Lo que va de ayer a
hoy
Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy
El SANTÍSIMO EXPUESTO
BAJO CUSTODIA
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BAJO CUSTODIA
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ayer
(Marcos 14, 1)Faltaban dos días para la Pascua y para la
Fiesta de los Panes sin Levadura; y con engaño, los principales sacerdotes y
los escribas buscaban cómo prender y matar a Jesús; 2 pero decían: “No durante
la fiesta, no sea que haya un tumulto del pueblo.”
(1Juan0,31…: Los judíos tomaron piedras para
apedrearlo.
Jesús les dijo:
—Por encargo del Padre les hice ver muchas obras buenas: ¿por cuál de
ellas me apedrean?
(Juan 7,10…: Cuando ya habían subido sus
parientes a la fiesta, subió también él, no en público, sino a escondidas.
Durante la fiesta lo buscaban los judíos y preguntaban:
—¿Dónde está ése?
Entre la multitud se murmuraba mucho de él. Unos decían que era bueno;
otros que no, que engañaba a la gente.
Pero nadie hablaba en público de él por miedo a los judíos.
Aquel profeta
campesino estuvo expuesto a muchos peligros y
persecuciones, según avanzaba su vida y su predicación de ese extraño reino de Dios.
No fue sólo cuando lo apresaron en el huerto de
los olivos y lo llevaron al
tribunal del Sanedrín y todo lo
que siguió después.
Fue mucho antes,
cuando quienes lo seguían porque les daba pan y les curaba empezaron a
desilusionarse. Le quisieron
hacer rey, líder contra los romanos
pero se les escapó al monte… y no era
por miedo, se veía bien. Era porque Él
buscaba otra cosa y cuando iba explicándola cada vez más clara, los que hasta entonces le
habían seguido empezaron a murmurar: “dura
es esta doctrina ¿quién puede
aguantarla?” (Juan 6. 60)
Cada día se
iba exponiendo a mayores peligros. Empezó en Galilea, pero al subir a Jerusalén se agudizó la crisis, sobre todo
cuando se atrevió a limpiar el templo de negociantes. Es que no se estaba
quieto.
Cuando Pilato lo
expuso ensangrentado ante la multitud: “¡Aquí tienen al hombre!”; ya estaba su
suerte echada.
En el monte de los
Olivos, lo retuvieron bien custodiado
los guardias del sanedrín, que lo llevaron después del consejo judío al
gobernador romano. Luego pasó la
custodia a los legionarios, camino el
Calvario.
Su cadáver
expuesto en la cruz ya no necesitaba custodia de los soldados ni de nadie. No
se les iba a escapar.
HOY
Los hombres y
mujeres que le habían seguido fielmente
no se quedaron recordándole en la
pasividad. Lo encontraron vivo, de otra
manera, y continuaron en su seguimiento.
El único modo de mantener su presencia (“Hagan esto
en memoria mía”) fueron aquellas reuniones
donde partían el pan y compartían la copa en reuniones, a veces clandestinas , donde
iban perdiendo el miedo y se exponían a
que les hicieran lo mismo
que a su amigo.
Se lo hicieron. Los testigos, en el idioma internacional de
aquellos países, el griego, se llamaban mártires. Y fueron testigos.
Aquella gente
seguía viviendo la memoria de Jesús, en sus comidas fraternales, en salas
sin pinturas, ni estatuas, ni
símbolos. Solo con el recuerdo de su presencia,
platicando, realizando el gesto
de partir el pan y transmitiendo su
memoria a los que se les iban añadiendo.
Pero el ser humano necesita ver y tocar para
mantener la memoria. Necesita
gestos que lo ayuden a recordar y
a vivir. Gestos, acciones valientes de
servicio y misericordia.
Aunque, al pasar
el tiempo, los creyentes ya no se atreven a realizar actos que les expongan a las críticas o que les hagan perder seguridad
y comodidad. Más vale no moverse mucho
y en vez de acciones que pueden ser peligrosas, exponer sus creencias con
símbolos de objetos visibles.
Además
el ser humano tiene otra tendencia peligrosa. La ostentación: prefieren mostrar
esos signos de riqueza y poder
mejor que aparecer como pobres y humildes seguidores del pobre
de Nazaret.
Eso en la religión
es peligroso. En vez de acciones que nos exponen al trabajo, al servicio, a la defensa de los
marginados… es más seguro exponer
objetos, imágenes, símbolos. Llegaron
a exponer aquel pan consagrado, el que llamamos santísimo
sacramento… exponerlo en una pequeña
urna de cristal y metales preciosos. Y en vez de partirlo repartirlo y
compartirlo, como antes se hacía,
guardarlo bien redondito, para
que no se recuerde esa fracción del pan, como llamaban
los primeros seguidores de Jesús a sus comidas amistosas, en
memoria de aquel que expuso su vida por el reino de Dios.
Hoy la “exposición
del santísimo” no es que Jesús de
Nazaret, ni sus seguidores, se expongan otra vez a la persecución y a la condena.
La custodia no significa que los policías lo tengan bien custodiado intentando que no se escape. Son sus
mismos seguidores quienes lo encierran en esa vitrina de cristal y rayos dorados. A veces un monumento
de arte y riqueza.
Sugeriría a
quienes hacen esa exposición tan poco
expuesta a peligros, que por lo menos
pongan en la custodia - como signo - la hostia partida. Es tal vez
menos estético que esa forma redonda encajada en el círculo cerrado de
la custodia. Pero pienso que el signo de
partir el pan, que estuvo a la raíz de
las primeras comunidades cristianas, conviene que se vuelva a hacer visible y que sea recuerdo de lo que
Joshua de Nazaret hizo sobre una mesa de comedor rodeado de unos
cuantos pescadores y pecadores, que no se habían confesado antes de comulgar.
Todas estas
reflexiones me las ha sugerido este chiste triste de José Luis Cortés, que grita con su lápiz la
angustia del preso custodiado en la
custodia donde lo exponen sin exponerse a nada. Miren: