Bloques para Dios
Van subiendo
por la senda en la montaña
esos jóvenes
y ancianos
campesinos,
sus mujeres y sus niños.
En las
bolsas de su espalda van llevando su tesoro:
Unos bloques
de cemento.
La energía
que les mueve
es el sueño
de tener allá en la aldea
un rincón
para su fe,
para ese
Dios que no se encierra en catedrales
ni hay
quien pueda ser capaz de secuestrarlo
bajo un techo.
Saben bien
que el Dios con quien platican
está dentro de su tierra, en las raíces de sus pinos
en la lluvia
que abre el fruto de sus milpas
y en las
aves que les llaman al trabajo en la mañana .
Ya lo saben.
las
serpientes, y alimañas no les dejan
agruparse al aire libre
También
saben que el camino de los “padres”
con el cáliz
y “las cosas de la misa” en la mochila,
por las cuestas,
necesita
que, al llegar, puedan tener un lugar bajo la sombra
donde leerles con sosiego el evangelio,
recordarles
que el Jesús que no tenía ni un pedrusco en que repose su cabeza,
tendrá
ahora otra cabaña donde puedan
reunirles
y llenar de
bancas, santos, y candelas.
Un rincón en donde Dios los vea unidos en familia.
Y por eso recogieron del camión, que ya no puede ir más
arriba,
esos bloques
de cemento .
Y empezaron
a subir
donde
levanten su pequeña catedral
para darse
bajo techo el abrazo de la paz
y
cantar a voz en grito, con el son de la
marimba
¡¡qué
alegría – me dijeron -porque vamos a la casa del Señor!!