Por: Ariel Noyola Rodríguez y Gabriela Riveros Medina
Gracias a las redes sociales y los cables desclasificados
por Wikileaks, es que la población mundial sabe hoy que cuando los movimientos
populares ponen en entredicho la presencia hegemónica de Washington y el lobby
pro-Israel en sus países de origen, entonces muy posiblemente se convertirán en
víctimas de la intervención foránea.
El modus operandi imperialista consiste en financiar y
entrenar guerrillas internas y grupos rebeldes locales que, a través de la
insurrección armada, la violación de los derechos humanos y el ataque a
organizaciones y grupos con vocación democrática, consigue destituir los
liderazgos locales y, de paso, atemorizar a la población para que sea ésta
quien clame por la intervención occidental.
Entre estos grupos armados se encuentra Daesh (ISIS en
inglés), secta fundamentalista sunita que es liderada por el yihadista Abubaker
al Bagdadi desde el año 2010, y que busca consagrar el califato mundial. La
ortodoxia de esta minoritaria organización militar autoriza el castigo y el
exterminio de todos los infieles que no comulguen con la interpretación literal
del Corán.
De esta manera, entre los “infieles” no solamente
se
encuentran todos aquellos que se niegan a alabar a Alá (las principales
víctimas del mal denominado “Estado Islámico”), sino los más de dos billones de
musulmanes chiítas o sunitas que entienden al Islam como lo que es: una
religión absolutamente pacifista.
Su entrenamiento, que se remonta a la guerra
afgano-soviética (1978-1992), ha sido similar al que recibieron grupos militares
latinoamericanos bajo la denominada “Doctrina del shock” promovida desde la
Escuela de las Américas, que ejercía la tortura a sangre fría a quienes osaran
apoyar a los gobiernos populares en las décadas de 1970 y 1980.
Esta organización mercenaria prefabricada ha recibido una
instrucción militar brutal por parte de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA, por sus siglas en inglés), el MOSSAD y el M-16 que, al despojarlos de su
condición humana, les permite perpetrar atrocidades bélicas contra todos los
“infieles”.
Fundamentalmente, en contra de quienes están más cerca:
el pueblo sirio y su gobernante chiíta, Bashar al-Assad, confirmado por el
electorado nacional como Presidente de Siria en los años 2000, 2007 y 2014.
Esta guerra civil mantiene a la población atemorizada y luchando
desesperadamente por exiliarse en algún país de Occidente.
Cabe destacar que para concretar las acciones bélicas de
Daesh no sólo se requiere instrucción, sino también financiamiento. El derribo
del avión
ruso Su-24 por parte de Turquía ha develado un torrente
de información suministrado por el Gobierno ruso y sus aliados sobre las
estrechas relaciones entre el Daesh y la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN), organización en la que Israel y Turquía juegan un rol clave.
Los pozos de petróleo incautados al gobierno sirio de
Bashar al-Assad y a los campos petrolíferos iraquíes de la región de Mosul por
ISIS, son explotados y su crudo es enviado a Turquía en caravanas de
camiones-cisterna. Una vez en los puertos de Beirut y Ceyhan, el hidrocarburo
es vendido a países de Asia y el Medio Oriente, principalmente a Israel, a
través de la naviera BMZ Group Denizcilik, entidad de la cual Bilal Erdogan,
hijo del actual presidente turco Recep Tayip Erdogan, es propietario
mayoritario con casi un 30% de participación.
Esta compra de petróleo a Daesh permite el flujo
millonario de dinero que es destinado a financiar la insurgencia y los
atentados perpetrados por los yihadistas. Es así como se puede comprender
entonces por qué ISIS nunca ha atacado Israel, Turquía, Arabia Saudita, Dubai,
Bahrein, Estados Unidos o Qatar.
¿Quiénes resultan beneficiados de las atrocidades
cometidas por Daesh? Definitivamente, los musulmanes no. La creciente ola de
islamofobia ha incentivado el cierre de fronteras, el agudizamiento de la
política migratoria y la discriminación hacia la población árabe. Además, ha
permitido el surgimiento de grupos racistas que avalan el apartheid y las
atrocidades cometidas por Israel en contra del pueblo palestino. La población
mundial, cegada por la manipulación mediática, contempla con terror a las
naciones y grupos libertarios que componen el Eje de la Resistencia.
El pasado jueves 17 de diciembre, en una encuesta
realizada por la compañía Public Policy Polling (PPP) de opinión ciudadana
estadounidense, un 30% de los simpatizantes del partido republicano votó a
favor de bombardear Agrabah (la ciudad ficticia de Aladdín). Gracias a la
campaña comunicacional global constante respecto al “islamismo radical” es que
la respuesta instantánea de la población es apoyar la invasión, la protección y
el cierre fronterizo, sin cuestionar el sentido de la acción, ni tomar en
cuenta las miles de vidas de civiles que están en riesgo. Basta con que una
palabra suene a origen árabe para que parezca peligrosa.
Sin lugar a dudas, el acto más representativo de la
artillería comunicacional islamófoba es el haber denominado “Estado Islámico”
al principal grupo insurgente Yihadista-Taliban-Al qaedista, designación
ilegítima desde su origen ya que este grupo de sicarios, tal como lo menciona
la corresponsal argentina Karen Marón “no posee ni la estructura organizacional
de un Estado, ni está sujeto a derecho internacional, es decir que, Estado no
es, islámico tampoco, porque contradice todo lo que señala el Corán y lo que
profesa Mahoma”.
Sus actos tampoco son terroristas, puesto que el término
“terrorismo” hace referencia a una sucesión de actos de violencia ejecutados
con el único
objetivo de infundir terror; mientras que para las
cúpulas que están detrás de los atentados, el fin último de sus actos no es el
provocar pánico, sino generar repercusiones políticas y acciones armamentistas
concretas con el consentimiento de la población acosada por la sensación de
vulnerabilidad.
Es así como el atentado a las Torres Gemelas perpetrado
por Al-Qaeda en septiembre de 2001, así como los atentados a París en noviembre
de 2015 por Daesh, legitiman los bombardeos e invasiones a Irak y a Siria respectivamente.
El leitmotiv de la OTAN por lo tanto, no es tanto detener a Daesh, sino
contenerlo.
En definitiva, Estados Unidos, Israel, la familia real
saudí –que es sionista– y Turquía, esta última motivada por los intereses
económicos y la posibilidad de ampliar su territorio a Siria, han logrado
consagrar que entre los 6 puntos que estableció la comunidad internacional de
las Naciones Unidas en el Plan de Solución Política a la Crisis en Siria
suscrito recientemente en Nueva York, se le exija a Damasco la elaboración de
una nueva constitución política que rija al país en un plazo máximo de seis
meses y celebrar, además, elecciones presidenciales antes de año y medio.
En suma, hay que destacar que los atentados son
completamente premeditados. A través de un pretexto, buscan legitimar la
intervención, con lo cual, construyen un nuevo ordenamiento geopolítico acorde
a sus intereses. ISIS es una organización mercenaria instrumentalizada para
responder a un mandato específico.
En los atentados a París la víctima no fue el Estado
galo, sino los ciudadanos franceses utilizados como carne de cañón. Los
atentados están inmersos dentro de un contexto geopolítico bien delimitado, y
sobre todo, guardan un origen espurio que debe combatirse. Nuestra tarea pendiente
es diseñar un mundo más justo y seguro para todos sin intervención
imperialista, sí es posible...
Ariel Noyola Rodríguez es economista, egresado de la
Universidad Nacional Autónoma de México.
Gabriela Riveros Medina es economista, egresada de la
Universidad de Santiago de Chile.
Este contenido ha
sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección: