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31 de julio de 2016

Lo que va de ayer a hoy: EL CONTAGIO


Historias bíblicas  de ayer que se repiten hoy



El Contagio

Ayer


El niño nace gritando pateando. Como si dijera: “¡en menudo lío  me han metido! Se estaba mejor allá adentro”. Y, si no llora, le dan un par de azotitos para que se vaya acostumbrando.

El niño y la niña,  empiezan a crecer, se les abren los ojos y oídos… y más fuentes de información.  Se va enterando poco a poco en qué mundo vive y con qué gente se juegan la vida. 

Son aun pequeños y piensan que todo el mundo es así. Se van enterando luego de  que hay   mucha más gente de la que existía dentro de su casa.  Algún día lo sacan a la calle,  otro día descubre que puede caminar y empieza con avidez a absorber sonidos, imágenes, tactos, olfatos que le rodean… Va sintiendo caricias y golpes, perfumes y olores fétidos, voces cariñosas y gritos, dulces en su lengua o vacío de  hambre en su estómago.

Y un día, cuando va aprendiendo a poner nombres a las cosas, también se le ocurre decir: “¿Por  qué?”

El primer “por qué”  sonó en torno suyo como sonó eso que llaman  los científicos el  Big Bang. (Nos lo imaginamos porque no había nadie para escucharlo)  En ese momento  tampoco, posiblemente,  había nadie para escuchar esa pequeña explosión de la  primera  pregunta.  Seguramente la escuchó alguien pero lo más que le dijeron fue: “porque lo digo yo y basta” o  “porque sí”.


Entonces pudieron suceder dos cosas: Que la niña o niño se quedase callado(a) y no volviera hacer más preguntas o que empezase a nacer en él, ella un pequeño (a) rebelde que, como no le contestaban, se inventase él mismo las respuestas y actuase en consecuencia.

En este camino nos encontramos con una siguiente etapa. Puede ser que el personaje que va creciendo sea uno de los privilegiados que van a la escuela y que allí tenga la suerte de poder preguntar ¿por qué? También puede ser que en su crecimiento no encuentre ninguna escuela donde le escuchen y le respondan.

Lo malo es que, al mismo tiempo que empezaba a ir a la escuela, un día sus papás abrieron la puerta y sin pedir permiso se colaron por ella una serie de trastos, chunches, volados y aparatos, que rápidamente sin que nadie les preguntase, buscaron una toma de corriente  y empezaron a  lo que se llama transmitir. Y, con atractivos fondos musicales a explicarle  a su manera: “qué,  por qué, cómo, cuándo, con qué,  dónde”… lo que tal vez nadie le había contado.
El niño y la niña, que ya lo iban dejando de ser, escucharon  que ahora eran  YA  ciudadanos y ciudadanas; se iban enterando de todo lo que querían que se enterasen, ¿Quiénes?  Los  que manejaban o hacían manejar aquellos chunches eléctricos o electrónicos.

¿Quieren que resumamos el recorrido descrito?

Él y ella: ustedes, nosotros:
Nacimos gritando.
Empezamos a chupar, a ver y oír, comer, sentir, oler…
A reír y llorar.
A preguntar, tal vez sin que nos respondieran.
A aprender lo que no sabíamos para qué servía.
A darnos cuenta de que unos tenían mucho y otros poco o casi nada.
A  enterarnos de que unos mandaban y ellos debían obedecer.
O de que unos tenían que obedecer y ellos tenían la noble misión de mandar.
Eso sucedía, por ejemplo, en un país de cuyo nombre no me atrevo a acordarme. Eso, como les digo, sucedía ayer,  cuando en ese país a sus habitantes todo lo que acontecía en sus vidas les parecía norma. Siempre había sido así y siempre tendría que ser así.
Pero…

HOY

Llamamos “hoy” a un tiempo  en que los humanos empezaron a “darse cuenta”, lo que se llama “tomar conciencia”, o mejor una “nueva conciencia”. Algunos han llegado ya a esa conciencia. Otros hace tiempo: Seres con una inspiración especial  la alcanzaron hace muchos años. Pero hay quienes  aún siguen inconscientes o con una conciencia primitiva.

Se dieron cuenta algunos inquietos de que muchos  seguían convencidos de  que la fatalidad dejaba este mundo así: con algunos  multimillonarios y  muchos muertos de hambre.  Entre ellos  masas que no sabían dónde estaban; con imperios y países manejados. Y que eso no tenía remedio.  Comprendieron que quienes aceptaban que el mundo fuera fatalmente así eran personas  con una conciencia ingenua. Así era y no había solución.
Se dieron cuenta también  de que otros  se imaginaban, por encima de  la humanidad una, voluntad sagrada.  Eran personas  con conciencia mítica,  que pensaba  que el mundo era obra de Dios y había que aceparlo como era.  Solo rezar pidiendo a  ese ser supremo  que a ellos los librase de la miseria.

Pero en ese  HOY  que se va dando  empieza también a existir lo que llamaron conciencia crítica: pensaron que  la gente, como se dice, no podía comulgar  “con  ruedas de  molino”. No podía tragarse  que  la naturaleza,  o  Dios,  aceptasen  que entre los seres humanos hubiera muy ricos y muy pobres,  gente que nadase  en la riqueza mientras otros, hasta niños tiernitos, murieran de desnutrición  o de falta de auxilios médicos.

Así con dificultad  se van hundiendo en el pasado las antiguas conciencias ingenua o mítica.  Con mucha dificultad, porque todavía quienes tienen en su mano la llave de la ciencia, de las televisiones, las escuelas, las imprentas y los templos  quieren seguir manteniendo en la cabeza de la gente la conciencia ingenua y la mítica.

Y cuando los más conscientes intentan  ayudar a que nazca a la conciencia crítica  los privilegiados les acusan  de envenenar al país con doctrinas subversivas. Ese HOY empezó a surgir en personas que hace mucho sintieron esa inspiración…
 (Lucas Cap. 23): … Comenzaron a acusarle diciendo: Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey.
  ….. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: Ningún delito encuentro en este hombre.
  Pero ellos insistían diciendo: Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.

Tal vez no fuera verdad que les animaba a no pagar tributo,  pero sí que les daba conciencia de su dignidad, de que  se ponía de parte de los pobres y  el mismo les mostraba  con su vida el servicio a  los de abajo.

Tuvieron razón al condenarlo.

Como se le condenaría hoy porque  va naciendo en la humanidad algo que ya anunciaban sus palabras: Que todos sean uno.


Mañana

La conciencia del mañana que ya va hoy apareciendo, está en los hombres y mujeres cuando se dan cuenta de que cada uno de nosotros no es un yo independiente de los demás.  Se van dando cuenta de que apoyada  en la conciencia crítica florece la Conciencia transpersonal  de la que todos participamos, superando el yo individual, que está unida al amor universal en el que todo nos sentimos,  aunque nos falta  mucho todavía para ser conscientes de ello.  Esta conciencia nos llevaría a pensar en  llevar una vida en común e ir caminando  hacia la economía  de una realidad compartida.

No se puede llegar de golpe a esa vida de camino comunitario porque no hemos llegado a la conciencia unificada y porque tenemos  en nuestra sociedad  un  gran enemigo:
El contagio

El gran pedagogo Paulo Freire  habla de la introyección de la mentalidad dominante en el dominado. En otras palabras: quien está instalado en el poder, en  la riqueza tiene  una influencia en  la mente de lo que llamamos “el pueblo”,   la gente.
Mujeres y hombres de ambientes populares quedan deslumbrados por  la vida el lujo, los avances  que ven en quienes tienen  el poder y los conocimientos. Ellos les contagian la idea  de que el progreso avanza por la competencia… por el “a ver quién puede más”. Los  que ven la televisión se deslumbran ante la vida de los personajes en las telenovelas, en las fiestas y actividades de la clase alta. (“¿Y yo por qué no?”). Se contagian de individualismo, de la  competencia por subir en la pirámide social, en vez de intentar cambiar esa pirámide por un círculo de igualdad y colaboración.

Ese contagio hace difícil el sentido de – en vez de competencia – progresar en colaboración -  Yo  no progreso si no lo hago con los demás, porque TODOS SOMOS UNO.  Eso nos   abriría la puerta de una nueva humanidad.

¿Es imposible  llegar a ese nivel de conciencia, pasando ya de la conciencia crítica a la conciencia  transpersonal.   Lo decía Jesús: conviértanse. (cambien de conciencia) que está entre ustedes el Reino de Dios.

Ese proceso – que no es religioso sino humano -  dirán algunos que es imposible.  Pero es el camino de la evolución humana. También el  hombre de las cavernas  si le hubieran dicho que podría progresar del hacha de piedra a la computadora  hubiera respondido ¡Eso es imposible ¡  Y ya ven.