hacerse en la ley electoral y de
partidos políticos.
El Congreso actual así como el próximo deberán redefinir su
agenda para
establecer mecanismos de reforma de sus actuaciones y de la
normatividad
institucional del país.
10. No podemos olvidar que en nuestro país la mitad de los niños viven en
estado de
desnutrición crónica, los jóvenes ven que se les niega un futuro
digno, más
de la mitad de la población vive en pobreza, el flujo migratorio no se
detiene,
siete de cada diez trabajadores se desempeñan en el sector informal, la
violencia se
expresa en todos los sectores del país y el crimen organizado es
muy
probablemente el mayor empleador del país.
11. Frente a este panorama queremos gritar también con indignación:
¡basta ya!
Necesitamos romper el ciclo de corrupción, impunidad y
conflictividad
para proponernos ser una Guatemala distinta, que no tema a la
verdad pero
que tampoco busque imponer como absolutas verdades parciales,
que promueva
la justicia y el derecho, que rompa con los ciclos de exclusión y
que tampoco
postule nuevas exclusiones que corrijan las anteriores pero que
perpetúen la
conflictividad. Es el momento de abrir bien los ojos, razonar con
claridad,
para hacer una elección responsable y consciente. Es el tiempo de
exigir a los
candidatos veracidad, transparencia y honestidad.
12. Queremos una Guatemala distinta y nos comprometemos para que la
verdad del
Evangelio, la que libera integralmente, sea nuestra mayor
contribución
al cambio social y ético que como país necesitamos.
Guatemala, 3
de junio de 2015.
+ Rodolfo
Valenzuela Núñez
Obispo de la Diócesis de La
Verapaz
Presidente
de la CEG.
+ Domingo
Buezo Leiva
Obispo del
Vicariato Apostólico de Izabal
Secretario General de la CEG