Nos indigna y humilla la manifiesta incapacidad de las
instituciones europeas para dar una respuesta
política, urgente y justa, a la
llamada ”crisis de los refugiados”. A día de hoy, 25 de octubre de 2015,
después de meses de éxodo permanente, de cientos de miles de personas huyendo
del hambre, la persecución y la muerte solo han logrado ser acogidas 87.
¡Vergonzante balance! Lacerantes muros de alambre, ejércitos bien pertrechados
y una obsoleta burocracia, tras de la
que se esconde una política mediocre y
sin alma, los mantiene a la intemperie o
en improvisados campos de concentración,
faltos de recursos y de cuidados dignos. Nos viene a la imaginación
aquel grito del Génesis: “¿Qué estáis
haciendo con vuestros hermanos?”
Visto este comportamiento de las instituciones europeas con las olas de
migración forzada, ya nos queda poca capacidad para la sorpresa y el escándalo:
la ceguera, la insuficiencia y la
torpeza son sus señas de identidad; siempre por detrás y al “rebufo” de las
necesidades de la población. ¿Estará loca y equivocada esa parte creciente de
la sociedad cuando, desde la conciencia más elemental, clama por la reforma urgente de la UE? A la vista de lo que está ocurriendo con las
personas migrantes y refugiadas, ¿puede
desentenderse alegremente la sociedad del cuidado de la humanidad sufriente,
confiando a las instituciones políticas
la solución de estas catástrofes cada vez más frecuentes? ¿Qué nos está pasando para aguantar lo que
estamos viendo? ¿O es que va a ser verdad aquello de que cada sociedad tiene la
gobernanza que se merece? ¡Qué terrible si lo fuera!
Por más vueltas que le damos, siempre llegamos a la misma
conclusión: la solución de estos graves problemas ya no podemos dejarlos solo
en manos de los gestores políticos, propensos a someterse antes a otros
intereses que a las necesidades reales de las personas.
La solución viene del rearme moral de las personas y de
una buena articulación de las sociedades
capaces de sobreponerse, cuando el caso lo requiere, a los mismos gestores del poder político. Por
aquí, a nuestro modo de ver, camina esa “revolución de la ternura” que reclama
el papa Francisco: por la superación de la “indiferencia” y la decisión de hacerse cargo de “los descartes” y víctimas
que la historia va dejando en la cuneta.
Queremos traer, en apoyo de una actitud humanitaria más
firme, la figura de una persona real, “indignada”, que, contra viento y marea,
se hizo cargo, desde su pequeña parcela, de los desafíos de su tiempo. Nos referimos
a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Si fuera cierto,
como afirma Jesús, que “a cada día le basta su propia inquietud”, no sería posible entender bien a Teresa fuera
de las grandes inquietudes de su tiempo.
A distancia de cinco siglos, nos parece gigantesca la figura de esta
mujer en el convulso siglo XVI. La reforma del Carmelo, llevada sobre sus
hombros, debió de resultarle una tarea hercúlea y hasta revolucionaria.
Son tres las dimensiones que hoy nos resultan más elocuentes
de esta mujer inquieta y creativa. En primer lugar, su capacidad para hacerse
cargo de la gran debilidad interna de una Iglesia que gozaba de gran fortaleza
y poder hacia afuera, pero que palidecía temerosa bajo el implacable peso de la
Inquisición hacia dentro.
En segundo lugar, su coraje para emprender la reforma de
unas instituciones como el Carmelo, deformadas por la disipación y la pérdida
del radicalismo evangélico, eludiendo, muy hábilmente, el largo brazo de la
inquisición. Y finalmente, el humor y gracejo que mantiene ante los muchos
contratiempos, como se dice a sí misma: “nada te turbe, nada te espante, quien
a Dios tiene nada le falta”. Buen reflejo de este talante humorístico y festivo
es la frase que, ante el único retrato que le hicieron en vida, le dedica a su
autor: “me habéis hecho fea y legañosa, Fray Miseria, ¡que Dios os perdone!”
Ante la “política de miseria y ruindad” que se está
practicando en nuestros días, la memoria de Teresa debería empujarnos a
hacernos cargo de la tragedia que está ocurriendo a nuestras puertas, a
armarnos de coraje para emprender la reforma de instituciones burocráticas y
obsoletas que ya no sirven para resolver los
problemas reales de la gente, y, finalmente, a no perder nunca el buen tono y hasta el humor.
REDES CRISTIANAS
oct 27,2015