Mucha gente no se da
cuenta de que lo más importante, que estamos viviendo ahora mismo, no es el
cambio de gobierno, ni el deseado cambio en la economía, ni el anhelado (o
temido) cambio de no pocas leyes y costumbres, ni los cambios en la religión y
sus gobernantes. Todo eso, por supuesto, es importante. Pero no es lo
fundamental. La raíz de todos los cambios está, en este momento, en la radical
transformación que estamos viviendo en nuestra cultura. Por eso anda todo
revuelto. Y por eso también, en esta inquietante situación, son muchas
(muchísimas) las personas que se hacen (o nos hacemos) incontables preguntas
para las que no encontramos respuesta. En muchos ámbitos de la vida, de los que
no entiendo nada (o casi nada), ignoro incluso las preguntas más urgentes que
ahora mismo hay que hacerse. En el terreno que trabajo, desde hace tantos años,
es decir, en el ancho campo de la religión y sus muchas implicaciones en la
vida, hay una respuesta a nuestras preguntas, que es sin duda alguna la
respuesta más firme, fuerte y clara, que podemos afrontar. Y la respuesta
también que – desde las creencias cristianas – tenemos que aceptar.
Voy derechamente al centro
mismo de este asunto capital. Esta mañana, leyendo a san Juan de la Cruz,
encontré este texto genial, que el santo pone en boca de Dios: “Si te tengo ya dichas todas las cosas en
mi Palabras, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder
o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él lo tengo
todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.
Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en él los ojos,
lo hallarás en todo; porque él es toda mi locución y respuesta y es toda mi
visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado
y revelado, dándoosle por hermano, compañero y maestro, precio y premio” (“Subida
del Monte Carmelo”, libro 2 – cap. 22, nº 5).
“Pon los ojos sólo en él, porque
en él lo tengo todo dicho”. Efectivamente, todo lo que Dios nos puede responder
o decir, sea cual sea la pregunta que le hagamos, y sea cual sea la situación
en que nos encontremos, la respuesta que Dios nos puede dar está en Jesús. La
respuesta está siempre en lo que fue la vida de Jesús. Su proyecto de vida. Su
forma de entender la vida. Lo que fue importante para aquella vida.
Que todos tenemos problemas,
¿quién lo duda? Que muchas personas tienen preguntas graves, quizá muy graves,
para las que no encuentran respuesta, es evidente. Y que tan evidente como lo
es todo esto, lo es igualmente que, en las situaciones complicadas que nos
presenta la vida, raro es el caso en el que personas, nacidas y educadas en la
cultura cristiana, buscan la solución y la respuesta en la “Palabra” última,
definitiva y total, la respuesta a los problemas y preguntas más serias de la
vida, que es Jesús, la vida que llevó Jesús, la solución que siempre tendríamos
que buscar y encontrar en Jesús.
Y, por favor, que nadie me diga
que estoy sacando las cosas de quicio. Los problemas y las preguntas, que nos
presenta la vida, ¿no son problemas y preguntas relacionadas con la salud, el
dinero, el éxito y el fracaso, el poder y sus privilegios, las relaciones
humanas, el sentido o el sin-sentido de la vida, el amor y el odio, la
felicidad o la desgracia, la paz o la violencia, la libertad o el sometimiento,
la buena o la mala conciencia, la culpa, el perdón o la venganza, la bondad o
los malos sentimientos, el triunfo o el fracaso en la vida, la fama o el olvido
general?
Pues bien, de todo esto es de lo
que nos habla la vida de Jesús, el proyecto de Jesús, la Palabra que es Jesús.
Por esto, yo me pregunto, tantas veces, ¿qué hemos hecho los cristianos con el
Evangelio? ¿Por qué y para qué le llamamos “Palabra del Señor”? Sobre todo,
cuando sabemos que nuestro verdadero “señor” es el dinero, es el poder, es la
seguridad para el futuro, es el buen vivir, es el éxito, es el disfrute de la
vida. Seamos sinceros y honestos. ¿Es el Evangelio el factor determinante de la
vida de la Iglesia? ¿Está el Evangelio en el armazón fundamental de nuestra
cultura? ¿Es el criterio rector de nuestras vidas? El día que todo esto quede
resuelto y patente, ese día tendremos resuelta y patente la respuesta a
nuestras preguntas, las grandes preguntas de la vida.
José María Castillo.
TEXTO DE SAN JUAN DE LA CRUZ
Si
te tengo ya dichas todas las cosas en mi Palabras, que es mi Hijo, y no tengo
otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los
ojos sólo en él, porque en él lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él
aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en
parte, y si pones en él los ojos, lo hallarás en todo; porque él es toda mi
locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya
hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por hermano, compañero y
maestro, precio y premio” (“Subida del Monte Carmelo”)