Los
de arriba, sean políticos, empresarios o religiosos, hablan mucho de paz, pero
no de justicia, porque hablar de paz les suena bien a los de arriba y a los
ingenuos de abajo, pero hablar de justicia suena mal a los de arriba porque
abre los ojos a los de abajo.
La verdadera religión, sea la que fuere, es la que contribuye a la construcción
de un mundo de paz con justicia, es decir, que los de arriba bajen hasta
encontrarse con los de abajo y los de abajo suban hasta encontrarse con los de
arriba y, de esta manera, se construya la fraternidad universal, que es en
definitiva la esencia
del amor y de toda religión.