LA
LAICIDAD DEL EVANGELIO O EL CONFLICTO DE JESÚS CON LA RELIGIÓN
José M. Castillo
1.
El Evangelio como “conflicto”
Hay un hecho
global, que resulta patente cuando se piensa en el conjunto de relatos que
conforman el gran relato que es el Evangelio. Este hecho consiste en que el Evangelio es la historia de un conflicto. Y, por cierto, un conflicto mortal. Es el conflicto
(o enfrentamiento) de Jesús con la Religión. Según el evangelio de Marcos,
el primero de los cuatro evangelios, desde el primer momento en que Jesús
empezó su actividad pública, en la sinagoga de Cafarnaúm (Mc 1, 21 ss; Lc 4,
31-37), allí mismo empezó el enfrentamiento. Y fue el enfrentamiento con los
“demonios”. Y, en los demonios, con los “letrados” o “maestros de la Ley”. Allí
dio comienzo el conflicto. Hasta el final, en
la pasión: apresamiento, juicio, condena, tortura, traición, abandono de
los suyos, ensañamiento de los sumos sacerdotes hasta el escarnio y el
desprecio, colgado como un subversivo entre dos “lestaí” (Mc 15, 27 par Mt), “rebeldes políticos” (en aquel tiempo,
también “religiosos”) (F. Josefo, cf. H.W.Kuhm: TRE 19, 717) y, para colmo
total, el abandono hasta del mismo Dios (Mc 15, 34 par Mt).
Jesús, pues,
representa la forma más radical de relación con Dios. La relación con Dios que
ve el mayor peligro, para esta relación
con Dios, precisamente en la Religión, incluso en “el Dios de la religión”.
El “dios” que se utiliza para ganar dinero, obtener privilegios, hacer carrera,
justificar conductas que se tienen que ocultar, subir en la escala social,
llegar a ser famoso, y sobre todo
alcanzar y ejercer poder, el mayor poder. De ese Dios, escribió Dietrich
Bonhoeffer, poco antes de ser asesinado, el 9 de Abril de 1945, en el campo de
concentración de Flossenbürg, “Dios nos
hace saber que hemos de vivir como hombres que logran vivir sin Dios. ¡El Dios
que está con nosotros es el Dios que nos abandona (Mc 15, 34)... Ante Dios y
con Dios vivimos sin Dios”. Es decir, vivimos
sin “esta Religión”. Es lo que intuyeron los místicos, con expresiones que
nos escandalizan. Es el caso de Meister Eckhart, en su sermón sobre las
bienaventuranzas: “Por eso le pido a Dios
que me libre de Dios” (“Darum bitte ich Gott, dass er mich Gottes quitt mache”).
Así pues, el
conflicto de Jesús con la Religión llegó hasta el límite último. Hasta el
abandono de Dios. Del Dios al que la Religión promete que nos lleva.
2. Dos preguntas clave
1ª. ¿En qué consistió este conflicto? Es
decir, ¿fue un conflicto con “aquella” Religión, la de Israel o la del judaísmo
de aquel tiempo? O, si pensamos este asunto desde el punto de vista de los
cristianos de ahora, ¿fue el conflicto con las verdades dogmáticas de la
Cristología posterior a Nicea y Calcedonia?
2ª. ¿Por qué se produjo semejante conflicto?
Es decir, ¿fue porque los “hombres de la Religión” de entonces no aceptaron la
condición “mesiánica” o la condición “divina” de Jesús? O la pregunta decisiva:
¿Hubo allí un motivo más profundo, que
se nos escapa y en el que nunca hemos pensado a fondo?
Hago caer en la
cuenta de que, en la respuesta que demos a estas preguntas, nos jugamos el “ser
o no ser” de la Religión, tal y como se
practicaba en el templo de Jerusalén, y tal como se practica en la Iglesia.
Me refiero a la Religión de los
“rituales sagrados”: la Religión del templo y de los sacerdotes, del poder,
de las dignidades y de los privilegios, de la sumisión y de las observancias,
de la obediencia y de la humildad de los fieles, de la salvación de nuestros
pecados, del Dios del respeto indiscutible y del miedo absoluto. En estas
cosas, la Religión del judaísmo era lo mismo que la Religión que se sigue
predicando ahora......
3. La intuición asombrosa de Jesús
1. Jesús fue un hombre profundamente religioso.
Por su relación constante con el Padre. Y por su profunda vida de oración.
Estas dos cosas quedaron tan patentes en los evangelios, que no hace falta
insistir en ellas.
2. Jesús se comportó de manera que: a) Fue
un hombre profundamente libre; b) Su libertad estuvo siempre al servicio, no de
sus propios intereses, sino de la vida y la felicidad de vivir de todo el mundo
o toda clase de personas; c) Esta manera de vivir su libertad fue el motivo del
conflicto; d) Por tanto, el conflicto se produjo porque los responsables de la
Religión vieron en la conducta de Jesús una amenaza para ellos y para sus
intereses; e) Pero, por otra parte, el conflicto se produjo porque también
Jesús se dio cuenta de que el “solemne tinglado” de la Religión (la del templo,
los sacerdotes, los ritos, lo sagrado, el Dios de las amenazas y del castigo de
los pecados....), todo eso, con su
apariencia de ser “lo más sublime”, en realidad es “lo más peligroso”. Porque una Religión, entendida y vivida
así, hace imposible la igualdad y la libertad. Es decir, se trata de una Religión que, en nombre de
“lo divino”, lo que hace es que anula “lo humano”: derechos humanos, dignidad
humana, felicidad humana.
Lo cual entraña
una consecuencia espantosa: la Religión de los rituales sagrados (sea la que
sea), EN NOMBRE DE DIOS HACE ODIOSO A DIOS. Y DESTROZA TODA POSIBLE
RELIGIOSIDAD. Esto ocurría en tiempo de Jesús. Y sigue ocurriendo
ahora. Por eso, nada tiene de extraño que en los evangelios no aparecen ni los
términos que se usaban, en la antigüedad, para hablar de la Religión: “deisidaimonia” (temor de Dios,
superstición, religión), “eusebeia”
(profundo respeto, piedad, religión), “threskeia”
(religión de observancias, piedad, culto). Por eso, tampoco se habla de “latreia”, “epìmeleia”, “leitourgía” o “ierourgía”. La causa y la consecuencia
de este hecho son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un
comportamiento cultual especial (W. Radl).
4. Conclusión
Jesús no anuló la Religión, sino que desplazó la Religión. Es decir, la
mediación para el encuentro con Dios no está ya en el templo, en los
sacerdotes, en los rituales y en lo sagrado. La mediación para el encuentro con Dios está en la vida honrada,
transparente, que contagia bondad y coherencia en todos los ámbitos de la vida.
5. Advertencia final