Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

5 de mayo de 2016

Lo que va de ayer a hoy... LOS SIGNOS VACÍOS

Historias bíblicas  de ayer que se repiten hoy


Los signos Vacíos



¿Cómo los conocerán?... por sus signos?

AYER  (y siempre)

Por el humo se sabe dónde está el fuego… del fuego del cariño nacen los celos…


Si en  el bosque sale una gran humareda, animales y hombres, sin ver las llamas, echan a correr (para huir o para apagar)

Ese es un signo natural,  que  todos los seres vivos entienden, no hace falta explicárselo.

Cuando se acercan por el cielo ciertas nubes  de perfiles oscuros y altos  quienes viven en contacto con la naturaleza saben que puede venir un chaparrón o una tormenta.

“Tienes mala cara”… le digo a un amigo… Los médicos y enfermeros (o sicólogos)   sabrán  más en detalle qué le pasa por dentro.   Todos esos son signos naturales.

Pero los seres humanos hemos ido  inventando otros signos que reflejan aspectos de nuestra vida y nuestra sociedad.
Las relaciones,  la política, la religión  están  plagadas de señales, símbolos,  signos inventados  que ayudan a entendernos… o a engañarnos.  Palabras, canciones, pinturas  en las rocas, en las paredes,  en los lienzos y tatuajes en el  propio cuerpo,  

 
 Esculturas, monumentos figuras colgadas del cuello… se mezclan en  las vidas de la humanidad  con sus  necesidades primarias.
Algunos de esos signos son los restos históricos por los que conocemos  cómo eran nuestros antepasados.  Dentro de unos siglos  también conocerán cómo éramos nosotros.
 
Arqueólogos y turistas (de modo distinto) visitan  hoy los restos del templo de Jerusalén,  los monumentos mayas, el museo de
Antropología en Chapultepec (México)  y  los papiros  de las cuevas del mar Muerto que los  especialistas fueron  pegando poco a poco, leyendo documentos cercanos a la Biblia  -  Así  los restos no destruidos del pasado  fueron signos para conocer a aquellos  que nos precedieron.

HOY…  
En su afán por conservar los  signos con los avances de a técnica,  los contemporáneos  han inventado  sistemas por mantener presentes los signos naturales  y artificiales.  Podemos hoy conocer  cómo era Marilyn Monroe y Hitler, hasta escuchar su palabra  y  ver sus gestos, en grabaciones audiovisuales.
Hoy mismo se puede  contemplar al Papa Francisco a miles de kilómetros de distancia abrazando a un enfermo… o sentir el dolor del pueblo sirio cuando les vienen encima  los misiles de guerreros sin corazón.
Pero no hace falta asomarnos lejos  porque en cualquiera de nuestros pueblos  nos están viniendo a cada  segundo imágenes, sonidos, tacto de manos amigas  o  crispadas, olores de perfumes o podredumbre… Signos.
Hoy en los templos donde asistimos  a celebraciones  religiosas podemos  también distinguir  los signos y gestos que relejan la vida de quienes se llaman creyentes  de hoy.  Si  la vida nos ayudó a  tener  algún espíritu crítico haremos un esfuerzo por entender  qué “significan algunos signos”  ante los que nos quedamos  un tanto desconfiados.
Los “responsables de las religiones han inventado una serie de símbolos, gestos, palabras, movimientos, vestidos, cantos,… que a veces   parecen   ayudar a nuestra búsqueda de espiritualidad  pero en otras ocasiones los encontramos  desconcertantes y no responden  a nuestra búsqueda de sentido en la vida
Cuando, por ejemplo, en un templo se  escucha cantar:  “¡juntos como hermanooos” pero se da uno  cuenta de que las 20 personas que allí están, cada una se  sitúa en “su”  banca    lejos de los demás  y a distancia de la mesa donde  un señor vestido  como en tiempos antiguos  intenta (se supone) coordinar aquel acto comunitario... Uno llega a desconfiar de los que están allí. Parece que el signo de la dispersión no está de acuerdo con el canto que habla de estar juntos,  ni que eso refleje  que allí hay una comunidad de hermanos.
Cuando uno sabe que la mesa  donde los creyentes  de los primeros tiempos compartían alegres una comida  con pan, vino y otros manjares, recordando a su maestro… y ve que esa mesa hoy  ya no es mesa, sino altar (suele estar más alto).  Cuando ve a los que  la rodean a distancia  en una actitud  pasiva,  uno se pregunta si de verdad los que allí están  expresan signos de que creen en lo que están celebrando.
Cuando uno ve salir del templo con cara de alivio a los asistentes  al acto  supone que seguramente  los días siguientes a aquella celebración, a esos mismos se  les verá  presentes en   reuniones, servicios comunitarios,  manifestaciones,  iniciativas propias de ciudadanos activos , inquietos, críticos, deseosos de  una ciudad en paz y justicia que están realizando  para que mejore  la situació Pero se da cuenta de que unos son los que van  a los actos religiosos y otros los  que  vuelcan su esfuerzo  en el trabajo por la mejora de la comunidad humana.  Entonces uno  se queda con la impresión  de  que  los signos de los hombres y mujeres religiosas parecen estar vacíos de sentido comunitario aunque en misa parecía  que estaban haciendo  “comunión”.
Todo esto le deja a  uno con la sensación de que muchos de los signos  que realizan los seres humanos  están vacíos de realidad.
Uno sigue pensando que   sucede  igual en muchas otras  expresiones  no religiosas  de los ciudadanos. Como cuando en una manifestación van gritando “¡el pueblo unido jamás será  vencido!“  pero luego se entera de que quienes  allí iban tan unidos,  los días siguientes está dividido en muchas asociaciones o  partidos, que se enfrentan unos contra otros. 
Mientras tanto quienes los observan desde los palacios oficiales  se  ríen de ellos y siguen sentados en el poder y los abusos  contra el pueblo unido. 
Aquellos signos de las marchas del pueblo unido,  no siempre  están de  acuerdo  con la realidad.

Lo más sangrante es que quienes se mantienen en el  poder político o económico, también expresan signos  solidarios de amor al pueblo, signos como dicen de “patriotismo” y el pueblo se lo cree, sin  darse cuenta de que su amor a la patria es para comérsela desmenuzada en   cuentas bancarias,  fincas y edificios de lujo para él, no para “la  patria”.
 
Signos, señales, discursos y promesas, cánticos espirituales o patrióticos, templos e imágenes de santos, monumentos a  grandes hombres, levantados a veces  por quienes los habían asesinado o abandonado en la lucha…
Cada uno podríamos preguntarnos si los signos que llevamos colgados del cuello, adornando los altares o en los ministerios, en nuestras casas y calles, son signos cargados de  realidad o símbolos  vacíos, como  decorados de teatro  porque detrás no hay nada, o peor que nada: mentira.


¿De qué están llenos nuestros signos?
 
.