Mt 28, 16-20
José Antonio Pagola |
Los estudios sociológicos lo destacan con datos
contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales están
abandonando la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada
a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la
comunidad de Jesús.
Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se
pierda» sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No
es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer
pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía
permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra
preocupación con más fuerza y dolor?
La desafección por la misa está creciendo incluso entre
quienes participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la
fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades,
pero ¿podrá la misa seguir viva solo a base de medidas protectoras que aseguren
el cumplimiento del rito actual?
Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en
su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que
ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo
que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?
¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde
siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo
que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y
se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a
vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?
Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin
embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto
vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible
cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y
vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse
de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo.
José Antonio Pagola