Escrito por José Antonio Revuelta
Ha sido alrededor de esta última Semana
Santa: Los laicos desconocen su naturaleza y su situación en la iglesia
católica, en relación con los clérigos. No sospechaba que fuera tanto. En las
cofradías se sienten más autónomos. La costumbre tira y están cargados de buena
voluntad. Además les mueve la razón turística. Aman su tierra y sus
tradiciones.
Pero en la iglesia primitiva, la
celebración eucarística y demás acciones dependían solo de la comunidad. Los
que presidían eran feligreses absolutamente normales (hoy serían los seglares).
También mujeres. La mayoría, casados. Los nombraba la comunidad.
El sacramento del orden: Imposible
probar que Jesús lo fundara. Al contrario, Jesús mostró -con palabras y hechos-
que no quería sacerdotes. Ni él mismo era sacerdote ni lo fue ninguno de los
"Doce" (ni Pedro, el considerado primer Papa), ni Pablo. Ni el orden
episcopal. Es creación de la Iglesia, que puede modificar o suprimir, si
conviniera.
La crisis de la Iglesia perdurará y
aumentará mientras no acabe con los dos estamentos cerrados actuales:
sacerdotes y seglares, ordenados y no ordenados. Se resolverían de un plumazo
muchos problemas, como la ordenación de las mujeres, la cuestión del celibato,
la desatención de poblaciones rurales, el malestar en la iglesia, el
vergonzante alejamiento progresivo de los fieles, etc.
Efectivamente, el episcopado y el
sacerdocio se desarrollaron en la Iglesia al margen de la Escritura,
justificándose más tarde como parte del dogma. Hasta llegar a definir al seglar
o laico por vía negativa: es el no clérigo, el no ordenado. De modo que el 99%
(y décimas) de los cristianos quedaron rebajados y oscurecidos.
El foso de la separación se fue abriendo
y solidificando primero, con el Edicto de Milán (313), por el
que Constantino,
emperador romano, integró a la iglesia cristiana en el Estado. Los seglares se
transformaron en súbditos, bajo el poder de los clérigos; segundo, con la
exigencia de la “ordenación” para ejercer cargos en la comunidad cristiana
(principios del siglo V); tercero, con la Reforma Protestante (siglo XVI): La
teología postridentina llegó a equiparar iglesia católica y jerarquía.
Magisterio curial o Iglesia oficial-institucional son,hoy, los nombres de la
iglesia católica en los medios de comunicación… y, desgraciadamente, en la
mayoría de los fieles seglares.
Pío XI, promotor de la Acción Católica,
admitía que los seglares pertenecen a la Iglesia. Pío XII avanzó en el camino
correcto: Los seglares son Iglesia. Ives Congar -hijo de la formación clerical-
llegaría al extremo de afirmar que únicamente la jerarquía es esencial para la
existencia de la Iglesia. A pesar de haber publicado el primer gran ensayo de
una teología del laicado.
El Vaticano II continuó fixistamente con
la distinción clasificatoria: ordenados / seglares. Pues el sacerdocio común
del pueblo de Dios se distingue esencialmente [¡descarriado adverbio!] del
sacerdocio jerárquico o ministerial ('Lumen Gentium', nº 10). Sin embargo, el
Nuevo Testamento no conoce ningún sacerdocio, ni sacramental ni común.
Los no ordenados son instrumentalizados
como ayudantes, como prolongación del brazo de la jerarquía y siempre
subordinados totalmente a ella. -Los seglares pertenecen a la Iglesia, pero
solo de manera limitada son Iglesia (Vat.II: 'Decreto sobre el apostolado de
los seglares', nº 6 s)-.El CIC (Código de Derecho Canónico – 1983) y el Sínodo
episcopal sobre los laicos (Roma, 1987) dejan el estado de la cuestión como
está. Además, el canon 207 #1 lo reafirma añadiendo -en contra de toda
evidencia histórica- que esos dos estamentos fueron instituidos por Dios.
¡Hasta el presidente del Consejo Pontificio para los laicos es un cardenal o un
arzobispo! Así vivimos hoy, volviendo la mirada atrás, hiriendo la sensibilidad
de la sociedad actual y a Jesús de Nazaret… que no quería sacerdotes.
“Esta iglesia es por esencia una
sociedad desigual, es decir, una sociedad que comprende dos categorías de
personas: los pastores y el rebaño... Estas categorías son tan distintas entre
sí que solo
en el cuerpo pastoral residen el derecho y la autoridad necesaria
para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad; la
multitud no tiene más deber que el de dejarse conducir y seguir como dócil
rebaño a sus pastores” (De la encíclica 'Vehementer nos' al clero y pueblo de
Francia, 11 de febrero de 1906, del Papa san Pío X).
Por ahora, no hay más cera que la que
arde.