Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy
LA PERIFERIA
ayer
Desde el
amanecer de la humanidad se ha hecho sentir la presencia del poder,
Existen
dos poderes: poder – para
y poder- sobre
No es lo mismo el poder para… donde
el ser animal o el humano demostraba que
era capaz de levantar un peso o trepar a un árbol, fabricar un arco, encender fuego…
No
es lo mismo eso que el poder-sobre : el enfrentamiento de dos poderes humanos, uno sobre el otro “a ver
quién puede más”. El que más podía se adueñaba de la tierra, de las fuentes, de las cuevas o las chozas y dejaba
fuera de órbita a quien le
molestaba.
Siglo tras siglo la humanidad se iba estructurando así, apoyándose en el poder, el saber, el tener que se
resumía en poder
- sobre el que podía menos, el
que sabía menos, el que tenía
menos (porque el que más podía se
lo quitaba por la fuerza o engañándolo).
El mayor progreso del ser humano se realizó en su cerebro…
los hombres y mujeres comenzaron
a pensar más, a saber más. Algunos de ellos llegaron a tener más conciencia.
Empezaron a hablar de
sociedad, de pueblo… Pero no eran
capaces de liberarse de algo que tenían metido dentro en sus huesos, en su
vientre, en su cerebro: YO puedo más que ese otro, YO puedo
por encima de esos otros, YO puedo
contra aquellos otros. Cada uno lo
decía a su modo.
En las orillas del mar
Mediterráneo un pueblo que llamaban los
griegos hizo correr su lenguaje por los
pueblos cercanos. Hablaban
de peri-fero: llevar alrededor.
En una ciudad amurallada los que quedaban fuera estaban en la “periferia”. ¡Pobres de quienes en una guerra les tocaba estar allá afuera!. Eran las víctimas desprotegidas que sufrían el ataque. Pero llegó un momento en la historia en que no hicieron falta murallas de piedra.
Y ya estamos así en el…
Hoy.
Los
que pueden mantienen una periferia apoyados
por papel- leyes o papel- moneda, que pronto queda ensangrentado.
Pues, muchas veces, la posesión de los que “tienen” es producto
de años de acaparamiento: guerras de conquista, leyes inventadas por quienes
tienen, (que no cuentan, para escribir
esas leyes, con la opinión de los que no tienen ).
Todos los seres humanos que nos movemos por el mundo andamos dando
vueltas entre barreras que, marcan tres
terrenos donde vamos viviendo o vamos muriendo y que podemos llamar centro,
semiperiferia y periferia.
Intento
comunicar, copiando y simplificando, unas ideas de Adrián
Vidales que nos dejen por lo menos
una inquietud sobre nuestra situación en
este mundo del que todos somos responsables:
Todos
vivimos en una sociedad y en un Estado, relacionado con los otros.
Los
Estados del “centro” están especializados en la producción de bienes fabricados
mediante altos niveles de tecnología y mecanización, y que, debido precisamente
a esto, tienen un mayor precio en los mercados internacionales. Europa Occidental, Estados Unidos y Japón son las zonas
económicas consideradas “centrales”.
En el otro extremo del sistema mundo se sitúan los
países “periféricos”. Están caracterizados por tener un sistema de producción
menos sofisticado y mecanizado que los países del “centro” y por lo tanto, su
producción, basada fundamentalmente en la exportación de materias primas y
productos agrícolas, está menos valorada en los mercados internacionales. Buena
parte de los Estados de Asia, África y América Latina
estarían incluidos en este grupo.
Al tener un menor precio los productos
“periféricos” en los mercados mundiales con respecto a los producidos por el
“centro”, cuando éstos son intercambiados, la mayor parte de la plusvalía
generada por los trabajadores de los Estados periféricos termina en manos de los
grandes productores de los estados del
“centro”. Esto, unido al hecho de que los estados periféricos están gobernados en su mayoría por gobiernos títeres al servicio de las grandes multinacionales de los países ricos (o del “centro”) que dan trabajo a buena parte de sus poblaciones, hace que la relación de explotación antes mencionada se estabilice y perpetúe.
“centro”. Esto, unido al hecho de que los estados periféricos están gobernados en su mayoría por gobiernos títeres al servicio de las grandes multinacionales de los países ricos (o del “centro”) que dan trabajo a buena parte de sus poblaciones, hace que la relación de explotación antes mencionada se estabilice y perpetúe.
La pregunta lógica que todos nos
haríamos en este punto sería: ¿y cómo es posible que estos pueblos explotados
no reclamen sus derechos y derriben a sus explotadores? Según Wallerstein, hay
tres mecanismos fundamentales que permiten al sistema-mundo gozar de una
relativa estabilidad política:
1.- La concentración de la fuerza
militar en las áreas céntricas.
2.- La difusión entre la población
de los Estados del centro de la convicción de que su propio bienestar depende
de la supervivencia del sistema como tal y,
3.- Finalmente, la división de los
explotados en un gran estrato inferior y un estrato intermedio más pequeño.
Este estrato
intermedio es lo que se conoce como semiperiferia,
cuya función principal es, pues, dividir a los explotados para que no hagan
frente común contra los privilegiados del centro del sistema mundo. Para ello
se le da un papel en la división del trabajo que hace que las economías de
estos Estados estén basadas en sistemas de producción que mezclan componentes
de las otras dos zonas económicas y que les permiten desempeñar, al mismo
tiempo, un papel de explotado (por el centro) y explotador (de la periferia). Ejemplos de Estados semiperiféricos serían Brasil o
Argentina. … los países
semiperiféricos intervienen en el mercado mundial exportando al centro bienes
procedentes de sectores deslocalizados (por ejemplo, la industria del
automóvil) y, al mismo tiempo, vendiendo a las áreas periféricas productos
semejantes a los del centro (pero con un menor nivel de capital intensivo). Nuestro
mundo actual funciona como una economía-mundo globalizada en la que los Estados ya no tienen el control absoluto de lo que ocurre
dentro de sus territorios, y que se ha estructurado en el terreno económico
conforme a las reglas del capitalismo y en el terreno político-diplomático en
un sistema interestatal en el que el principal mecanismo de cambio es la guerra
y en el que se han dado sucesivamente hegemonías de vida finita. Además, dentro de este sistema-mundo
los Estados se ven divididos en unas zonas económicas que se relacionan entre
ellas conforme a un modelo de explotación.
Este es, en última instancia, el
diagnóstico pertinente de esas barrigas hinchadas y esas caras atravesadas por
mil sufrimientos.
Esta división mundial entre los Estados por su poder también es
la división en la estructura de cualquier sociedad, en ciudades,
pueblos, barrios… donde existe algún
centro y algunas periferias que tienen
entremedias, como colchón que suavice
las diferencias, genta
en la semiperiferia, que hace el juego al centro para mantener sometidos
a los marginados de la periferia.
Dentro de
este colchón encontramos el silencio. Por ejemplo el silencio de quienes dicen creer en un Dios de
justicia y misericordia, aunque no reaccionan contra la injusticia y la
inmisericordia del centro.
Aquí
no tenemos más remedio que escuchar a
quien es eco de
ese Dios misericordioso y lanzar
a los cuatro vientos su grito.
El cardenal Bergoglio habló en las
reuniones anteriores al cónclave que después le encomendó su misión
en la iglesia mundial.
Escuchemos su palabra: "la Iglesia está llamada a salir de sí
misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las
periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la
injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del
pensamiento, las de toda miseria". Y añadía que "cuando la Iglesia no
sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se
enferma”.
Me atrevería a
hacer una sencilla traducción para quienes no andan
a vueltas con la filosofía.
“Autorreferencial” quiere decir:
“mirarse al ombligo”. Eso es lo que
puede pasar a los llamados
seguidores de Jesús, que con esa mirada
no tienen posibilidad para mirar
de frente y abrirse a la periferia.
Las palabras
del cardenal Bergoglio han seguido
resonando desde que empezó a firmar como
Saltando otros documentos, al abordar la propuesta
del año de la misericordia ha vuelto
a poner ante el mundo la necesidad
de abrir los ojos ante las injusticias de la expulsión hacia las periferias.
Escuchemos en su proclamación oficial (Misericordiae vultus):
En este Año Santo, podremos realizar la
experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias
periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente
crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo
hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su
grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos
ricos. (… ) No caigamos en la
indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide
descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para
mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas
privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio…
Esta reflexión del Papa puede hacer que demos vueltas a esta palabra: “periferia” y nos
preguntemos por nuestra actitud, especialmente si nos damos cuenta de que nosotros mismos estamos
situados en esa peligrosa
“semiperiferia” donde no queremos
dejarnos invadir por los que están en los barrancos de la periferia e, inconscientemente, estamos
haciendo el juego a quienes se mantienen
tras las seguras murallas de
papel-leyes, papel-dinero y (sin papel) potentes
armamentos. Al mismo tiempo los del
centro cuentan para mantener su
seguridad con nosotros, los que “no somos ni pobres ni ricos” sino
vulgares “semiperiféricos”. Pero
no nos damos cuenta.