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6 de agosto de 2015

DARWINISMO Y VIOLENCIA



Darwinismo, cultura de violencia y neoliberalismo. Se caen las máscaras.
El monopolio de la violencia y legitimidad garantiza que se mantengan las desigualdades en cualquier sociedad desigual.
Eduardo Salvador - Centre Delàs d'estudis per la pau
20/07/2015 

Charles Darwin acuñó el termino de la supervivencia de los más fuertes y comparando el comportamiento humano al animal donde estaríamos en una guerra que los más grandes y fuertes o los que saben esconderse mejor o van en grupos de defensa son los que sobreviven y transmiten sus genes a futuras generaciones. De ahí aparece el término darwinismo social que viene a decir que la lógica de la selva es la lógica más natural para entender el funcionamiento ideal de la sociedad. Esa lógica de la selva es la de la biología, la cual naturalizaría las diferencias normales o excesivas entre unos y otros y legitimaría la agresividad. El monopolio de la violencia y legitimidad garantiza que se mantengan las desigualdades en cualquier sociedad desigual.

Ahora bien, para facilitar que no se vea demasiado el montaje, conviene crear enemigos externos o enaltecer egos colectivos. En el extranjero creamos terroristas o incluso una cultura que se ve competición como progreso que defiende etnias o mesías concretos. En ese darwinismo social creamos estereotipos y formas de ver el mundo en donde el pobre es vago y hay que alejarse u odiarlo mientras que el rico es emprendedor e inteligente, y hay que acercase o amarlo.
También se genera una ingeniería mediática en donde se realiza un adoctrinamiento emocional para que amemos a determinados cuerpos, soportemos determinadas doctrinas, defendamos determinados países y odiemos a otros. Ese odio hacia el otro además nos roba la conciencia crítica y nos liquidiza siendo más manipulables de canalizar ese odio hacia la dirección que deseen otros.
Ese adoctrinamiento emocional pasa por incorporar la filosofía del darwinismo dentro de la psicología a través de la fisiología y biología. 
A sí, la guerra es ahora contra el mismo individuo. Freud mismo acepta ese conflicto interno de fuerzas: eros y thanatos. En esta visión clínica del ser humano el objeto central del estudio no es la sociedad sino que el responsable último de su propio dolor y patologías es al propio individuo. Amplia financiación publica ha sido aprobada para financiar estudios con esos paradigmas biológicos y conductistas. De hecho cumple un doble objetivo. Por un lado desresponsabiliza a la sociedad, y por otro lado responsabiliza al individuo.  Así,  nuevos gurús de la ciencia natural justifican la naturaleza competitiva de la sociedad donde se justifica el hambre, la enfermedad. En esa línea la cultura juega un rol importante.
Los estereotipos por un lado dan modelos mentales de quien es bueno y quien no. Por otro lado, tenemos los juegos violentos, películas violentas, las informaciones violentas que nos describen una realidad guerrera donde las guerras permiten a los buenos liberar a los malos y nos van adoctrinando para que el placer se conecte con el enaltecimiento emocional y la desconexión. Igualmente, la democracia se utiliza adhoc con dobles estándares. Cuando nos interesa convocamos a las elecciones y cuando un referéndum nos molesta lo vemos como irresponsabilidad política,
La cultura de la violencia no es fruto de la casualidad. La demanda de violencia en los juegos y actitudes no son meras peticiones espontáneas del mercado. No nos engañemos. Hay multitud de medios que promueven esa cultura, sobre todo en la cultura de la pantalla. Tener una sociedad controlada por sus impulsos de violencia no solo vende, sino que es estratégico y favorece mejor la manipulación emocional. Igualmente, conviene que los miembros de la sociedad se muevan por emociones agresivas y descontroladas cuando interesa, pues si lo hacen guiados por los medios de comunicación acabarán defendiendo valores favorables los más fuertes.
En esa cultura de la violencia la única manera de lidiar con el enemigo (pobre, griego, trabajador o terrorista, etc..) es que se adapte, que se asimile pero sobre todo que no negocie en mis términos, pues eso sería perder mis privilegios y mi imagen de dominio. En esa cultura los estereotipos son estratégicos para justificar la violencia y generar el odio necesario para no sentir pena o compasión contra aquellos con quien los poderosos pierden dinero o poder.