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24 de septiembre de 2015

Lo que va de ayer a hoy: ENREDADOS

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Enredados
Y los seres humanos siguieron practicando la pesca con redes invisibles. Las muchachas tendían sus redes a los hombres y viceversa. El viceversa de los hombres parece que era más sencillo y brutal. Las redes femeninas más inteligentes, finas como las telarañas...



Lo que va de ayer a hoy
Historias   bíblicas  de ayer
que se repiten hoy

Enredados

ayer
Las  redes de pescar son tan antiguas, que no se sabe quién las inventó. Con las redes de pescar se sacan del mar miles de toneladas de pescado.




Pero son mucho más antiguas las redes que tejen las arañas. Pues desde hace 330 millones de años, las arañas recogen el alimento con sus telas. En la misma forma que los peces quedan atrapados en las redes, así también los insectos que sirven de alimento a las arañas quedan atrapados en sus telas. (Adaptado de Almanaque Escuela Para Todos)
Pero antes de que un ser humano, tal vez un pescador, las inventase ya el hombre y la mujer  habían caído en otras redes.    Imagínense: enroscada en una rama del paraíso la serpiente del mal les animó a  comer la fruta  prohibida, (esa que no se sabe si era manzana o melón…). Al incauto matrimonio que cayó en sus redes, le costó el  primer  destierro de la prehistoria.
 
 Y los seres humanos siguieron practicando la pesca con redes invisibles.  Las muchachas tendían sus redes a los hombres y viceversa.  El viceversa de los hombres  parece  que era más sencillo y brutal. Las redes femeninas más inteligentes, finas como las telarañas.
 
No se sabe quién,  observando  estos animalitos y sus finísimos hilos, empezó a hacer nudos entre cordeles, para conseguir enredar animales, especialmente peces que convertían en pescados una vez que los pescaban (está claro no?).
Abriendo la Biblia  encontramos  presentes y activas las redes en  los evangelios.  Un día, cuando aquel carpintero de tierra adentro fue a pasear  junto al  lago, encontró arreglando las redes a cuatro muchachos.  

Seguramente  él  ya conocía las redes desde  mucho antes.  La primera vez  que vio aquellos artilugios, supongo que de  patojo, chaval, pelao… le llamaría mucho la atención. “¿Y esto para qué sirve?”. Los del oficio  se lo explicaron y los vio después  lanzando aquel amasijo de cordeles que se extendían en el aire y se zambullían en el agua. Lo entendió mejor  cuando llegaba la barca a la orilla arrastrando los peces, perdón, los pescados, que se debatían  entre las cuerdas de la red hinchada. Acaso alguna vez,  ayudando a papá José tuvo que colaborar clavando tablas de alguna lancha.  En casa seguramente  comerían en días especiales unas carpas  a la brasa, que vendían en salazón por las calles de Nazaret.

Pero ahora  hablamos del día en que  encontró a los cuatro arreglando las redes para que los peces no se escapasen…
Seguramente Él había vuelto ya de su visita al  primo Juan en el Jordán,  donde se había encontrado con algunos de ellos. Ya había pasado su retiro, tentaciones diabólicas incluidas, por las rocas desérticas de Judea.  Ya tenía más claro lo que andaba buscando. 

Aquel día empezaban a acercársele vecinos a  la orilla para escucharle hablar  de ese misterioso reino. Algo  que, aunque no lo acababan de entender, les sonaba   a libertad sin romanos, a juventud sin escribas aburridos,  a vida feliz  para todos.

Empezó a venir más gente que se arremolinaba  hablándole y empujándolo. Jesús se refugió en una de sus barcas. Mientras se balanceaba suavemente  les habló hasta que se cansaron o se cansó Él  y  quedó sólo con aquellos cuatro.

-          “¿Por  qué no  entramos al lago y echan un poco las redes, a ver qué sacan?”
-          “Maestro tu hablarás muy bien pero  de pesca no entiendes nada”.

No les cuento lo que ya saben. Cómo repitieron la rutina de todos los  días,  sólo que aquella vez las redes se  les llenaron como nunca.

-          “No te preocupes -  le dijo al asombrado  Simón, para que lo oyeran todos-  Desde ahora echarás las redes  por la humanidad entera”
 Jesús fue aprendiendo un poco más de  pesca y sabía distinguir  la calidad de los peces

 Mateo 13:47 Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge  toda clase de peces;  y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y   echan fuera lo malo.
Al  carpintero de Nazaret, por meterse a pescador le echaron otras cuerdas encima; para que no se escapase lo clavaron en madera.
Los pescadores  volvieron a sus tareas de pesca  en el lago  y allí se lo volvieron  a encontrar. 
Entonces  les  envió por el mundo,  como  pescadores y  como pastores. “Pedro, apacienta mis ovejas”.




Hoy

 Hoy quienes les sucedieron son pescadores, pastores, carpinteros, constructores de templos,  cobradores de  impuestos o de estipendios…   Hasta   volvieron a llamarles  sacerdotes, padres, maestros, como a los  encargados de aquel antiguo templo de  tristes recuerdos, en Jerusalén.  

Cada cierto tiempo los responsables  de ese grupo  de pescados, mujeres y hombres,  que tanto había aumentado se reunían en asambleas llamadas concilios que a veces sonaban  como dice el refrán: “Reunión de pastores oveja muerta”.   En los 20 siglos  hubo 21 concilios.

Quisieron volverse a llamar pescadores  pero   la red  que  arrastra por la fuerza a los pescados sonaba muy poco democrática.

Recordaban que para el maestro la pesca era otra cosa; nada de agarrar por la fuerza a la gente pescada.  Más bien se  trataba de una operación de salvamento a los que estaban en peligro de ahogarse   en la vida.  Pero para eso, para salvar  náufragos,  ¿qué  redes hacían falta?.  Redes que  mantuvieran la libertad de todos los pescados…

Hasta que  la experiencia y los nuevos inventos les fueron iluminando la mente. ¿Y si resulta que pescadores, pascados y redes,  todos  somos lo mismo?  Todos somos como  nudos de una red  que abarque el mundo entero. Todos somos pescadores, todos somos pescados, todos, cada uno, somos un nudo de esa red universal.

Estamos hablando de las “redes sociales” que  Pedro y sus compañeros  desconocían.
Ese es nuestro  intento hoy; pero aún estamos en un camino con obstáculos.  Es que ¿saben?: existen unas arañas venenosas que tienden su telaraña para  llevarse a los incautos  a su propia  red.  Esas telarañas se llaman mercado, competitividad,  liberalismo…”divide y vencerás”.  Para eso también utilizan las redes sociales, unos con publicidad mentirosa, otros, los crackers, rompiendo redes e impidiendo la unidad.

“Que todos sean uno,” oraba el carpintero de Nazaret. 
Que todos nos demos cuenta de que somos uno, los nudos que sujetan una red universal,   la que no sirve para pescar porque en la red estamos todos enredados: pescadores, pescados, nudos de la red.

El mar la tierra, los montes, peces, aves, fieras,  mujeres y hombres… el universo entero.

Ya no les hace falta a Pedro y compañeros remendar sus pequeñas redes.  Ahora tienen, tenemos,  que  remendar esa inmensa red social  electrónica, y humana,  hecha de  cables, miradas y abrazos, que funciona por la electricidad,  el amor y la oración,  que  evita las arañas venenosas de la mentira, el racismo, la  violencia. Todos somos una red.


Todos somos uno,
Aunque nos falte mucho
para creerlo