¿Crisis
de liderazgo y/o resistencia lúcida?
"El
verdadero líder lucha contra la tendencia dualista que surge en momentos de
crisis"
El líder se propone concienciar a los
individuos en la búsqueda del bien integral para la sociedad
El
conocido columnista del New York Times, David Brooks, en su último artículo de
esta semana titulado "Choosing Leaders: Clueless or Crazy"
("Elección de líderes: desorientado o loco") -tras analizar y
cuestionar las propuestas de cada candidato a la presidencia de los Estados
Unidos y el panorama político del momento- propone la figura de un personaje al
estilo del Papa Francisco.
Dice
Brooks al final de su artículo: "Probablemente necesitamos un tipo al
estilo Papa Francisco en la política, que viene de lejos y entiende la vida de
allí". Esta "propuesta" nos recuerda la literatura apocalíptica
judía y judeocristiana cuyos orígenes se remontan al siglo II a.C., y el siglo
I d. C.
El
estudio de tal literatura ha mostrado que ésta florece en tiempos de crisis.
Los escritos más significativos se enmarcan en un contexto de crisis global:
política, económica, cultural y religiosa. Frente a ello, los creyentes
reaccionaban de diversa manera. Unos colaboraban con el poder dominante. Otros,
como los que encontramos en el libro de los Macabeos, reaccionaban con
violencia, otros, finalmente, resisten con el pensamiento, produciendo obras
que fundamentan la esperanza.
Sin
embargo, las crisis de liderazgo del momento nos llevan a concebir a un líder
diferente, un líder que conozca la vida, que deje fluir las ideas y, sobre
todo, que sepa ocupar su lugar sin dejarse influir por los mensajes y discursos
de aquellos que intentan dominar desde el centro.
Saber
estar libre de todas las seducciones que provienen de los personajes del centro
es un desafío que implica un discernimiento constante. Un saber estar en
constante equilibrio que implica un conocimiento suficiente de las normas -de
la institución, grupo, comunidad, etc.- a la que se sirve o trabaja y que rigen
o pretender orientar el actuar humano para saber cómo romperlas de manera
adecuada y en el momento oportuno. No es realmente un romper en absoluto, sino
encontrar su verdadero propósito: no para abolirlas, sino para completarlas.
Un líder
de esta categoría se involucra en los cambios constantes de su contexto, de su
institución. Nunca se exime de los compromisos y es posible que llegue a ser
amigo pero no completamente querido como la gente que suele ocupar los puestos
del centro.
Un líder
así, puede ver claramente la realidad, de los de dentro y de los de fuera y
mientras los de dentro y los de fuera tienden a pensar de forma dualista
-nosotros contra ellos y ellos contra nosotros- el líder lucha contra esa
tendencia dualista y se propone concienciar a los individuos en la búsqueda del
bien integral para la sociedad.
Es lo que
con otras palabras nos indica el documento que los obispos de los Estados
Unidos han escrito para la formación de la conciencia de los ciudadanos al
momento de participar en la política. Notemos que estas intuiciones nos genera
una situación de crisis, de violencia y que tiene profundas conexiones con la
Sagrada Escritura.
San Juan
en su libro del Apocalipsis, ante tanto engaño y violencia se propone
concienciar a sus Iglesias para que desarrollen una resistencia lúcida frente
al imperio, evidenciando su mentira y su falta de poder auténtico. Y también
avivar la esperanza de las comunidades, la fuerza necesaria para vivir su fe, y
fomentar los valores alternativos del Evangelio, que son los que acabarán
haciendo caer el falso poder y las mentiras.
Es
necesario, por tanto, no dejarse deslumbrar por los logros económicos del
momento, pues éstos no son auténticos, sino que solo benefician a unos pocos.
Como creyentes nos toca mantener viva la esperanza de un mundo mejor, de un
liderazgo constructivo e integrador. Por lo tanto, frente a los actuales
imperios político-económicos, se requiere lucidez crítica, esperanza y
resistencia activa que no puede venirnos más que de la lectura y meditación de
la Palabra de Dios.
La crisis
de liderazgo remarcada por David Brooks refleja la ausencia de un liderazgo
sincero y honesto, y al mismo tiempo, revela que la no apertura a la fe o la
negación de la misma hace difícil o casi imposible los valores
"contraculturales" propios del Evangelio.