Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy
¿ Y qué es la verdad ?
Ayer
En
el sistema solar un poco más allá de
Plutón, según se va a mano derecha, existe el “planeta sin nombre”.
Nadie
lo ha podido nombrar porque nadie lo ha visto. Los imponentes telescopios
fijos o celulares, o sea móviles, los que van a lomos de un satélite
artificial… pues , no se percataron de su existencia porque se les pone delante
siempre Plutón. Nadie ha podido
descubrirlo. Cuando lo descubran en un
futuro lejano, tal vez le pongan de nombre Latinoamérica, por ser
el patio trasero del sistema solar (¿ustedes ya me entienden?).
Pues les cuento que, según informaciones fidedignas, hace muchos siglos, ya estaba habitado por
unos extraterrestres con una civilización muy avanzada. El P.S.N
(planeta sin nombre, como dije)
empezaba a tener un problema: la superpoblación. Andaban buscando una solución que podía
ser encontrar otro planeta con condiciones y espacio
suficiente. Seguros ya de que ninguno
de los planetas conocidos del sistema solar era habitable decidieron investigar en ese otro
que quedaba más allá del sol, que
nunca habían visto, pero que por sus
cálculos astronómicos sabían que tenía que existir. Lo llamaban el planeta “de ahí detrás” por sus siglas D.A.D.
Pues los habitantes de P.S.N. Prepararon sus 4 platillos volantes, los únicos que tenían,
y orientados por los astrónomos calcularon las coordenadas para hacer una visita al D.A.D. Cada uno de los 4 platillos se dirigiría con una coordenada y ruta distinta para encontrarlo entre todos con más
seguridad.
El
problema que tenían los platillos
aquellos era que por sus
características técnicas no podían posarse sobre la superficie de ningún planeta. Solamente después de atravesar el espacio a
una velocidad superior a la de la luz,
podían detenerse cinco minutos flotando por encima, a 2 kilómetros de distancia de la superficie. Allí
observarían detenidamente lo que se veía desde arriba… y debían volver
deprisa, porque en el planeta S.N.
había escasez de combustible.
El
presidente del país desde la torre de control
dio la señal: “ ¡En sus marcas… preparados…, listos… ¡¡ya!!
Y
los cuatro aeroplatillos desaparecieron en el espacio.
Hay
que tener en cuenta que los pilotos de los platillos no habían oído hablar de un tal Einstein. No sabían que, según
ese sabio, no se podría volar a mayor velocidad que la luz.
Por eso, como no lo sabían, lo
hicieron.
Al
cabo de dos semanas ya estaban de vuelta
en el P.S.N.
No
les he dicho que el planeta sin nombre era - para que se hagan una idea - del tamaño de Belice. En la
plaza mayor del planeta se reunieron
todos los habitantes que tuvieron tiempo y ganas de asistir, junto con el presidente, sus ministros y los
diputados. Después de los aplausos y discursos de rigor,
el comandante de cada platillo subió a la tribuna para dar cuenta de lo que había descubierto desde la altura donde
había tenido que detenerse para observar aquel
misterioso planeta.
Escuchen
lo que cada uno comunicó:
Comandante
A.- “Excelentísimo presidente y ciudadanos todos. Les puedo
informar que el planeta explorado es una masa enorme de arena amarillenta, sin agua, sin vegetación, sin vida
animal… allí es imposible vivir
Mientras el comandante A hablaba, la tripulación de los
otros platillos hacían gestos disconformes.
Cuando terminó, levantó la mano otro comandante a quien llamaremos B.:
No
estoy de acuerdo, excelentísimo señor, y pueblo que me escucha. Me parece que el
compañero ha mirado mal.
Precisamente este planeta no es
más que una bola enorme de agua… agua
que se agita y choca a veces con algunas
rocas que emergen entre las olas. Yo
también creo que es imposible vivir…
No
tuvo tiempo de seguir. Voces de protesta
salían de los compañeros
astronautas, mientras el público murmuraba desconcertado…
Otro
de los viajeros, comandante C: gritó: “¡falso, falso! Lo que el compañero llamó
agua serían una rocas y montañas
altísimas, muchas de ellas
cubiertas de nieve y entre las rocas
nada de vegetación… es un lugar inhóspito para que se pueda vivir allí
“¿Cómo
que nada de vegetación? - sonó como un
trueno la voz del comandante D. …
- ¡Pero si ese planeta está cubierto por una selva de árboles gigantes!, en los que saltan de árbol en árbol unos habitantes desnudos, todos cubiertos de pelos y con una cola larga con que se agarran a las ramas. Menos mal que no hemos intentado descender al suelo del planeta, porque no existe espacio para que descienda la nave, solo troncos y ramaje. También parecía correr algunas corrientes de agua. Yo, en contra de mis compañeros, pienso que si perfeccionamos muestras naves espaciales podríamos intentar visitar a sus habitantes e intentar que nos aceptasen como buenos vecinos.
- ¡Pero si ese planeta está cubierto por una selva de árboles gigantes!, en los que saltan de árbol en árbol unos habitantes desnudos, todos cubiertos de pelos y con una cola larga con que se agarran a las ramas. Menos mal que no hemos intentado descender al suelo del planeta, porque no existe espacio para que descienda la nave, solo troncos y ramaje. También parecía correr algunas corrientes de agua. Yo, en contra de mis compañeros, pienso que si perfeccionamos muestras naves espaciales podríamos intentar visitar a sus habitantes e intentar que nos aceptasen como buenos vecinos.
Las
cuatro tripulaciones se enzarzaron en una acalorada discusión. No llegaron a
golpearse porque era gente pacífica. En
el pueblo de la plaza también empezaron
muchos a intercambiar opiniones unos
con, o contra otros. Sólo el presidente del país un hombre tranquilo pero
indeciso, que se llamaba Poncio, levantó
las manos pidiendo silencio y cuando todos callaron dijo:
“Amigos
ciudadanos de este pequeño mundo, y
exploradores espaciales…
permítanme preguntarles ante lo
que ustedes afirman: ¿Qué es la verdad? ( Hizo una breve pausa) . Ante estos
informes de nuestros astronautas que nos exponen sus verdades yo simplemente me lavo las manos. Me pregunto si
verdaderamente todas nuestras naves han visitado el mismo planeta. Tendremos que esperar a
investigaciones posteriores.
Y
todos, el presidente Poncio, pilotos,
diputados, ministros y ciudadanos, en
silencio agacharon la cabeza y volvieron
a sus casas.
Hoy
Lo
que hemos contado colgándolo del Hoy, ya
les dije, sucedió hace muchos miles de
años, a muchos miles de kilómetros de aquel planeta que quienes lo exploraron
llamaban el planta “de ahí detrás.”
Nunca
supieron que aquellos habitantes que se andaban por las ramas, muchos siglos después fueron bajando de los árboles, perdiendo poco
a poco la cola, perdiendo el pelo de casi todo el cuerpo, y cubriéndose con pieles,
hojas, hierbas y cualquier cosa que encontrasen, hasta corbata. También empezaron a comunicarse entre sí tan bien como aquellos habitantes de P.S.N que
les intentaron descubrir. Se les fue soltando la lengua y el pensamiento. Y fueron descubriendo una palabra que les encantó: VERDAD.
Pero
aunque bajaron de los árboles, no bajó de su
cabeza una dura corteza
que… no les impedía pensar
pero sí les impedía entenderse. Y es que
lo que llamaban LA verdad era SU verdad y no había manera de compartirla
con lo que otros llamaban también
SU verdad.
Aquellos seres bajados de los árboles, que luego se
alojaron en cavernas y más tarde en chozas de distinto tamaño, fueron
adelantando en sus conocimientos, en su
ciencia, pero les faltaba paciencia
para intercambiar pacíficamente sus
verdades. Cada uno manejaba SU verdad como un hacha contra la verdad del otro y
mantenida encerradas con esa
verdad, muchas otras cosas que guardaba como propiedades privadas: sus
bosques en los que había andado por las ramas, sus mares y ríos, sus tierras y
lo que pudo extraer de ellas.
Sin
embargo, entre aquellos habitantes del
planeta que ya en sus diversas lenguas llamaban “tierra”, empezaron a surgir algunos conciudadanos que iban consiguiendo, además de ciencia,
la PACIENCIA para dialogar y poco a poco
surgió en ellos un virus
benéfico llamado CONCIENCIA. Eso quiere decir que se empezaron a dar cuenta de muchas
realidades que existían entre ellos.
Comprendieron que esa palabra que
tanto llenaba la boca de todos, VERDAD, no se encontraba encerrada en su cabeza, sino
en todo lo que hacían y vivían, en el universo y en el fondo de su
corazón.
No
eran muchos los hombres y mujeres que, cuando descubrieron esto se atrevieron a
decirlo a sus compañeros. Es que, cuando les escuchaban, muchos les miraban como si fueran locos: ¿qué dice este? ¿Qué nueva
doctrina es esta?, ¿Que, además de MI verdad existe LA VERDAD?
Ellos tenían SU verdad
y no eran capaces de dar vueltas
alrededor de ella, para ver si tenía otras caras
distintas, como aquel planeta misterioso
que unos vieron como masa de arena seca, otros como una inmensa
bola de agua, otros como unas moles de rocas heladas, y otros al fin . Como una selva donde saltaban de rama en rama sus
habitantes peludos. Ese planeta que eran
ellos mismos.
Los
hombres y mujeres (que despertaban fueron pasando con paciencia de la ciencia a la conciencia, e
intentaron convencerles de que
LA verdad era otra cosa distinta de SU
verdad. Por decir eso,
muchos fueron ridiculizados,
rechazados, marginados, encarcelados y algunos asesinados.
El
día en que a uno de ellos lo detuvieron,
lo torturaron, lo interrogaron…
En el interrogatorio el acusado se atrevió a responder al juez, que casualmente
se llamaba Poncio: “Yo para eso he venido para dar testimonio de LA
verdad. Poncio puso cara de extraterrestre y le contestó:
“¿¡Y qué es la verdad!? Luego se lavó las manos en SU verdad y mandó
que lo matasen.
Han
pasado unos dos mil años de esta
historia. Los hombres y mujeres no han
vuelto ya, salvo un tal Tarzán, a subirse a los árboles, los que quedan, porque los van cortando. Se han subido en cambio en unos
edificios mucho más altos y también siguen subidos encima de su YO donde guardan en cajas fuertes SU verdad y muchas otras cosas de SU propiedad.
Incluso, muchos
hombres que ensalzan y veneran
a aquel testigo de la verdad, también
han vuelto como Poncios a encerrarse en
SU verdad y a mandar a la hoguera a quienes preguntaban por LA verdad.
Pues
aquí nos quedamos. De los habitantes del
PSN (¿recuerda?, el planeta sin nombre), no se ha vuelto a saber nada. No creemos que
se pueda llegar allí porque nos
lo prohibió Einstein con sus teorías
sobre la velocidad de la luz.
Lo
malo es que hoy con tanta ciencia
no tenemos paciencia para liberarnos
de MI verdad para llegar a la conciencia. Por ahí queda
flotando, olvidada, LA VERDAD