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Enredados
Y los seres humanos siguieron practicando la pesca con redes invisibles. Las muchachas tendían sus redes a los hombres y viceversa. El viceversa de los hombres parece que era más sencillo y brutal. Las redes femeninas más inteligentes, finas como las telarañas...
Enredados
Y los seres humanos siguieron practicando la pesca con redes invisibles. Las muchachas tendían sus redes a los hombres y viceversa. El viceversa de los hombres parece que era más sencillo y brutal. Las redes femeninas más inteligentes, finas como las telarañas...
Historias bíblicas
de ayer
que se repiten
hoy
Enredados
ayer
Las
redes de pescar son tan antiguas, que no se sabe quién las inventó. Con
las redes de pescar se sacan del mar miles de toneladas de pescado.
Pero son
mucho más antiguas las redes que tejen las arañas. Pues desde hace 330 millones
de años, las arañas recogen el alimento con sus telas. En la misma forma que
los peces quedan atrapados en las redes, así también los insectos que sirven de
alimento a las arañas quedan atrapados en sus telas. (Adaptado de Almanaque Escuela Para Todos)
Pero antes de que un ser humano,
tal vez un pescador, las inventase ya el hombre y la mujer habían caído en otras redes. Imagínense: enroscada en una rama del paraíso
la serpiente del mal les animó a comer
la fruta prohibida, (esa que no se sabe
si era manzana o melón…). Al incauto matrimonio que cayó en sus redes, le costó
el primer destierro de la prehistoria.
Y los seres humanos siguieron
practicando la pesca con redes invisibles.
Las muchachas tendían sus redes a los hombres y viceversa. El viceversa de los hombres parece que era más sencillo y brutal. Las redes
femeninas más inteligentes, finas como las telarañas.
No se sabe quién, observando
estos animalitos y sus finísimos hilos, empezó a hacer nudos entre cordeles,
para conseguir enredar animales, especialmente peces que convertían en pescados
una vez que los pescaban (está claro no?).
Abriendo la Biblia encontramos
presentes y activas las redes en
los evangelios. Un día, cuando
aquel carpintero de tierra adentro fue a pasear
junto al lago, encontró arreglando
las redes a cuatro muchachos.
Seguramente él ya
conocía las redes desde mucho
antes. La primera vez que vio aquellos artilugios, supongo que
de patojo, chaval, pelao… le llamaría
mucho la atención. “¿Y esto para qué sirve?”. Los del oficio se lo explicaron y los vio después lanzando aquel amasijo de cordeles que se
extendían en el aire y se zambullían en el agua. Lo entendió mejor cuando llegaba la barca a la orilla
arrastrando los peces, perdón, los pescados, que se debatían entre las cuerdas de la red hinchada. Acaso
alguna vez, ayudando a papá José tuvo
que colaborar clavando tablas de alguna lancha.
En casa seguramente comerían en
días especiales unas carpas a la brasa,
que vendían en salazón por las calles de Nazaret.
Pero ahora hablamos del día en que encontró a los cuatro arreglando las redes
para que los peces no se escapasen…
Seguramente Él había vuelto ya de
su visita al primo Juan en el Jordán, donde se había encontrado con algunos de
ellos. Ya había pasado su retiro, tentaciones diabólicas incluidas, por las
rocas desérticas de Judea. Ya tenía más
claro lo que andaba buscando.
Aquel día empezaban a acercársele
vecinos a la orilla para escucharle
hablar de ese misterioso reino. Algo que, aunque no lo acababan de entender, les
sonaba a libertad sin romanos, a juventud sin escribas
aburridos, a vida feliz para todos.
Empezó a venir más gente que se
arremolinaba hablándole y empujándolo.
Jesús se refugió en una de sus barcas. Mientras se balanceaba suavemente les habló hasta que se cansaron o se cansó Él
y quedó sólo con aquellos cuatro.
-
“¿Por qué no entramos al lago y echan un poco las redes, a
ver qué sacan?”
-
“Maestro tu hablarás muy bien pero de pesca no entiendes nada”.
No les cuento lo que ya saben. Cómo repitieron la rutina
de todos los días, sólo que aquella vez las redes se les llenaron como nunca.
-
“No te preocupes - le dijo al asombrado Simón, para que lo oyeran todos- Desde ahora echarás las redes por la humanidad entera”
Jesús fue aprendiendo
un poco más de pesca y sabía distinguir la calidad de los peces
Mateo 13:47 Asimismo el
reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados,
recogen lo bueno en cestas, y echan fuera lo malo.
Al carpintero de Nazaret, por meterse a pescador
le echaron otras cuerdas encima; para que no se escapase lo clavaron en madera.
Los
pescadores volvieron a sus tareas de
pesca en el lago y allí se lo volvieron a encontrar.
Entonces les envió
por el mundo, como pescadores y
como pastores. “Pedro, apacienta mis ovejas”.
Hoy
Hoy
quienes les sucedieron son pescadores, pastores, carpinteros, constructores de
templos, cobradores de impuestos o de estipendios… Hasta
volvieron a llamarles sacerdotes,
padres, maestros, como a los encargados
de aquel antiguo templo de tristes
recuerdos, en Jerusalén.
Cada
cierto tiempo los responsables de ese
grupo de pescados, mujeres y hombres, que tanto había aumentado se reunían en
asambleas llamadas concilios que a veces sonaban como dice el refrán: “Reunión de pastores
oveja muerta”. En los 20 siglos hubo 21 concilios.
Quisieron
volverse a llamar pescadores pero la red que arrastra
por la fuerza a los pescados sonaba muy poco democrática.
Recordaban
que para el maestro la pesca era otra cosa; nada de agarrar por la fuerza a la
gente pescada. Más bien se trataba de una operación de salvamento a los
que estaban en peligro de ahogarse en la vida.
Pero para eso, para salvar náufragos, ¿qué redes
hacían falta?. Redes que mantuvieran la libertad de todos los
pescados…
Hasta que la experiencia y
los nuevos inventos les fueron iluminando la mente. ¿Y si resulta que
pescadores, pascados y redes, todos somos lo mismo? Todos somos como nudos de una red que abarque el mundo entero. Todos somos
pescadores, todos somos pescados, todos, cada uno, somos un nudo de esa red
universal.
Estamos
hablando de las “redes sociales” que
Pedro y sus compañeros
desconocían.
Ese
es nuestro intento hoy; pero aún estamos
en un camino con obstáculos. Es que ¿saben?:
existen unas arañas venenosas que tienden su telaraña para llevarse a los incautos a su propia red. Esas
telarañas se llaman mercado, competitividad,
liberalismo…”divide y vencerás”.
Para eso también utilizan las redes sociales, unos con publicidad
mentirosa, otros, los crackers, rompiendo redes e impidiendo la unidad.
“Que
todos sean uno,” oraba el carpintero de Nazaret.
Que
todos nos demos cuenta de que somos uno, los nudos que sujetan una red
universal, la que no sirve para pescar
porque en la red estamos todos enredados: pescadores, pescados, nudos de la
red.
El mar la tierra, los montes, peces, aves, fieras, mujeres y hombres… el universo entero.
Ya no les hace falta a Pedro y compañeros remendar sus pequeñas
redes. Ahora tienen, tenemos, que
remendar esa inmensa red social
electrónica, y humana, hecha de cables, miradas y abrazos, que funciona por la
electricidad, el amor y la oración, que
evita las arañas venenosas de la mentira, el racismo, la violencia. Todos somos una red.
Todos somos uno,
Aunque nos falte mucho
para creerlo