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31 de agosto de 2016

Hasta pronto amigo, Tenemos mucho sobre que hablar...



Por:
Kajkoj Máximo Ba Tiul

(Al Padre Ennio Bossú)
Llegó a las tierras de Tezulutlán. Una región totalmente en resistencia contra el modelo económico y político impuesto por los terratenientes, que se adueñaron de las tierras Q’eqchi, Poqomchi, Ch’ol, Akalá, Lakandon.  Llegó en medio de un escenario de confrontación bélica y por eso fue testigo de múltiples masacres, desapariciones y torturas. Propio de un sistema dictatorial y contrainsurgente alimentado por la doctrina de seguridad nacional de los Estados Unidos. Conoció el desaparecimiento y control de comunidades enteras.  Pudo elaborar un listado de catequistas (hombres y mujeres) que fueron desparecidos uno a uno, por el ejército, las patrullas de autodefensa civil y comisionados militares.  Conoció tanto a víctimas como a victimarios.  A los victimarios siempre osaba decirles “que le daban miedo” y a la victimas les decía “anden con cuidado, porque por ser testigos de Dios los pueden matar”.  Por eso pedía a los más jóvenes a no irse al cuartel y a cambio que estudiaran y que sirvieran a la iglesia y a su pueblo.

Lo conocí, alrededor de 1985.  Después de ese encuentro, nos hicimos grandes amigos.  Pasábamos mucho tiempo platicando.  Cuando iba a las comunidades siempre me invitaba. Nuestras pláticas era sobre la cultura, el idioma, historia de los pueblos, la guerra, el sufrimiento, etcétera.  Muchas veces nos encontramos en las semanas de pastoral.  Recuerdo cuando discutíamos la idea de “una iglesia en marcha, profética, indígena, liberadora”.  Siempre hablábamos del papel profético de la iglesia, nacido del Vaticano II, de Puebla, Medellín.  Una iglesia que anuncia y denuncia. 


Recuerdo cuando les exigía a los catequistas a reflexionar, analizar y comprender la biblia, pero además les decía, que  el anuncio y la denuncia debería de llegar en el propio idioma.  Por eso nunca le gustó la mediocridad.  Sufría cuando sabía de algún sacerdote o catequista que no actuaba conforme los principios del evangelio.  “Recuerdo una vez que denunciaron en una reunión de catequistas, a un catequista que era amante de la esposa de otro catequista, no solo le pidió que renunciara, sino que también pidiera perdón a la comunidad y a todos los catequistas”. 

Decía, que un pastor (refiriéndose a quienes se formaban para sacerdotes) tiene que hablar en Q’eqchi, en Poqomchi, en Achi.  No pueden estar al frente de su comunidad si no le hablan a la gente en su idioma, desde su cultura, desde sus símbolos y signos.  Obligaba a recibir cursos de idiomas a quienes se estaban preparando en los seminarios o en los conventos de religiosos o religiosas.  Pero es más, decía,  los indígenas no deben perder su idioma y su cultura.  Por eso, creo que traducir la biblia en Q’eqchi y en Poqomchi, no era solo para que, quienes están en la iglesia lean la biblia en los idiomas indígenas, sino para que se fortalezca  y no se pierda el idioma.  Contrario a lo que propuso el Instituto Lingüistico de Verano, que tradujo la biblia, pero para que los indígenas olvidaran su idioma.  Recuerdo que en la comunidad de Mexa awaj, me decía; “mira; cómo es posible que hayan traducido cáliz como cristal.  Por eso decía, hay que traducir bien la biblia, para que juntos apreciemos lo rico de los idiomas”. 

Bueno, pero como olvidar la conmemoración del Quinto Centenario de la Invasión a América.  1992, se inicia una nueva etapa para los pueblos originarios.  Se esperaba que todos reconocieran su existencia.  El Padre Ennio con su visión de amigo, acompañante y de una persona comprometida con los más pobres, nos embarcó en un proceso impresionante.  Por un lado, se inicia con una repetidora de radio Tezulutlán en idioma poqomchi, donde se transmitía no solo la misa, lo que la iglesia llama la “palabra de Dios”, sino que también se trasladaban noticia y saludos a las comunidades, se hablaba sobre lo que pasaba en la región, en el país y el mundo.  Pero también se iniciaba una búsqueda o una ruta para reconocer los orígenes del pueblo Poqomchi.  Se inició un proceso de recopilación de oraciones antiguas en poqomchi, pero también se programaron actividades, como la romería que se hizo a Chuitinamit, Rabinal Baja Verapaz, antiguo asentamiento del pueblo Poqomchi.  En el primer viaje, eran cientos de personas quienes llegaron, con sus velas, su pom, su incienso.   Fue un viaje impresionante que dejó marcado la vida de todos quienes asistieron.  Allí comienza un nuevo ciclo para la iglesia de San Cristóbal y Santa Cruz, no era solo traducir, sino combinarlo con historia, identidad, política. 

Como olvidar, la formación de grupos musicales en las comunidades.  Facilitó la compra de marimbas y otros instrumentos para que las comunidades comenzaran a cantar las misas en los propios idiomas.  Exigía a todos a hablar bien el Poqomchi.  Criticaba a los sacerdotes y a las monjas que no hablaban ni siquiera una palabra en Poqomchi o Q’eqchi.  Para vacaciones creaba escuela de Poqomchi para los y las agentes de pastoral.  Se reía de los catequistas, delegados de la palabra, ministros de la comunión, etcétera, que siendo indígenas, les costaba o no hablaban su idioma cuando se dirigían al pueblo.  Siempre les decía, “ma’ ti kixwiq ta na’” (¿no tenés vergüenza?).

El padre Ennio, siempre salía con muchas ideas, por eso también era un polifacético.  Otro instrumento importante que utilizó para estar con la gente, era su cámara.  Siempre anduvo con una cámara, donde fotografiaba todo lo que encontraba, pero principalmente a las personas cuando cumplían años, o quienes participaban de ceremonias importantes dentro de la iglesia.  Esto lo hacía en todas las comunidades y poco tiempo después regresaba y le daba la foto a cada uno y por eso se sabía los apellidos de las familias y esto le permitía estar más cerca de todos.

Creo que fue cuando celebraba sus bodas de plata sacerdotales.  Todo el pueblo se unió para estar con él.  Tuvimos la idea de juntar a algunos niños y niñas para cantarle algunas canciones, entre las que esta “Amigo” de Roberto Carlos y “Que Canten los Niños” de José Luis Perales.  Fue un momento muy importante.  Todos gozábamos de su alegría.

En muchas comunidades de Tezulutlán lo recuerdan con mucho cariño.  Ancianos, ancianas, hombres, mujeres, señoritas, jóvenes, niños y niñas.  Desde la Sierra de las Minas, hasta la Sierra de Chama, desde la Sierra de Pampakche, hasta los Oxlajuj Tz’ultaq’a.  En muchas comunidades le agradecen las capillas, las ermitas y otros centros de oración que les ayudó a construir. Pobres, viudas, huérfanos, lo recuerdan.  De todos los credos, también lo recuerdan.  Algunos evangélicos, decían: “le agradecemos al Padre Ennio, las casas que nos dio.  Otros agradecían las orientaciones y así, cada uno con sentimientos encontrados, como decía monseñor Velenzuela o el Padre Dennis, en una de las misas, que se celebraron a raíz de la partida del padre Ennio, tenemos dos sentimientos, entre alegría y tristeza, porque el Padre Ennio fue siempre un amigo y un servidor incondicional.

Los tres días que duraron las exequias, si fueron de tristeza, también de agradecimiento, de alegría y de esperanza.  Tristeza, porque se va otro de los que no queremos que se vayan, porque el Padre Ennio, era de esos hombres que no podemos llamarlos “muertos”, porque deben de estar vivos, en el compromiso y en las acciones.  Por ejemplo, si el tradujo la biblia en los idiomas mayas, todos quienes están dentro de la iglesia, deberían de hablar sus idiomas y estar orgullosos de sus trajes y es más inculcarles a los hijos e hijas, que esa es sus identidad y no ladinizarse que fue una de las recomendaciones del Padre.  

De Agradecimiento, por todo lo que hizo con la gente, sin escatimar esfuerzo se daba a la solidaridad y a la compasión evangélica.  Anteponiendo a los más pobres como sus hermanos y hermanas y dispuesto a estar siempre con ellos en los momentos más difíciles.  Por eso recuerdo, cuando se ponía a hablar con los más ancianos y más ancianas.  Uno de ellos eran mis padres, con quienes seguramente ahora el Padre está compartiendo la mesa de los ancianos y dispuesto a ser uno del grupo de nuestros ancestros y guiadores.  Seguramente, estarán compartiendo de nuevo los tayuyos y los xepes, de frijol y de chipilín que tanto le gustaban.   Y esta es la alegría, porque ahora se ha encontrado con los suyos, con los que por ellos luchó y oro.  También de alegría, porque ahora tenemos a otro más a quien hablarle de nuestras tristezas y alegrías, de nuestros fracasos y de nuestras metas.

De esperanza, porque Ennio, no ha muerto, él vive.  Es de los que nunca morirán, porque son de los hombres que siempre estarán con nosotros.  De esperanza, porque seguramente al volver al seno y al corazón de la Sagrada Tierra, será cuando dará más fruto sus recomendaciones.  Y seguramente, en algún momento nos volveremos a encontrar para seguir construyendo lo que no pudimos hacer juntos 

Hasta siempre Padre Ennio



Kajkoj Máximo Ba Tiul