Se
tiró de cabeza.
En el
último instante hizo lo inesperado
para
pasar la raya la primera. En su intento
no se
jugaba nada, tan solo una medalla.
Era
tan solo un juego
que
empezó de pequeña
corriendo por los campos y playas de su isla.
acaso
correteando, con pequeños diablillos
tras
robarse unos mangos del árbol del vecino.
Aunque
esta travesura le valió un trocito de oro
si de
verdad fue un juego…
Me
gusta suponer que la segunda y las demás corredoras
después
de la sorpresa y alucinadas
supieron
comprender que todo fue jugando.
que
nadie perdió nada salvo un simple
colgante.
Que
los juegos olímpicos, a pesar del
montaje publicista
y negocios
que se esconde debajo
no
dejan de ser juego, para quien tenga el
alma
como
niña traviesa.
Los
gruesos negociantes que aprovechan los juegos,
y
juegan, sin jugar, con cheques,
propaganda, y salarios,
usando
los deportes también como negocio
y
peor,
los que
juegan con hambres, mercados,
propagandas
que
juegan con la bolsa de valores como si
fuera
una
bolsa de canicas
no se
dan cuenta
de
que la competencia de los niños que
juegan
no es
la de quien compite ¡cuando hay muertos
por medio!
que
es bueno competir cuando al fin del partido
se
reparten los dulces, las risas, los abrazos
no cuando
lo que empieza con bromas
termina con
disparos o agitando navajas.
Y
menos, cuando el mundo es una gran
pelota
en
donde están “en juego” las vidas de millones
a favor de quien gana mucho más que medallas.
Que
sigamos jugando de verdad el juego de la vida
y si hay que lanzarse de cabeza
que
sea por una medallita
o por
salvar la vida de alguien que se está ahogando.
Que
sigamos jugando como niñas y niños