“Laudato sí” es la encíclica del Papa Francisco sobre el
cambio climático, un texto extraordinario. Cuestionador del extractivismo.
Profético. Y además, de una gran belleza literaria.
Esta adaptación radiofónica de la encíclica fue producida
por la Red Eclesial Panamazónica, REPAM, y Radialistas . La ficción es que San
Francisco de Asís, que conversaba con los hermanos pájaros y con el hermano
lobo, conversa ahora con el maíz transgénico, con el petróleo, con el oro de
las minas a cielo abierto, con la Madre Tierra. Ver la serie completa
Este es el audio No. 2 de 20 que contiene la serie.
Hermano Aire:
FRANCISCO Amigas y amigos, paz y bien para todos. ¡Bendiciones!…
Soy Francisco de Asís, enviado por mi tocayo el Papa Francisco para conocer lo
que le está pasando a nuestra hermana Madre Tierra. Hace unos días estuve en
Caracas, la capital de Venezuela. Les confieso que ni Florencia ni Génova ni
siquiera Roma, las grandes ciudades de mi tiempo, eran tan enormes como esta
Caracas… Estando allí decidí subir a la torre del Parque Central. Un edificio
gigante. Miré hacia abajo… Sentí vértigo… Vi autos y camiones corriendo por las
calles… Una locura… La gente se veía como hormigas…
AIRE Mira hacia arriba, Francisco…
FRANCISCO No supe quién me hablaba… Pero hice lo que
aquella voz me ordenaba: miré hacia arriba. Aunque era pleno día no pude ver al
hermano Sol. El cielo no era azul, estaba sombrío, como si lo envolviera un
tupido paño de niebla gris… Entonces la voz me habló de nuevo…
AIRE Sal de ahí, Francisco, sal… ¡sal!
FRANCISCO Obedecí la voz, bajé del edificio, salí de la
ciudad. Aquella era una voz poderosa y, no sé cómo hizo, pero un vendaval me
trajo hasta otro rincón de Venezuela, a estos llanos verdes y relucientes,
donde ahora estoy, desde donde les hablo… Aquí sí se está bien… Aquí el cielo
es azul y el hermano Sol alumbra radiante la campiña…
AIRE Te costaba mucho respirar en la ciudad, ¿no es así?
FRANCISCO Así es. Y me ardían los ojos. Pero ya pasó,
gracias por sacarme de ese laberinto de ruidos y sobresaltos. Y ahora, dime
quién eres…
AIRE No me puedes ver, pero estoy en todas partes. No me
puedes atrapar, porque soy libre.
FRANCISCO Hablas como si fueras Dios.
AIRE Dices bien, me parezco a él.
FRANCISCO ¿Quién eres?
AIRE En aquel canto tuyo ya me cantaste. ¿Y todavía no
adivinas quién soy? Respira, respira hondo, tal vez te acuerdes: en mí vives,
en mí te mueves, en mí eres.
FRANCISCO ¡Hermano Aire!... Y tú, ¿tú también quieres
hablar conmigo?
AIRE ¡No quiero hablar, quiero gritar! ¡Y es urgente lo
que voy a decirte!
AIRE Me están envenenando, Francisco. Caracas, la ciudad
donde estuviste, es una de las más contaminadas del mundo. Allí me han ido
mezclando con dióxido de sulfuro, monóxido de carbono, plomo, óxido de
nitrógeno…
FRANCISCO No conozco ninguno de esos venenos…
AIRE No los
conoces, pero los respiras. Se meten en tu cuerpo. En tus pulmones. Francisco,
la lista de las ciudades que están cubiertas con esos venenos se hace cada día
más larga…
PUBLICISTA ¡Visite las pirámides de México, las playas de
Río de Janeiro, Santiago de Chile, la gastronomía de Lima, Bogotá le espera… ¡Y
no se olvide de traer la indispensable mascarilla!
FRANCISCO Cuando joven, viajé una vez a Egipto, y allá
los cielos eran claros y limpios…
AIRE Eso fue hace
siglos, Francisco. Ve ahora y no podrás respirar. Y lo mismo y peor pasa en las
ciudades de la China y de la India y en demasiados lugares de la Tierra. Y
envenenado, yo enveneno. Cuando estoy limpio no me ven, me respiran y doy vida.
AIRE No les queda
más remedio que seguir respirándome. Pero así ya no doy vida… Los voy
enfermando de la cabeza a los pies: la piel, los ojos, los pulmones, el
corazón, mujeres que abortan, niños que no crecen, tumores, infecciones…
FRANCISCO Pero, ¿quién te ensucia para provocar tantas
desgracias, hermano Aire?
AIRE Los motores
quemando petróleo y petróleo y más petróleo… Y los venenos con que fumigan las
cosechas… Y la quema de las basuras… Y los bosques ardiendo… Y el humo de los
aviones… Todo eso me ensucia…
FRANCISCO ¿Y no hay jabón en este mundo que pueda limpiarte?
AIRE Sí. ¿Sabes
quién puede limpiarme?
FRANCISCO Dímelo
tú, hermano Aire.
FRANCISCO ¿Tú también me hablas? ¿Cómo te llamas?
ÁRBOL Me
llaman Araguaney. Y vivo aquí, en estos llanos.
FRANCISCO Eres hermoso con tantas flores amarillas…
ÁRBOL Gracias
por el piropo, Francisco. Pues te diré que nosotros, los árboles, somos los
pulmones de la Madre Tierra. Durante el día respiramos esos venenos y los
convertimos en aire limpio.
FRANCISCO ¿De veras? Muchas son las maravillas que hizo
Dios.
ÁRBOL Pero
esas maravillas también las arruinan los humanos. Las empresas madereras, los
ganaderos que queman el bosque para pastos, las carreteras que rompen la selva,
nos están desapareciendo… Escucha esa motosierra… Ahora hay un árbol menos en
el mundo… ¿Sabes cuántos bosques desaparecerán este año?
FRANCISCO No
puedo saberlo…
ÁRBOL Cada
10 segundos la Madre Tierra pierde mil árboles. ¡Mil de nosotros! Cuando
acabemos de hablar tú y yo, Francisco, habremos caído 60 mil árboles, un bosque
entero.
FRANCISCO Pero, ¿por qué destruyen así la naturaleza que
Dios nos regaló?
AIRE Por dinero,
Francisco. Arrasan los bosques para vender madera, para sembrar lo que les da
dinero, para hacer más industrias que les den más dinero. Enloquecen por el
dinero.
FRANCISCO Igualitos a Pedro Bernardone, mi padre… en vez
de ojos tenía monedas en la cara. ¡Solo le interesaba el dinero!
AIRE Dios me creó a mí, el Aire, para dar vida, para que
todas sus criaturas puedan respirar.
ÁRBOL Y nos
creó a nosotros para dar frutos y sombra. Para atraer la lluvia y limpiar el
aire. Pero los humanos ya han destruido la mitad de todos los árboles del
planeta. Si siguen así, si no cambian, en unas pocas generaciones ya no quedará
en pie uno solo de nosotros para contar el desastre.
Dice el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si,
Alabado Seas:
Existen formas de contaminación que afectan
cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos
produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más
pobres, provocando millones de muertes prematuras… Entre los pobres más
abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime
y sufre dolores de parto” (Romanos 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos
tierra (Génesis 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos
del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y
restaura. (Laudato Si 20, 2)
Y dijo el Papa Francisco en el Encuentro con los
Movimientos Populares en Bolivia:
De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en
las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que luchan por
subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán
bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.
PREGUNTAS PARA EL DEBATE
1- ¿Qué nivel de contaminación tiene la ciudad en la que
vives? Investígalo.
2- ¿Tienes auto? ¿Usas el auto realmente cuando lo
necesitas? ¿Lo compartes con tus vecinos y vecinas? ¿Funciona bien el
transporte público en tu ciudad? ¿La bicicleta es una opción donde vives?
3- ¿Se están perdiendo los bosques en tu país? ¿Por qué?
Investígalo.
4- ¿Has sembrado un árbol alguna vez en tu vida? ¿Por qué
no lo haces?