Por Benjamín
Forcano
La entrevista de hoy contigo, Leonardo,
reviste para mí un interés singular. Está muy en la cima de la publicidad la
Encíclica del Papa Francisco “Laudato ,Sí” y nadie duda de que el haber llegado
hasta ahí, se debe en gran parte a tu
labor pionera en el campo de la
ecoteología. Una labor necesitada, muy sugeridora, que ha puesto a vibrar uno
de los temas más cruciales en la humanidad actual. Tus escritos de veinte años
para acá rezuman un aire fresco tuyo,
inconfundible, muy reiterado, y que yo me propongo llevar a nuestros
lectores, extrayéndolo de uno de tus últimos libros: “La gran transformación, en la Economía y en la Ecología”.
Para
entender la sociedad en que vivimos, consideras imprescindible analizar y valorar la Gran Transformación que se formó
a partir del año 1834. ¿En qué consiste?
Yo la
entiendo como el paso de una sociedad con mercado a una sociedad sólo de mercado, es decir, una sociedad que coloca la economía
como único eje estructurador de toda la vida social, sometiendo a ella la
política y enviando la ética al limbo. Se trata de un mercado competitivo, en
el que cuenta el beneficio individual o corporativo, conseguido por lo general
a costa de la devastación de la
naturaleza y de la gestación perversa de
las desigualdades sociales. Dicho
mercado postula ser libre, y rechaza
todo control, incluido el de un Estado, que trata de ordenar el Bien Común con sus leyes.
Y esta
gran transformación , ¿qué tiene de malo?
Pues
que lo mercantiliza todo, desde el sexo a la Santísima Trinidad. Todo es objeto de compra y venta, de todo se puede
obtener lucro, de la salud, educación,
deporte, artes, religión, …Se crea una gran masa de consumidores para obtener ingresos, se trate de bienes
materiales o de bienes espirituales. Y hay cosas y sectores que no debieran
entrar en el circuito comercial del mercado, tienen gran valor, pero no debieran ser sometidos a precio.
¿Esta
mercantilización global tiene consecuencias?
Sí, muy graves. Señalo tres fundamentales.
Primera: escinde
la humanidad de arriba abajo, creando
un foso enorme entre pocos ricos y muchos pobres, se crea una injusticia social espantosa, con multitudes
descartables, consideradas ceros económicos.
Segunda: su afán
explotador y acumulador , sin ninguna consideración social, sanitaria o ética,
ejerce una injusticia ecológica tremenda.
Tercera: actúa a
sus anchas un capital especulativo (se calcula en unos 600 billones de
dólares), del cual un billón y medio circulan diariamente en busca de ganancias
mayores, por cuya razón decaen los capitales productivos, aumenta la
precarización de trabajo y se expande más y más la pobreza.
¿Y esto supone repercusiones o efectos
especiales para el planeta Tierra?
El
planeta Tierra tiene unos límites físico-químicos.ecológicos-, que no soportan
esa depredación y sobrevienen reacciones suyas violentas (terremotos, tsumanis,
huracanes, desregulación de los climas…) para mantener su equilibrio y que
resultan destructivos de las bases que sustentan la vida. La vida corre peligro
y la especie humana pudiera ser extirpada
por ella como si fuera una célula cancerígena.
Ya que señalas este punto, por qué no explicas lo que supone
la Gran Transformación en este campo de la ecología. ¿Por dónde comenzarías?
Por
dónde comenzó la Teología de la Liberación, por
liberar las opresiones que recubren la
sociedad: obreros explotados, afrodescendientes discriminados, indígenas
sobrevivientes, patriarcalismo -
machismo y, finalmente, el grito de
la Tierra, generadora de todas las formas de la vida y explotada en todos sus
bienes desde siglos. Ella es la Gran Pobre, crucificada, y que clama por su resurrección: si la marca registrada de la Teología de la
Liberación es la opción por los pobres contra la
pobreza y su injusticia, la Tierra debe ser incluida en primer lugar en
esta opción. Si no liberamos a la Tierra eliminamos la base real para cualquier
otro tipo de liberación.
Denunciamos que la misma lógica que explota al trabajador, a las clases y a
los países, explota también a la Madre
Tierra. Minorías poderosas se enriquecen
ilimitadamente, sin ética ni equidad social alguna en el presupuesto de que la Tierra
es una especie de baúl con una riqueza inagotable, lo que efectivamente no es.
Sin
embargo, yo que te conozco y acompaño desde hace más de treinta años, veo que esta opción por
la Tierra Oprimida, apenas si aparece en el primer itinerario de la Teología de
la Liberación.
Nuestra
prioridad por la opción de los pobres no tardó en descubrir el paralelismo e
imperativo de nuestra Opción por la Tierra Pobre. La ecoteología hizo crecer la conciencia colectiva de que la Tierra ha llegado a la frontera de
su sostenibilidad. Es decir, hemos descubierto que el avance de ese caos destructivo
de la Tierra, tiene origen en la relación agresiva e irresponsable que el ser
humano tiene con su hábitat natural. Somos como un meteorito, no venido del exterior,
que destruye el sistema-vida y el sistema-tierra. Los cientistas
han creado una palabra para expresar esta realidad perversa: el antropoceno. Se trata de una nueva era geológica,
en la cual el gran amenazador de la vida y del equilibrio del sistema-Tierra es
el propio ser humano.
¿Existe y
crece de verdad esa conciencia?
Nosotros
nos hemos organizado en torno al triunfo
del más fuerte, que busca ventajas sobre los demás seres por competición y
hemos abandonado la lógica solidaria del Universo, que es una lógica de
conectividad, de interdependencia y colaboración, según señalan todos los
científicos. Nuestra lógica es antinatural,
hay que cambiarla, si queremos evitar el desastre.
Esta
otra conciencia cosmológica nos obliga a ajustar nuestra conducta con la lógica
del Universo, que asegura la expansión y autocreación con todos sus seres, inertes y vivos. Cuanto más se expande y
complejiza el universo, más
interiorización y subjetividad adquiere y más estrechan todos los seres
su interdependencia y comunión. A la Teología de la Liberación ya no le
servía el paradigma de una cosmología
mecanicista y estática: la metáfora de una pirámide en cuya punta se encuentra
Dios.
¿Ves
importante y posible instaurar esta nueva visión?
Difícil,
después de tantos siglos que nos posee otro modelo. Pero, la crisis actual nos
impone dejar atrás la monocultura del pensamiento único en la política, en el
economía y en el teología oficial. Al ser humano no le basta con el consumo de los bienes materiales.
Somos hijos e hijas de la Madre Tierra que, a través de nosotros, siente, ama,
cuida y se preocupa por el futuro común, y nos responsabiliza sobre todo de los
excluidos y de los que más injusticia
sufren. Somos Tierra como se sugiere en el Génesis 2,7.
Afirmas
que, si mantenemos en este nueva era
geológica la mentalidad del antropoceno,
como te referías antes podemos llegar
a la sexta extinción masiva.
Hace
tiempo que biólogos y cosmólogos nos advierten de que nuestra intervención
agresiva está quitando a la Tierra su capacidad reguladora y aparece como
posible el extermino de nuestra
civilización.
La
Tierra ha conocido 15 extinciones de grandes proporciones. En los últimos 540
millones de años se ha dado una cada cien millones de años. La última, que ha
destruido gran parte de la vida en el mar y en la tierra, ocurrió hace 65
millones de años, cuando fueron exterminados los dinosaurios, después de haber
vivido más de cien millones de años en nuestro planeta.
¿Y cómo sabemos que estamos en la sexta
extinción?
Se
reducen las especies (se calculan en
250.000 las especies exterminadas), crece la contaminación del agua, del suelo,
del aire, se ha revertido en tres millones de años el proceso evolutivo; no
denunciamos lo que está siendo un atentado contra la Vida y contra la Tierra:
biocidio y geocidio.
¿Se puede
desacelerar esta sexta extinción?
Se
puede y se debe. Son 13.700 millones de años los que nos separan de nuestros
orígenes. El Universo –impregnado de
inteligencia y propósito- nos interpela
y solicita nuestra colaboración para renovar el Contrato entre la Tierra y la
Humanidad, que exprese nuestro cuidado y respeto hacia ella; para vencer la
lógica individualista y competitiva y reinventarnos como especie que se preocupa de las demás
especies y aprende a convivir con toda la comunidad de vida, respetando el valor intrínseco de
cada ser. Al paradigma del sometimiento y extinción, tiene que suplir el
paradigma de la compasión, del cuidado y del respeto.
Por
tanto, sí que podemos, si acertamos a
relacionar todas las cosas entre sí, combinar los saberes y controlar las ganancias del mercado.
¿Tiene
algo que ver con esto el calentamiento global? ¿Es ciencia o ficción?
No voy
a llorar como lo han hecho otras personas cuando les ha tocado narrar ante las
Naciones Unidas el horror de tifones devastadores, etc. Voy a dar unos datos:
-La temperatura del Pacífico tropical, que estaba
por debajo de los 19,2º C, alcanzó en 1998
los 30ºC. Los tifones y vientos
han incrementado su velocidad de
240 km / h en 1951, a 380 km / h en el
2013.
-La concentración de CO2 al inicio de la era
industrial era de 280 ppm, hoy hemos llegado a 450
ppm.
¡Y los
Gobiernos, multinacionales y otras instituciones sin reaccionar!
Hay
gentes de dinero, negacionistas a ultranza, que llegan a coaccionar a científicos para que no digan todo lo que
saben. Su razón enloquecida les impide
ver los perjuicios de su riqueza acumulada. Y hay Gobiernos y otros
dueños del poder que dificultan de mil
formas cualquier consenso. Quieren que las cosas sigan igual.
Pero
la cuestión central está en reconocer que este caos ecológico se debe a nuestro
modo de producción, que destruye la naturaleza
y alimenta la cultura del consumismo ilimitado.
No hay más alternativa que la de cambiar la
economía neoliberal, agresiva y competitiva y que establece una guerra de
mercado, de todos contra todos.
La
Tierra no aguanta más, necesita un año y
medio para recuperar lo que le arrancamos en uno. El calentamiento global no es
sino la fiebre que denuncia que ella está gravemente enferma.
Frente a
esta situación, ¿ves alguna solución, cuál sería tu propuesta?
Hablo
de una sostenibilidad:
-Que afecta en
primer lugar a la Tierra, que
contiene vida, está viva, se autorregula, se regenera y evoluciona. Sin ella,
desaparece la base para la
sostenibilidad de las otras formas de vida.
-De una sostenibilidad integradora: entre todos
los seres hay un lazo de parentesco por
su alfabeto genético básico. Somos todos interdependientes. Y nos necesitamos
para subsistir. No sólo, pues, antropocéntrica sino holística, que asegura las condiciones necesarias para la generación de los seres, que los haga
sostenibles en su valor intrínseco.
-En este proceso evolutivo, el ser humano es como punta de
lanza. Somos portadores de conciencia, sensibilidad e
inteligencia. Nos corresponde por tanto cuidar de la Madre Tierra, garantizar la continuidad de la civilización
y vigilar nuestra capacidad destructiva.
- El Universo se alimenta de la Fuente Originaria de todo ser, y posee
un fin en sí mismo, como lo manifiesta el hecho mismo der existir que la da sentido y creatividad.
-Las necesidades humanas podemos cubrirlas bien a
través de un uso racional y cuidadoso de los bienes que la Tierra y el Cosmos
nos ofrecen. Hay que vivir una sobriedad
compartida, una frugalidad voluntaria y intentar ser mśs con menos.
-Las futuras generaciones tienen derecho a heredar
una Tierra y una Naturaleza bien preservadas y hasta enriquecidas por nosotros.
La Tierra es suficiente para hoy y para
mañana, pero sólo si establecemos
relaciones de cooperación y solidaridad.
¿Cómo
encajas en esta visión y cuidado con el hecho vergonzosamente mundial del
hambre?
Gandhi
decía con razón:” el hambre es un insulto;
deshumaniza, destruye el cuerpo, el espíritu y la propia alma. El hambre es la
forma más asesina que existe”. Por el hambre, son muchas las personas que
sufren. Y sufren porque en todos los países se ha establecido como patrón de
progreso el consumismo ilimitado. Y sufren porque sucumbimos a políticas
económicas que producen los bienes
superfluos y, mediante feroces campañas
de propaganda , nos hacen creer que los superfluo es necesario y fuente secreta
de felicidad. Y sufren porque se fomenta nuestro deseo de poseer y consumir,
que es ilimitado. Y sufren porque vivimos en una sociedad abarrotada de bienes
superfluos, con centros comerciales omnipresentes, verdaderos santuarios de
consumo.
¿Y no santuarios de felicidad?
No,
porque esos santuarios con sus ídolos-fetiches dejan vacía el alma, no colman
sus deseos que, además de pan, necesitan transcendencia, comunicación, belleza,
y otros
valores que no se compran ni se venden como son la gratuidad, el desinterés,
el amor.
Multinacionales y
muchos políticos no saben sino espolear
el ansia de consumo para superar
la crisis económica, siempre claro a
costa del Planeta Tierra y de sus ecosistemas. Como decía en el 68 el
presidente Robert Kennedy “El PIB mide todo menos aquello que hace la vida verdaderamente digna de ser vivida”. No
concordaba con el sistema imperante, tres meses después fue asesinado.
O sea,
ciudadano en esta sociedad, pero esclavo de la trampa del consumismo.
No,
porque podemos adoptar un comportamiento
anticorriente, antisistema, mediante este quinteto de erres: reducir
los objetos de consumo; reutilizar
los que ya hemos usado; reparar los
que ya se han estropeado; reciclar
los productos dándoles otra finalidad; rechazar
lo que el marketing nos obligar a consumir. De esta manera, creamos una nueva relación hacia los bienes, la
naturaleza y, sobre todo, hacia las necesidades que son la mayor parte. Nos
convertimos en anticultura.
¿Qué
quieres decir cuando afirmas que el
respeto es el fundamento de la ética y de los derechos humanos?
El
respeto es reconocer al otro como otro, percibir que tiene valor por sí mismo.
Ahora, el otro son todos los que surgen ante mí, desde un árbol, un paisaje, un
animal a un ser humano cualquiera.
El primer
otro es la naturaleza; no tratar a la naturaleza con respeto es el gran
vicio del antropocentrismo, imperante en casi todas las culturas mundiales. Nos
hemos creído que todos los seres no tienen sentido sino en cuanto subordinados,
para ser utilizados a nuestro antojo.
La
mayoría de los seres vivos son más viejos que nosotros: águilas (150 millones de años), perros (30 millones)…
Nosotros entramos en el escenario de la evolución cuando el 99,98 % de la historia de la Tierra estaba concluida.
La
naturaleza no necesitó del ser humano para organizar esa inmensa complejidad y
biodiversidad. Debiéramos admitir como lo más correcto sentirnos en comunión
con la comunidad de vida anterior. En este sentido, son para meditar las
palabras del famoso investigador Edward
Wilson: “El ser humano ha transformado el Edén y el Paraíso ocupado en una paraíso perdido. El viene desempeñando
hasta hoy el papel de asesino
planetario, preocupado sólo por su propia supervivencia a corto plazo”.
El
segundo otro es el ser humano, surgido hace siete millones de años y como sapiens
hace cerca de 100.000 años, portador de una conciencia de dignidad y un fín
en sí mismo y merecedor de reverencia y respeto.Esa dignidad impide
utilizarlo como medio para la producción, la guerra o la experimentación científica. Culmen de la evolución conocida hasta hoy, la
evolución se hará, para el bien o
el para mal, con su
intervención libre y creadora.
Sin el
respeto, se impone el derecho del más fuerte, que sustituye el Derecho por la
Fuerza, y pretende reducir al otro en objeto o cosa, destituyéndole de su
estatuto humano.
Esta
reducción es del todo inadmisible cuando se pasa por encima de la conciencia personal, que
reclama respeto sin condiciones, aun cuando sea invenciblemente errónea.
La
dignidad de la persona es la base de la laicidad –ciudadanía universal- y de la
democracia. De esa dignidad brota un imperativo ético universal, que hace
sentirnos unidos y en comunión con todos. Las personas son todas iguales
, todas tienen un valor propio irrenunciable, y todas deben ser respetadas en
sus derechos y deberes. Por lo que ningún Estado laico puede privilegiar a
ninguna de las Confesiones religiosas;
su misión es garantizar el pluralismo religioso y de las minorías, siempre que se ajusten a las reglas básicas,
comunes, de la convivencia.
¿A la
vista de lo que estamos viviendo, este respeto del que hablas, es quimera o
realidad?
Quimera,
no; utopía, sí. Hemos conseguido por lo menos que sea reconocido como un ideal, una meta válida, teóricamente
admitida y respaldada por todos los
Estados. Si todos los seres humanos
tienen un valor, lo es por el
hecho mismo de existir, ninguno puede ser manipulado , se alza ante nosotros
como un misterio que reclama cuidado, responsabilidad y
veneración. Immanuel Kant tenia razón cuando decía que el ser humano es un fin en si mismo y jamás puede ser un medio para
cualquier otra cosa.
El
Budismo enseña a vivir en armonía con
todas las cosas y con el Todo; el Hinduismo vive del respeto a todos y de la no violencia; Francisco de Asís daba
el dulce nombre de hermanas y hermanos a
todas las criaturas, de quienes, por maravilloso y de todos desconocido,
adivinaba los secretos , como quien goza ya de la libertad y de la gloria de
los hijos de Dios. Es el saber estar con las cosas, conviviendo
con ellas, y no estar sobre ellas dominándolas.
Figuras
eminentes de la Filosofía y de las Religiones
coinciden en que lo que necesitamos es respeto y compasión hacia todos
los seres del Universo, volverse de verdad humanos y hacer por los pobres lo
que debe ser hecho, vivir en medio de vidas que quieren vivir.
La
ética nos hace responsables de todo lo que existe y vive y de ella nace
el respeto y la veneración por cada ser
de la naturaleza. La falta de ética humanitaria es la causa de la mayor crisis
de la historia de la cultura
moderna. O vivimos el respeto
incondicional a todo ser, o perdemos la
base que sustenta el empeño por la dignidad y los derechos humanos.
No
sólo eso, sin el respeto y la veneración, perdemos la memoria de lo
Sagrado y lo Divino, que atraviesan el
universo y emergen en la conciencia humana.
Quizás,
Leonardo, lo más incitante de tu discurso ecológico es que, frente al mundo
descreído de hoy, sitúas a Dios en medio de este gran proceso cósmico.
Mira,
este proceso, que tiene la friolera de
13.700 millones de años, ostenta paradas, retrocesos y avances, destrucciones
masivas y renovaciones. Pero, visto hacia atrás, el proceso muestra una flecha
que apunta hacia adelante y hacia
arriba. Hay quienes descartan toda direccionalidad en el Universo, no tiene sentido. Otros no
aciertan a entender que el universo carezca de sentido.
Para
mí, El Universo en proceso evolutivo
manifiesta una escalada ascendente desde cuando la energía se convierte en
materia hasta el surgimiento de la vida
consciente e inteligente.
Pero, ¿cómo está Dios en este proceso?
Está
dentro y está fuera. Dentro como energía que subyace a todo lo que existe.
Fuera porque es anterior a todo lo que existe y es el impulsor inicial de todo
cuanto existe.
De la
nada, no viene nada. ¿Quién hace brotar el big-bang con su energía material e
informativa y quién le da el impulso para que ocurriera? Alguien puso a los
seres en su existencia y los mantiene.
Sobre
el Misterio de esta energía Pura, nadie
puede decir nada, pues está antes que toda materia y que todo espacio-tiempo. Realidad
incognoscible, pero que percibimos y sentimos
como presente en el Universo y
despierta en nosotros el sentimiento de grandeza, respeto y veneración. ¿Quién hizo esa noche
cuajada de estrellas? “Es imposible despreciar
la aurora del amanecer, permanecer indiferente cuando se abre una flor
o no quedarse pasmado ante un recién nacido” ( A.J. Hacschel). Espontáneamente decimos: Dios puso todo en
marcha. Si Dios no estuviera en el
origen de todo, antes de todo, y, en
cierto modo, fuera y al mismo tiempo
dentro penetrando y sustentando todo, todo volvería a la nada o al vacio
cuántico.
Entonces,
¿todo lo que existe, Dios lo creó con una finalidad?
Si
sabemos responder a esto, dice Stephen Hawking, entonces habremos alcanzado el
conocimiento de la mente de Dios.
Mientras
los científicos buscan este designio escondido de Dios, nosotros podemos decir:
El Universo es como un espejo de sí mismo, un
desbordamiento de su ser, bondad e inteligencia y lo crea para hacerlo
partícipe de su sobreabundancia.
Ahí
estamos nosotros con conciencia para oír su mensaje, captar las hisrorias de los seres de la
creación, de su propio proceso y religarlos todos a su Fuente. Creó al ser humano para ser compañero de su bondad y de su amor, para ser visto y
conocido desde fuera por alguien
diferente a El, pero semejante. Para la tradición judeo-cristiana existimos
para llevar adelante la creación y acabarla, siendo cocreadores, protectores y
cuidadores de todo lo que ha sido creado.
Mientras
ascendemos y no llegamos a mostrar todas nuestras potencialidades
escondidas, descubrimos muchas cosas
buenas. Cuando llegue el momento de la plenitud, sólo entonces podremos afirmar
con Stephen Hawking conocer algo de la mente de Dios, su designio sobre todo
lo creado, y nuestra existencia. No sé
si, acaso entonces, como dicen los místicos, no seremos convidados por Dios
para ser también nosotros, Dios por participación. ¡Oh Gloria!
A la luz
de todo lo que dijiste en esta entrevista, ¿cómo interpretas la encíclica del
Papa Francisco sobre “el cuidado de la Casa Común”?
Yo
diría que la encíclica va en la línea de nuestras reflexiones. Lo interesante
es notar que, por la primera vez,el magisterio pontificio,asumió el nuevo
paradigma, dejando para atras el viejo que es el convencional y todavía
dominante.
Los
términos del nuevo paradigma están todos ahí: la interdependecia de todos con
todos; la íntima conexión del ser humano con la naturaleza; el rescate de la
razón sensible y cordial por que la razón cientifico-técnica es insuficiente
para aclarar los problemas ecológicos actuales; la ética del cuidado, de la
ternura y de la responsabilidad colectiva; una espiritualidad cósmica, que hace
que el dolor de la Tierra y de los demás seres sufrientes sea sentido como
nuestro dolor; la fe de que Dios es el “soberano amante de la vida” como se
dice en el libro de la Sabiduría (11,26) y que no va a permitir la desaparición
de la vida en la Casa Común; el sentido de fiesta y de esperanza, la presencia
de la poesía en sus textos como en el final: ”Caminemos cantando; que nuestras
luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten la alegría de la
esperanza”(n.244)
No se
trata de una encíclica “verde”, sino que desarrolla una ecología integral que
abarca lo ambiental, lo social, la político, lo cultural, lo cotidiano y la espiritualidad.
Yo diría, sin exagerar, que es la Carta Magna
de la moderna ecología en el sentido más
amplio y profundo.