Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy
Dicen que los mayas inventaron el 0. Pero yo me pregunto ¿quién inventó el 1?, ¿O todavía está sin inventar?
El UNO
Ayer
Lo
primero que existió fue el cohete. No digo el cohete espacial sino el de feria. Se llamaba Big bang (nota 1). Miren si no: Ahí empezó la fiesta
hace, según dicen, 13.810 millones de años
Los
sabios afirman que esos millones de
chispas hoy son las estrellas, los
astros, los planetas. Uno
de ellos es la tierra donde caminamos y sembramos maíz, trigo y papas. La tierra, comparándola
con todo el universo, es como una
bolita, unas 1000 veces más pequeña que el
sol. En esa
bolita cabemos nosotros
y nosotros, unos seres microscópicos también, comparados con el universo.
Hombres
y mujeres somos hormiguitas perdidas en el espacio. Las torres, las
pirámides, el Himalaya y las
que llamamos cumbres
de la tierra son pequeñas arrugas
en su corteza.
Pero
nosotros, esos microbios, a los
que ya no se nos ve desde la
luna, aquí abajo nos sentimos grandes
y nos llamamos señor
y señora, o licenciado licenciada, o excelentísimo señor o
monseñor. Pero seguimos siendo una
chispita de ese big bang, la explosión primera donde todo comenzó hace…
¿cuánto? Lo dijimos: Trece mil
y pico millones de años, minuto más o menos.
Sobre
esa bolita dicen que nos movemos más de 7.000 millones de hormigas, perdón de
personitas, que intentamos vivir, o matarnos a veces, esparcidos por esa
chispa, ya enfriada, del big bang que explotó.
Tan
pequeñitos e insignificantes somos, pero,
a pesar de todo hemos aprendido a hablar, a sembrar, a construir, a usar
unos aparatitos con teclas, a volar por el espacio sin apartarnos demasiado de
nuestra bolita, no nos vayamos a perder
en el espacio, porque no
sabríamos volver.
En
nuestra bolita tierra,
además de nosotros crecen y viven plantas, animales, seres de distinto tamaño y forma.
Ahí
estamos todos, en esta chispa de la
gran explosión, perdida entre los millones de las otras “chispas”. No sabemos si hay o no seres vivos como nosotros en otra parte del
universo.
Esa
duda les viene bien a las revistas y emisoras para atraer a
los curiosos que buscan
platillos volantes.
Pero
también todos los habitantes de la bolita tierra nos preguntamos: “bueno y
¿quién disparó esa explosión del cohete
big bang?
Pues,
como desde pequeños nos han pintado a Dios como un viejito con larga barba, nos
lo imaginamos haciendo el ¡bang! del principio.
Después
del bang pensamos que Dios se quedó
asomado al balcón del universo viendo lo que iba a suceder con todas esas
chispitas. ¡Pero hombre, no! Ese
Dios no es ni
viejito ni jovencito, ni blanco
ni negro, ni persona humana.
Algunos,
a ese poder que hizo nacer el universo
lo llaman el Tao, (en las religiones
orientales), otros Jehová, otros
Alá, otros Dios
en sus distintos idiomas. Nos lo explica más sencillo en la Biblia el evangelista Juan. Dios es
amor.
Aquí
no estamos haciendo un estudio científico y acaso podemos estar de acuerdo en
que en eso que “explotó” y hoy existe en millones de formas y cuerpos, en
millones de estrellas y seres vivos, ahí, con nosotros, en todo, está, el amor.
Cuidado;
no el amor que consiste en que alguien acapare a una persona o a varias para él solo.
No;
sino el amor eterno sin límites que
está en todo y estamos todos en él. Todos y todo el universo sintiéndonos uno.
“Padre
nuestro que estás en el cielo”… o sea:
“Amor
eterno que estas en todo y todo está en ti”,
podríamos decir. Y
ese amor, que
llaman Alá, Dios, Tao… hace que todos y todo seamos uno.
……………..
En un punto pequeño
del universo, llamado Nazaret apareció
un campesino que se
sintió llamado a proclamar la unidad de
todo en el amor. Lo enseñó con palabras y obras.
Lo
malo es que aquello sonó como blasfemia: “¿Cómo
nosotros los judíos vamos
a estar unidos con los samaritanos o con los paganos?
¿Cómo
nosotros los romanos vamos a aceptar a
los judíos…? ¿Cómo ese carpintero
ignorante se va a sentir igual a los maestros de la ley en el templo?
Al,
menos- pensó el nazareno - estos doce muchachos que se vienen conmigo, comprenderán lo que quiero decir.
Les
empezó a enseñar pacientemente. Tuvo que
convencerlos de qué Él no venía a fundar
un imperio de poder sino el reino del amor universal, en paz y servicio. Chocó con doce cabezas duras.
En
aquella pequeña tierra se le iba oscureciendo el panorama. La misma noche en que nubes de tormenta caían
sobre Él les pidió orando a Dios, el
amor universal: “Padre, que todos sean uno como tú y yo somos uno “.
A
las pocas horas Él estaba colgado en una
cruz y los doce escondiéndose cada uno donde podía.
Pero
a los pocos días a las cabezas duras se
les habían abierto los ojos. También abrieron las puertas y el corazón y
empezaron a contar a todo aquel que
quería escucharles el pregón del nazareno resucitado: que el mundo era un solo
mundo y que todos éramos uno, que todo era de todos, y que si poníamos todo en
común podríamos vivir en comunión: un
solo corazón y una sola alma.
Ahí
fue donde se inventó el uno
HOY
Vamos
a dar un salto de 20 siglos. Y mientras saltamos por la cresta de los años nos
preguntamos ¿qué ha sucedido hoy con el uno?
Reconoceremos
que aquello, según parece, parece que fracasó.
Aterrizados
en el siglo XXI, cuando las naves espaciales aumentan su visión del universo, cuando el telescopio Hubble descubre
sólo en un pedazo del
cielo, al menos 10, 000
inmensas galaxias como nuestra vía láctea…
Ahora
nosotros los pequeñitos seres humanos, ya no nos atrevemos a decir que somos
reyes de la creación; pero muchos de
nosotros queremos seguir siendo reyezuelos o dictadores sobre quienes viven junto a nosotros. Muchas sectas o pueblos quieren tener imperio
sobre los países del mundo.
Esa
historia de amor que es la creación
fracasa en nuestra tierra. Nos seguimos
separando, despreciando, matando uno a uno o en masa, arrojándonos
bombas y proyectiles.
Las
religiones que hablan de Alá, Dios, Jehová, el Tao… se enfrentan entre ellas. Dejan
morir de hambre, por abandono o a balazos a los que “no son de los nuestros”: a
los que no tiene su color, su idioma, o
porque codician sus campos, sus
minas o su petróleo.
Mientras tanto
para hablar a “su dios” se
encierran en sus templos a elevarle cantos y oraciones; pero siguen sordos a la
voz del universo donde resuena un grito
silencioso: “Que todos se den cuenta de que son uno, producto de
aquel big bang, uno solo,
que explotó por causa del amor y se extendió formando el universo, sólo
uno.”
Puede
que vayan llegando días en que quienes paseamos por esta bolita microscópica que llamamos tierra, tengamos menos religión
pero más fe en ese UNO en el que
estamos, somos, todos aunque no nos damos cuenta.(nota 2)
*** *** ***
Nota 1.
La teoría del Big Bang
La
teoría del Big Bang nació de la mano de los estudios del sacerdote jesuita
Georges Lemaître, considerado precursor de la cosmología moderna.
Desde
la década de 1920 el P. Lemaître tuvo la intuición de que el universo tenía una
historia y se encontraba en evolución; oponiéndose así a la concepción de todos
los científicos de época, entre ellos Albert Einstein.
Así,
en 1930 propuso este modelo de universo conocido bajo el nombre de universo
Lemaître-Einstein o hipótesis del átomo primitivo, y que más tarde tomará el
nombre de Big-Bang. (Datos tomados de internet)
Nota 2.
Dijo el papa Francisco: “Cuando leemos sobre la creación en el Génesis, corremos el riesgo de imaginarnos a Dios como un mago, con una varita mágica que le permite hacer todo. Pero no es así”, , y agregó que “Dios creó al humano y le permitió desarrollarse de acuerdo a las propias leyes internas de las que los dotó, de manera que cada uno pueda realizarse personalmente”.
Dijo el papa Francisco: “Cuando leemos sobre la creación en el Génesis, corremos el riesgo de imaginarnos a Dios como un mago, con una varita mágica que le permite hacer todo. Pero no es así”, , y agregó que “Dios creó al humano y le permitió desarrollarse de acuerdo a las propias leyes internas de las que los dotó, de manera que cada uno pueda realizarse personalmente”.
Dijo
además que la Teoría del Big Bang, a la que hoy se considera como la
explicación del origen del mundo, no niega la intervención de un creador sino
que, al contrario, la requiere. De la misma manera, consideró que “la evolución
en la naturaleza no es incompatible con la noción de creación, ya que la
evolución requiere de la creación de seres capaces de evolucionar”. (Discurso
en la academia pontificia de las ciencias)