Darwinismo, cultura de violencia y neoliberalismo.
Se caen las máscaras.
El
monopolio de la violencia y legitimidad garantiza que se mantengan las
desigualdades en cualquier sociedad desigual.
20/07/2015
Charles Darwin acuñó el termino de la supervivencia de los más fuertes y
comparando el comportamiento humano al animal donde estaríamos en una guerra
que los más grandes y fuertes o los que saben esconderse mejor o van en grupos
de defensa son los que sobreviven y transmiten sus genes a futuras
generaciones. De ahí aparece el término darwinismo social que viene a decir que
la lógica de la selva es la lógica más natural para entender el funcionamiento
ideal de la sociedad. Esa lógica de la selva es la de la biología, la cual
naturalizaría las diferencias normales o excesivas entre unos y otros y legitimaría
la agresividad. El monopolio de la violencia y legitimidad garantiza que se
mantengan las desigualdades en cualquier sociedad desigual.
Ahora
bien, para facilitar que no se vea demasiado el montaje, conviene crear
enemigos externos o enaltecer egos colectivos. En el extranjero creamos
terroristas o incluso una cultura que se ve competición como progreso que
defiende etnias o mesías concretos. En ese darwinismo social creamos
estereotipos y formas de ver el mundo en donde el pobre es vago y hay que
alejarse u odiarlo mientras que el rico es emprendedor e inteligente, y hay que
acercase o amarlo.
También se genera una ingeniería mediática en donde se realiza un
adoctrinamiento emocional para que amemos a determinados cuerpos, soportemos
determinadas doctrinas, defendamos determinados países y odiemos a otros. Ese
odio hacia el otro además nos roba la conciencia crítica y nos liquidiza siendo
más manipulables de canalizar ese odio hacia la dirección que deseen otros.
Ese
adoctrinamiento emocional pasa por incorporar la filosofía del darwinismo
dentro de la psicología a través de la fisiología y biología.
A sí, la
guerra es ahora contra el mismo individuo. Freud mismo acepta ese conflicto
interno de fuerzas: eros y thanatos. En esta visión clínica del ser humano el
objeto central del estudio no es la sociedad sino que el responsable último de
su propio dolor y patologías es al propio individuo. Amplia financiación
publica ha sido aprobada para financiar estudios con esos paradigmas biológicos
y conductistas. De hecho cumple un doble objetivo. Por un lado
desresponsabiliza a la sociedad, y por otro lado responsabiliza al
individuo. Así, nuevos gurús de la ciencia natural justifican la
naturaleza competitiva de la sociedad donde se justifica el hambre, la
enfermedad. En esa línea la cultura juega un rol importante.
Los estereotipos por un lado dan modelos mentales de quien es bueno y
quien no. Por otro lado, tenemos los juegos violentos, películas violentas, las
informaciones violentas que nos describen una realidad guerrera donde las
guerras permiten a los buenos liberar a los malos y nos van adoctrinando para
que el placer se conecte con el enaltecimiento emocional y la desconexión.
Igualmente, la democracia se utiliza adhoc con dobles estándares. Cuando nos
interesa convocamos a las elecciones y cuando un referéndum nos molesta lo
vemos como irresponsabilidad política,
La
cultura de la violencia no es fruto de la casualidad. La demanda de violencia
en los juegos y actitudes no son meras peticiones espontáneas del mercado. No
nos engañemos. Hay multitud de medios que promueven esa cultura, sobre todo en
la cultura de la pantalla. Tener una sociedad controlada por sus impulsos de
violencia no solo vende, sino que es estratégico y favorece mejor la
manipulación emocional. Igualmente, conviene que los miembros de la sociedad se
muevan por emociones agresivas y descontroladas cuando interesa, pues si lo
hacen guiados por los medios de comunicación acabarán defendiendo valores
favorables los más fuertes.
En esa
cultura de la violencia la única manera de lidiar con el enemigo (pobre,
griego, trabajador o terrorista, etc..) es que se adapte, que se asimile pero
sobre todo que no negocie en mis términos, pues eso sería perder mis
privilegios y mi imagen de dominio. En esa cultura los estereotipos son
estratégicos para justificar la violencia y generar el odio necesario para no
sentir pena o compasión contra aquellos con quien los poderosos pierden dinero
o poder.