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6 de noviembre de 2015

Sínodo, signo de esperanza



El Papa se ha mostrado disgustado con algunas actitudes en torno a los sinodales de este encuentro en torno a la familia. Lo ha dicho antes, durante y ahora que finaliza este intenso encuentro en torno a la familia y al amor cristiano. En este sentido, algo ha calado en las conciencias cuando el documento de consenso es más bien ecléctico y abierto a posteriores actuaciones sin dejar nada cerrado al estilo los dogas, que tanto parece gustar a algunos: ordeno y cumples.

Seguro que esta manera de proceder tan abierta no contentará a muchos, ni los de tipo de pensamiento ni los del contrario, que pretendían y buscaban interpretaciones y aseveraciones más rotundas capaces de desatascar cualquier debate posterior. Pero la condición humana sabe por experiencia que así no se solucionan las diferencias de criterio de fondo ni tampoco se arreglan las situaciones conflictivas, da igual que sea en política que en materia de fe, en este caso, con mucho dolor e incomprensión de por medio.


Si efectivamente se mantienen las conclusiones en criterios generales y en orientaciones genéricas, lejos de interpretarlo como una manera de no entrar en el problema, me parce más un ejercicio de ofrecer criterios para discernir cada situación frente a soluciones cerradas o recetas generales. Eso sí, criterios con visión de futuro y cargados de esperanza porque lo que se busca -parece ser- es la madurez en las conciencias y su responsabilidad frente a ellas mismas.

Algunos son incapaces de entender que Cristo abogaba por la madurez personal de las conciencias y porque nos hagamos con criterios honestos de actuación desde la madurez en la fe que busquen consecuencias también honestas en nuestras actuaciones. Ojalá que este sínodo de la familia haya logrado esos equilibrios en la práctica pero dejando la puerta abierta a obligarnos a actuar en conciencia, y no porque me lo impongan desde fuera: es el caso de la comunión a los divorciados, por lo que he leído. Cuando Jesús precisamente llamaba a los mendigos del camino, a los excluidos a su mesa, a los que querían de corazón compartir el Banquete, con mucha más premura que a los expertos en la Ley y a los sacerdotes del Templo.

Es muy fácil seguir lo que otro me diga porque tiene criterio moral sin percatarnos de que llevamos muchos lustros alimentando cristianos infantiles con la fe del carbonero con el pretexto de que el pueblo no sabe de criterios morales. En lugar de enseñarle, es más simple suplantar su conciencia, pero las consecuencias son una vivencia religiosa mediocre y de cumplimiento, que no es otra cosa que una mezcla de cumplo y miento.

Bendita audacia la de Francisco que espero contribuya a generar conciencias críticas y actitudes verdaderamente cristianas para que en un futuro próximo todas las formas de amor verdadero encuentren comprensión y acogida en nuestra Iglesia, la de Cristo, el modelo a seguir para todo sincero amor humano

GABRIEL Mª OTALORA