Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy
LA MATARON PERO
ESTÁ VIVA
ESTÁ VIVA
Empecemos por…
AYER:
A
Él lo mataron primero. También creyeron
que habían matado su idea y que su grupo de amigos se había deshecho.
Pero
el pequeño equipo de hombres y mujeres, que empezó por esconderse con las puertas
cerradas por el miedo, volvió a encontrarse con
Él, a sentirlo en medio de ellos, a recobrar el ánimo y la memoria de
todo lo que en pocos años habían aprendido y vivido. Fueron abriendo las
puertas, saliendo a la calle… y a todo
el mundo, que entonces se recorría a pie, a caballo o en pequeñas naves.
Si
en un lugar los rechazaban se iban a otro. Y no se callaban.
Hasta
empezaron a escribir memorias, que se
sentían como panfletos incendiarios, hablando de un extraño reino divino de paz universal, de perdón a los enemigos y
defensa de los pobres.
Esa
doctrina era peligrosa. Hacía tambalearse al imperio y sus dioses.
Por eso los siguieron amenazando y echándolos de merienda a las fieras. Pero allí
seguían, cada vez más en número, vivos.
Así
pasó el tiempo.
Hasta
que alguien comprendió que la mejor manera de estrangular una gran iniciativa no era perseguirla sino sobornar
a sus miembros y dar poder a sus jefes.
El grupo de
seguidores del rebelde se convirtió en
una religión como las demás. Creció, creció a la sombra de quienes antes les perseguían.
Aquel
reino divino se mezcló con reinos
humanos y tiranos.
Los verdaderos fieles…
fieles a aquel misterioso reino,
tuvieron que seguir aguantando persecuciones. Aunque ahora quienes les llevaban
al tribunal eran los mismos que edificaban templos y ponían coronas de oro a
las estatuas de su antiguo líder galileo.
Ahora,
pasados los siglos, tenemos ocasión de
asomarnos a un tiempo cercano que podemos llamar …
Hoy
En
el hoy del que hablamos el mundo ya no puede recorrerse a
pie. Se necesitan vehículos como el
carro con motor o el pájaro
mecánico. Por eso en vez de hablar del mundo
en general, tendremos que ceñirnos a algún ejemplo en lugar y tiempo
más limitado.
Pongamos que
hablamos de Madrid (dijo Joaquín Sabina), y en Madrid pongamos que
hablamos de Vallecas ( “vengan a ver”, dijo
Luis Pastor) en unos días del
año 1975.
Para los que no lo conocen, Vallecas era un barrio con fama de pobre y rebelde, de casas humildes, en gran parte chabolas, champas,
villa miserias, favelas… según dicen distintos
países latinos. Sus habitantes, venidos muchos de
pueblos marginados del país, mal mirados por las autoridades como gente izquierdosa.
Pero volviendo a lo que decíamos ayer, a ese
barrio también habían ido a vivir seguidores del galileo rebelde crucificado. Aunque
allí apenas tenían templos. Aprovecharon para sus reuniones cualquier
almacén o “barracón” y allí se juntaban, no solo para partir el pan según su tradición, sino también para compartir su vida, hablar
sobre sus problemas y ajustar su
conducta a aquellos panfletos subversivos
escritos por los primeros seguidores:
Mateo, Lucas y compañía.
Para acabarlo de complicar o simplificar, según se mire,
aparecieron entre ellos unos líderes con el nombre de obispos, que se sintieron a gusto en ese ambiente. Unos tales llamados Ramón y Alberto.
En tiempo de este último, los vallecanos, platicando, observando la
vida que hervía por esos lugares, pensaron hacer realidad lo que habían proclamado en un
llamado concilio de años anteriores:
Los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas,
tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente
humano que no encuentre eco en su corazón”.
Pues en ese
barrio se propusieron reunirse en pequeños grupos para pensar cómo convertir esa teoría en práctica.
Ya lo dice el
proverbio “nada hay más práctico
que una buena teoría”
Pero como
en ese Madrid del que hablamos había demasiada gente que se limitaba
a una religión de templos y procesiones… y como en aquel tiempo
gobernaba el país un general que usaba
las catedrales para entrar en ellas bajo palio,
aquella iniciativa popular empezó
a sentar muy mal.
Dos años estuvieron los seguidores del galileo reuniéndose intentando ver, analizar y pensar
qué hacer para responder con fidelidad a
los panfletos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan
junto a las propuestas de aquel
incómodo concilio.
Dos años en los que las nubes de tormenta, por encima y
alrededor de sus diálogos, se iban
oscureciendo, como “ayer” se le fue oscureciendo el horizonte a su profeta inspirador mientras subía a Jerusalén.
Llegó el día decisivo.
Cuando ya estaba todo preparado
para la asamblea que concretase todos aquellos trabajos…. aquella tarde el
salón se vio rodeado de policías
armados, vestidos, como las nubes, de gris, impidiendo el paso a los grupos de
vallecanos que acudían alegres al
encuentro..
El obispo Alberto, pegado a la puerta recibía
el triste saludo, desde la otra acera,
de los amigos que contemplaban aquel otro asesinato de sus sueños.
Arriba, desde el poder, pensaban satisfechos: “se terminó la asamblea
de Vallecas” y aquella noche
durmieron más tranquilos.
Los fieles seguidores del galileo pobre se quedaron
con una sensación semejante a la de
Pedro y sus amigos cuando vieron clavado en el madero a su profeta.
Hubo otros, ni fríos ni calientes, que se dedicaron
a hacer filosofía sobre la suspensión: “Claro
es que aquello era imprudente en la situación social del
país, bajo la dictadura del general…” (como si le dijeran al maestro
de Galilea: “¿a quien se le ocurre echar del templo a los mercaderes en la actual situación religiosa
de Jerusalén?)
Pero no miremos hacia atrás y sigamos mirando al
HOY con
aires de futuro.
La realidad es que el trabajo principal ya estaba
cumplido durante aquellos dos años.
Un número de la revista PASTORAL MISIONERA ofreció una síntesis de los trabajos realizados. Eso
fue lo principal. Lo que ya estaba
hecho. (“que nos quiten lo bailao”,
dirían los madrileños castizos).
Aunque el obispo no está físicamente, sigue
en Vallecas vivo el espíritu de quien animó entonces la iniciativa. Sigue
ese espíritu en muchas comunidades de base, en muchos líderes
seglares y religiosos (aunque en otros lo apagó de un soplo la
“posmodernidad”).
Tal vez algunos se queden diciendo: “eso fue cosa del pasado”
y no se atrevan a dar los cuatro pasos que faltan para completar lo que
se trabajó con entusiasmo.
Habrá que dejar en el baúl de los recuerdos realidades
que se quedaron desfasadas, también
revitalizar muchas realidades que siguen vivas en los creyentes de
Vallecas.
Habrá que…
Habrá que demostrar
que el trabajo de esperanza que junto a Alberto Iniesta llevaron tantos vallecanos a partir de una fe con los pies en la tierra…
que aquello no fue inútil y que a la asamblea de creyentes de Vallecas…
Creyeron que
la habían matado, pero sigue viva.
Si en
cualquier parte del mundo donde lean esto surgen problemas
semejantes a los de ese barrio, les
ofrecemos este trozo de historia. Piensen que siempre es posible resucitar, unirse y ¡vengan a ver! y a escuchar la canción de Luis
Pastor: