Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

5 de febrero de 2016

Laicidad del Evangelio



LA LAICIDAD DEL EVANGELIO O EL CONFLICTO DE JESÚS CON LA RELIGIÓN

José M. Castillo

1. El Evangelio como “conflicto”

Hay un hecho global, que resulta patente cuando se piensa en el conjunto de relatos que conforman el gran relato que es el Evangelio. Este hecho consiste en que el Evangelio es la historia de un conflicto. Y, por cierto, un conflicto mortal. Es  el conflicto (o enfrentamiento) de Jesús con la Religión. Según el evangelio de Marcos, el primero de los cuatro evangelios, desde el primer momento en que Jesús empezó su actividad pública, en la sinagoga de Cafarnaúm (Mc 1, 21 ss; Lc 4, 31-37), allí mismo empezó el enfrentamiento. Y fue el enfrentamiento con los “demonios”. Y, en los demonios, con los “letrados” o “maestros de la Ley”. Allí dio comienzo el conflicto. Hasta el final, en la pasión: apresamiento, juicio, condena, tortura, traición, abandono de los suyos, ensañamiento de los sumos sacerdotes hasta el escarnio y el desprecio, colgado como un subversivo entre dos “lestaí” (Mc 15, 27 par Mt), “rebeldes políticos” (en aquel tiempo, también “religiosos”) (F. Josefo, cf. H.W.Kuhm: TRE 19, 717) y, para colmo total, el abandono hasta del mismo Dios (Mc 15, 34 par Mt).

Jesús, pues, representa la forma más radical de relación con Dios. La relación con Dios que ve el mayor peligro, para esta relación con Dios, precisamente en la Religión, incluso en “el Dios de la religión”. El “dios” que se utiliza para ganar dinero, obtener privilegios, hacer carrera, justificar conductas que se tienen que ocultar, subir en la escala social, llegar a ser famoso,  y sobre todo alcanzar y ejercer poder, el mayor poder. De ese Dios, escribió Dietrich Bonhoeffer, poco antes de ser asesinado, el 9 de Abril de 1945, en el campo de concentración de Flossenbürg, “Dios nos hace saber que hemos de vivir como hombres que logran vivir sin Dios. ¡El Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona (Mc 15, 34)... Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios”. Es decir, vivimos sin “esta Religión”. Es lo que intuyeron los místicos, con expresiones que nos escandalizan. Es el caso de Meister Eckhart, en su sermón sobre las bienaventuranzas: “Por eso le pido a Dios que me libre de Dios” (“Darum bitte ich Gott, dass er mich Gottes quitt mache”).

Así pues, el conflicto de Jesús con la Religión llegó hasta el límite último. Hasta el abandono de Dios. Del Dios al que la Religión promete que nos lleva.


2. Dos preguntas clave

1ª. ¿En qué consistió este conflicto? Es decir, ¿fue un conflicto con “aquella” Religión, la de Israel o la del judaísmo de aquel tiempo? O, si pensamos este asunto desde el punto de vista de los cristianos de ahora, ¿fue el conflicto con las verdades dogmáticas de la Cristología posterior a Nicea y Calcedonia?

2ª. ¿Por qué se produjo semejante conflicto? Es decir, ¿fue porque los “hombres de la Religión” de entonces no aceptaron la condición “mesiánica” o la condición “divina” de Jesús? O la pregunta decisiva: ¿Hubo allí un motivo más profundo, que se nos escapa y en el que nunca hemos pensado a fondo?

Hago caer en la cuenta de que, en la respuesta que demos a estas preguntas, nos jugamos el “ser o no ser” de la Religión, tal y como se practicaba en el templo de Jerusalén, y tal como se practica en la Iglesia. Me refiero a la Religión de los “rituales sagrados”: la Religión del templo y de los sacerdotes, del poder, de las dignidades y de los privilegios, de la sumisión y de las observancias, de la obediencia y de la humildad de los fieles, de la salvación de nuestros pecados, del Dios del respeto indiscutible y del miedo absoluto. En estas cosas, la Religión del judaísmo era lo mismo que la Religión que se sigue predicando ahora......


3. La intuición asombrosa de Jesús

1. Jesús fue un hombre profundamente religioso. Por su relación constante con el Padre. Y por su profunda vida de oración. Estas dos cosas quedaron tan patentes en los evangelios, que no hace falta insistir en ellas.

2. Jesús se comportó de manera que: a) Fue un hombre profundamente libre; b) Su libertad estuvo siempre al servicio, no de sus propios intereses, sino de la vida y la felicidad de vivir de todo el mundo o toda clase de personas; c) Esta manera de vivir su libertad fue el motivo del conflicto; d) Por tanto, el conflicto se produjo porque los responsables de la Religión vieron en la conducta de Jesús una amenaza para ellos y para sus intereses; e) Pero, por otra parte, el conflicto se produjo porque también Jesús se dio cuenta de que el “solemne tinglado” de la Religión (la del templo, los sacerdotes, los ritos, lo sagrado, el Dios de las amenazas y del castigo de los pecados....), todo eso,  con su apariencia de ser “lo más sublime”, en realidad es “lo más peligroso”. Porque una Religión, entendida y vivida así, hace imposible la igualdad y la libertad. Es decir, se trata de una Religión que, en nombre de “lo divino”, lo que hace es que anula “lo humano”: derechos humanos, dignidad humana, felicidad humana.

Lo cual entraña una consecuencia espantosa: la Religión de los rituales sagrados (sea la que sea), EN NOMBRE DE DIOS HACE ODIOSO A DIOS. Y DESTROZA TODA POSIBLE RELIGIOSIDAD. Esto ocurría en tiempo de Jesús. Y sigue ocurriendo ahora. Por eso, nada tiene de extraño que en los evangelios no aparecen ni los términos que se usaban, en la antigüedad, para hablar de la Religión: “deisidaimonia” (temor de Dios, superstición, religión), “eusebeia” (profundo respeto, piedad, religión), “threskeia” (religión de observancias, piedad, culto). Por eso, tampoco se habla de “latreia”, “epìmeleia”, “leitourgía” o “ierourgía”. La causa y la consecuencia de este hecho son idénticas: el cristianismo, fundamentalmente, no exige un comportamiento cultual especial (W. Radl).


4. Conclusión

Jesús no anuló la Religión, sino que desplazó la Religión. Es decir, la mediación para el encuentro con Dios no está ya en el templo, en los sacerdotes, en los rituales y en lo sagrado. La mediación para el encuentro con Dios está en la vida honrada, transparente, que contagia bondad y coherencia en todos los ámbitos de la vida.


5. Advertencia final

Todo esto no es idealizar lo humano. Si Jesús contó con el Padre  y rezó tanto al Padre, eso se explica porque Jesús comprendió también que “lo humano” químicamente puro no existe. “Lo humano” está siempre fundido con la limitación humana y, por tanto, con “lo inhumano”. De ahí, la estupidez o la fanfarronería que supone la propuesta - tan frecuente ahora - de que ya no necesitamos para nada la Religión.