Hacia un diálogo interreligioso juvenil
para la transformación social
Edwin Roberto Mendoza Hipp
INTRODUCCIÓN
Es un hecho indiscutible que el ser
humano es un ser de relación. Diversas ciencias reafirman que esta capacidad de
interacción constituye un elemento inherente a la persona, pues ésta se encuentra
siempre en una búsqueda de nexos para su propia protección y en una constante
creación de vínculos para la integración de redes de relaciones afectivas. Sin
embargo, la convivencia humana no siempre se ha producido de manera pacífica y
favorable, pues usualmente desemboca en la cerrazón y la intolerancia, llegando
muchas veces a provocar guerras y enfrentamientos violentos entre naciones y
grupos religiosos. A pesar de las múltiples lecciones que las guerras fratricidas
han dejado para la humanidad, las sociedades todavía no han aprendido a valorar
plenamente la vida como un don sagrado.
Por otra parte, a pesar de los grandes
avances científicos, tecnológicos e industriales, la humanidad sigue sin
resolver el problema de la pobreza, que lacera diariamente a millones de personas
en todo el planeta. Si bien es cierto que esta es una problemática muy compleja
que involucra acciones concretas de cada Estado, las naciones deben comprender
que todos los seres humanos forman parte de una sola familia que comparte una
misma casa común. En un mundo interconectado donde la religión, la economía o
la política son realidades que influyen grandemente en la vida de las
sociedades, la humanidad ya no pude ni debe concebirse a sí misma simplemente como
un conglomerado de razas, como si se tratase de distintos seres que vienen de
otros planetas.
Frente a este mundo que está siendo
testigo de su propia destrucción por causas como la pobreza, las guerras y la
explotación abusiva los recursos naturales, los seres humanos deben tomar conciencia
que se requiere de acciones integrales y globales para acabar con estos
flagelos, y no solamente de acciones paliativas y mediocres que a menudo buscan
la protección de intereses financieros y económicos de unos pocos, de lo
contario, las futuras generaciones sufrirán las consecuencias, heredando así un
mundo completamente en ruinas. Aunque también es plausible el esfuerzo que
realizan muchas organizaciones sociales, humanitarias, ecologistas y religiosas
para contribuir a la construcción de una mejor sociedad, se necesita sobretodo
de un trabajo coordinado entre naciones para rescatar a la humanidad de la
latente hecatombe mundial que pone en riesgo la existencia de todos los seres
vivos que habitan este planeta.
En medio de este desalentador panorama,
las religiones siempre han jugado un rol muy importante dentro de la sociedad,
pues a menudo se convierten en una notable fuente de inspiración que orienta
las convicciones vitales y determina el comportamiento de los creyentes. Esto
pone de relieve el papel tan influyente que poseen las religiones, tanto para la
transformación positiva de la sociedad como para su deterioro y descomposición,
pues muchas veces también tienden a fomentar espiritualidades alienantes y
desencarnadas de la realidad que conducen generalmente al fundamentalismo y al
distanciamiento del compromiso ético y social.
Hoy en día las nuevas generaciones están
experimentado una verdadera metamorfosis espiritual, la cual se ha visto
reflejada a través de un alejamiento de las instituciones religiosas. A pesar
de este ascendente indiferentismo religioso, la gran mayoría sigue manteniendo
la fe y la creencia en un ―”Ser Superior”,
como muchas veces se le denomina. Para estas nuevas culturas juveniles, las
religiones parecen ser ya instituciones anacrónicas que no responden a las
preguntas más hondas de la existencia humana ni a los nuevos lenguajes y formas
de expresión juvenil. En ese sentido, la teóloga dominicana Geraldina Céspedes
Ulloa ha reflexionado acerca de esta vertiginosa crisis religiosa, la cual no
solamente se experimenta ya entre las sociedades europeas, sino también en
ambientes latinoamericanos, pero sobre todo, entre las juventudes urbanas. De
esta cuenta, Céspedes ha desarrollado esta idea a través de un rico simbolismo
advirtiendo que ante los constantes cambios culturales, las religiones tienen
la oportunidad de entrar en la danza de la vida para ―seguir
ofreciendo un horizonte de sentido para la humanidad, o de lo contario ―desaparecerán de la escena
como instancias significativas e inspiradoras para personas adultas que saben
distinguir entre la copa y el vino.
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Esta es una parte del trabajo de tesis de Edwin
Mendoza Hipp. Seguiremos presentando los párrafos que
consideremos más importantes. Si alguien
desea leer la tesis completa puede escribirnos a: somos@todos-uno.org