Lo que va de ayer a hoy
Historias bíblicas
de ayer
que se repiten
hoy
dura es esta PALABRA
AYER
Tendrás un solo Dios y a él solo servirás…
El pueblo hebreo, huyendo de la esclavitud, del poder egipcio
escapó por el desierto buscando una tierra
en la que manase leche, miel y
libertad.
Libertad y seguridad.
Aunque empezaron a sentir que la seguridad les privaba de libertad. Aquellos mandamientos que promulgó Moisés les
ataban a unas leyes pero también les
hacía sentirse más seguros cumpliendo
lo mandado.
En tormo a esos diez mandamientos, levantaron la tienda de la alianza con Dios; en torno a
la tienda y los mandamientos, fueron
fabricando vasos sagrados, vestiduras sagradas, ceremonias sagradas,
sacrificios sagrados. Y en torno a todo eso siguieron fabricando más leyes que es lo más fácil de fabricar…
Llegaron a tener 613 leyes. Lo sagrado les protegía y les ayudaba, pero también les ataba, porque junto a las
leyes escritas estaban las no escritas,
las costumbres, lo que “siempre se ha hecho así” El pueblo
de Israel empezó a sentirse
atado por tanta cantidad de leyes y los que gobernaban y ataban al pueblo
se sentían seguros y cómodos en su poder: El poder de los sacerdotes.
Pero en aquellas tierras aparecieron los rebeldes que criticaban al poder y su lluvia de
leyes, normas y costumbres.
Fueron los locos profetas que
provocaron al pueblo abriéndole nuevos
caminos y horizontes de libertad. Naturalmente, muchos de ellos murieron
de muerte violenta. El poder no les
aguantaba.
Esa historia se
fue repitiendo siglo tras siglo. En
algunos momentos desaparecían los profetas, y el pueblo seguía sufriendo el
peso de la ley. Entre sacerdotes y profetas
, sobre el pueblo aparecieron los
reyes. Los reyes se entendían mejor con los sacerdotes que
con los profetas. Lógico. A los reyes les venía muy bien tener de su
parte al dios de los sacerdotes. Ese dios
era más manejable que el de los profetas.
Esto solía suceder en todos los países y religiones.
Nosotros nos centramos ahora en la que tenemos más cerca de nuestras
vidas. Llegó un día en que en Israel apareció un profeta,
campesino como muchos otros.
Yeshua, que empezó a hablar un extraño lenguaje. Contaba
historias que encantaban al pueblo. Incluso se atrevía a hablar de un nuevo reino. Del reino de Dios. Al pueblo eso
le cayó muy bien. Estaban hartos de
reyes tiranos, de impuestos y esclavitud.
Intentaron subir a ese profeta al poder de los reyes, pero Yeshua,
Jesús, les desilusionó. No era eso lo
que él pretendía. No quería ser sacerdote
y menos rey.
Naturalmente, al
profeta se le fue complicando la vida.
Pero no sólo frente a los reyes y sacerdotes, sino también contra el pueblo que hasta entonces lo había seguido con admiración y
entusiasmo.
Un día, las masas
que lo seguían cuando les daba pan y les curaba sus enfermedades
reaccionaron desilusionados. Se escuchó una frase entre ellos que fue la
primera sentencia de muerte para Jesús: “
dura es esta doctrina ¿quién puede aguantarla?" (Juan 6. 60) .
Jesús se fue quedando sólo. No aguantaron su doctrina
cuando se la empezó a explicar claramente
Solamente los doce
incondicionales que se quedaron con el.
después de la crisis terrible de su
muerte,(en que también ellos lo abandonaron)
siguieron encontrándolo vivo y
salieron a predicar su doctrina tan
bella pero tan dura. Era dura porque no se ataba a leyes y preceptos sino a la libertad, la responsabilidad y el amor.
Y el amor, el verdadero, es un
compromiso duro, ¿ quién puede aguantarlo?
Hoy
Han pasado 20 siglos y de 12 incondicionales que le siguieron, hoy en el mundo existen (incondicionales o
condicionados) 2.200 millones que dicen
creer en aquel Jesús. Se reúnen en templos de casi todo el mundo,
en iglesias, asambleas distintas, con distintos líderes. Unos los llaman pastores, otros sacerdotes o
nombres semejantes.
Hoy más o menos cerca
de esos sacerdotes, existen también reyes que ahora
se llaman de modo distinto:
presidentes, jefe de gobierno, dictadores, congresistas, senadores…
Todos ellos cerca, lejos o en contra de pastores, sacerdotes, predicadores, obispos.
Cuando los sacerdotes o pastores anuncian en sus sermones
el mensaje de Yeshua puede suceder como antiguamente, que
sea un mensaje agradable a los oídos, o aburrido, con historias atrayentes o sermones largos y
cansados…
Pero nos olvidábamos de que también hoy existen los profetas. Todos,
sacerdotes o pastores debían ser profetas
como seguidores de aquel Jesús, pero no. No es así muchas veces.
Y cuando un pastor, un sacerdote, un ministro de la
palabra, un obispo o un papa procura de verdad,
proclamar lo que Yeshua
proclamaba, adaptado a las situaciones
del mundo actual, se puede escuchar al
final de la predicación la antigua frase de los seguidores decepcionados: "dura es esta doctrina ¿quién puede aguantarla?"
Y al predicador, pastor, obispo o papa, le escuchan con
paciencia, esperando a que termine y luego vuelven los llamados “fieles” a su
rutina de siempre.
Que les hablen bonito, pero que no les intenten cambiar
la vida.
Ya conocen ustedes historias cercanas de que una bala al corazón o un accidente
“fortuito” de carro han callado para
siempre al profeta.
Pero lo más grave no es eso.
Lo peor es la gran
cantidad de fieles que no se
plantean ningún cambio en su vida, que
asisten a “oír” la misa del “celebrante”
y cuando el anuncio del mensaje de Yeshua no
les plantea leyes sino libertad
comprometida con el amor y les provoca alguna transformación en su vida, agachan la cabeza o dicen en voz baja
a quien les acompaña:
Dura es esta doctrina ¿quién puede aguantarla?