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10 de septiembre de 2015

TROFEOS ECONÓMICOS



Uno empieza a sumar los millones de beneficios de los bancos y salen cifras astronómicas. Y uno, que es un profano, no sabe que hacen para ganar tanto. No plantan nada,  no hacen nada. Están en sus locales, con luz artificial todo el día (como en una incubadora),  entre papeles y teclados, parece que gestionan nuestros ahorros, haciendo trámites como modernos sacerdotes en nuestra relación con el dios dinero.

A esos beneficios que les caen del cielo hay que sumar los gastos de esas superinstalaciones, los salarios de los empleados que en lo alto de la jerarquía son de muchos ceros.

 En estos establecimientos se produce algo así como el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Es donde más dinero se produce con el simple hecho de mover el de los demás. Mira que yo lo he intentado en mi casa: cambiarlo de sitio, meterlo en el frigo, calentarlo en el horno….

Así que uno asume que aceptar como naturales los beneficios de la banca es como los de los dogmas de la Iglesia: no tienen una explicación razonable, es cuestión de fe.

Este sistema financiero nuestro es como un partido de fútbol, donde para que uno gane el otro tiene que perder. En este partido de la economía la banca siempre gana. Que tengamos que asumir como normal que un banco airee que ha generado 100, 300 o mil millones más de beneficio que el año pasado resulta un agravio obsceno.

 Tiene toda la pinta de una cacería económica en la que la pieza somos todos y los trofeos son esos beneficios que con orgullo se muestran públicamente. Cuando uno lee esos beneficios no sabe muy bien por donde le ha venido el tiro.