Declaración
de Cristianos para el Tercer Milenio
CRISTIANOS
PARA EL TERCER MILENIO*, rbrardi@gmail.com
BUENOS
AIRES (ARGENTINA).
Día tras día la corrupción es sostenida
en la agenda pública por una catarata mediática que, aunque muchas veces se
nutre de supuestos o de interpretaciones jurídicas amañadas, viene poniendo a
la luz graves hechos de corrupción.
Como cristianos no podemos eludir la más
llana y absoluta condena a esta relación degenerada entre la política, el poder
y el dinero. Esta relación, que reniega de la dignidad del hombre para instalar
en su lugar el culto del dinero, se ha manifestado como nunca antes en el
sistema capitalista, que acumula y concentra las riquezas robándoselas a los
preferidos de Dios y se transforma finalmente, como lo dijera Francisco, en un
“proceso de muerte”.
Como cristianos tenemos entonces la
obligación de confrontarla sin ambages en todas sus manifestaciones.
La
corrupción como cultura
La primera es la obligación de denunciar
que la corrupción tiene una similar naturaleza, cualquiera sea el monto de
dinero involucrado. La corrupción diaria – la coima, las ventas “en negro”, los
empleados no registrados, las escrituras “por menor valor”, la evasión
impositiva, y un largo y cotidiano etcétera – sólo se diferencia de la que hoy
se condena en los medios por el monto y por que, por la responsabilidad de sus
protagonistas, afecta el cumplimiento de un servicio público y la ejemplaridad
a la que se encuentran obligados los funcionarios.
La
financiación de la política
También debemos denunciar la corrupción
destinada a alimentar “la caja” de los partidos políticos. Esta forma de
financiación de la política, de la que no parece haberse privado ningún
gobierno en el último medio siglo, no sólo es condenable en sí misma sino
también porque hace imposible evitar que se generen o toleren negocios
particulares. En este sentido será imprescindible seguir avanzando hacia
mecanismos legales de financiación de la política que equiparen las
posibilidades de todos y que sean, además de transparentes, férreamente
controlados, por las instituciones y la opinión pública.
Toda
la corrupción
Pero fundamentalmente estamos obligados
a condenar toda la corrupción y no sólo la del adversario político, como ocurre
hoy con mucha frecuencia.
Como dice Francisco a la “Madre Patria
no se la vende”, pero a la Patria se la vende no sólo con coimas, sobreprecios
y “retornos”, sino también con “decisiones de política económica” diseñadas
para permitir enormes transferencias de ingresos a favor de los poderosos, para
facilitar la fuga de dinero “negro” a los paraísos fiscales, promover la
inversión en títulos nacionales con intereses usurarios, desgravar a la
especulación financiera y otorgar “amnistías” a quiénes evaden impuestos. A la
patria se la vende también habilitando el saqueo de los recursos naturales no
renovables o explotaciones con fuerte impacto ambiental.
Es por eso que los cristianos también
estamos obligados a romper con el “monopolio del sentido” impuesto por los
principales medios y conseguir que esas formas espurias de transferencias de
ingresos en detrimento de la Madre Patria y de los pobres, salgan del limbo
técnico en que se encuentran y comiencen a ser llamadas como lo que son: actos
de corrupción y verdaderos “procesos de muerte” contra los más débiles.
Sumamos nuestras oraciones y nuestro
compromiso con la construcción de una patria sostenida en la solidaridad con
las víctimas del sistema, la lucha contra la injusticia social y el ejercicio
responsable del poder.
*Rodolfo Luis Brardinelli, Rodolfo
Briozzo, Angel Bruno, Ana Cafiero, Eduardo Casado Sastre, Cristina Domeniconi,
Miguel Ángel Ferrara, Alicia Ladrón de Guevara, Luis Miraldi, Hernán Patiño
Mayer, Rogelio Ponsard, Portillo Fernando