Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy
Arriba y abajo, delante, detrás,
izquierdA, derecha
izquierdA, derecha
Ayer,
No recuerdo muy bien, porque uno ya dejó
la escuela hace mucho, como alumno y como maestro, pero ese título que pongo
arriba creo que tiene que ver con una cosa
que se llamaba adverbios. Eran muchos y ocupaban varias páginas de la
gramática…
Esos que pongo ahí eran adverbios
de… de lugar creo. Sí, sí, de eso. También se pueden llamar adverbios “para no
perderse”, o “para perdidos”. El primer
adverbio de lugar, es el llanto…
“¡mamá!” Grita gimiendo el pequeño, cuando se ha perdido en el tráfico de la gran ciudad….
O “¡eh!”
Cuando grita el escalador perdido entre las rocas de la montaña.
Me dicen que esos no son adverbios. Ya, pero son “de lugar”. Nos sirven para indicar dónde estamos, y eso es
lo que me importa.
Los
seres humanos de la antigüedad en sus primitivos idiomas necesitaron
expresar dónde, físicamente, se encontraban. Para ello agitaban sus
manos o señalaban con él dedo.
Según
empezaron las personas a tener más conciencia y lengua más ágil, usaron otras
palabras para expresar dónde se encontraban, ya no sólo físicamente
sino mental o socialmente.
Nos
cuentan los evangelistas cómo Jesús
buscaba a la gente y los escogía según el lugar donde estaban. “¡Eh Zaqueo, baja de ahí arriba que quiero ir a comer contigo!”
Y
aquella vez en
que…
Dijo a los de la derecha: “Vengan
benditos porque tuve hambre y me dieron de comer”… y a los de la izquierda al
revés: apártense de mí porque…
A
él mismo me lo colocan arriba y a la
derecha de la gloria del Padre.
Aunque
nos cuenta Pablo que el maestro se vino para abajo tomando la
condición de esclavo, pasando por uno de tantos… (Filip. 2, 6-11)
También le gustaba jugar en sus
sermones con los lugares: “El que quiera ser el primero que se haga el
último”… Parece que para los que le seguían en aquel aprendizaje la cuestión de dónde colocarse estaba bastante clara, pero no. Si quieren saber por qué, saltemos al
HOY
Pues parece ser que
después de dos mil y pico de años sus seguidores no se han aprendido bien los
adverbios de lugar, ni los lugares.
Los
que salieron de allí, de aquel comedor económico que llamamos hoy el cenáculo, salieron fuera y se marcharon
por allá, cerca primero, más lejos después, a los barrios de la periferia, de abajo, o de más abajo aun, en las catacumbas.
Pero
alguien con astutas intenciones, pocos siglos después les fue
colocando arriba, más arriba…adentro
de los lugres más protegidos y
confortables de sus ciudades. Solo unos
pocos prefirieron quedarse fuera y
abajo.
Pero no
vamos a hablar solo de los seguidores
del Nazareno, porque todo ser
humano utiliza y busca los adverbios de
lugar y los lugares donde prefiere “ubicarse”.
Lo peor era que colocarse arriba
equivalía muchas veces a quedarse también – otro adverbio - encima,
encima de otros que aguantaban su
peso físico o social. Es que muchos de
los que se quedaron abajo no lo hicieron por propia voluntad sino porque otros les empujaron o les quitaron el sustento. Y quien no se
sustenta cae, naturalmente.
Pero el ser humano, en lo profundo e su corazón tiende a vivir: ni arriba ni abajo, sino junto a los demás… aunque eso a veces se
convierta en vivir contra aquellos
que no
quieren permitir esas confianzas
Por eso llegó un día en que los de abajo se juntaron contra los de
arriba. Se organizaron enfrentamientos
y hubo muertes. Entonces sucedió algo extraño: y es que,
buscando una posible convivencia, empezaron a situarse unos a la derecha y otros a la
izquierda.
Sucedió por casualidad, a finales del
siglo XVIII; cuando después de la revolución francesa , al conseguir juntarse
para hablar sin cortarse la cabeza mutuamente,
al repartirse los puestos en las
primeras asambleas llamadas
democráticas, quienes proponían
una sociedad con valores de orden,
seguridad, tradición y conservadurismo se sentaron a la derecha del hemiciclo y
quienes hablaban más de progreso, igualdad, solidaridad,
insubordinación, y reformismo se quedaron a la izquierda.
Esta colocación no tiene nada que ver con
aquella alineación de ovejas y cabritos
que Joshua de Nazaret contaba en sus
parábolas en los tiempos de ayer.
Quienes se dicen creyentes pueden reflexionar y decidir dónde, a qué lado hay más ovejas y cabritos en las sociedades de su país y del mundo. Sospecho que cada uno de ustedes
hablará de la feria como le va en
ella.
El problema es que a pesar de que los
líderes se sientan a la derecha o a la izquierda sigue
en todas las naciones y aldeas
del mundo, habiendo demasiadas mujeres y
hombres que siguen abajo, bien abajo. Muchos porque la sociedad en la que nacieron,
les ha mantenido allí o allí les empujó.
Han encontrado en la vida como un gran pie sobre sus cabezas que no les
ha dejado subir.
Otros han decidido que las cosas de este mundo no se cambian
desde arriba sino desde abajo, y
hacia abajo se han ido,
inspirados por aquel Joshua de Nazaret
o simplemente iluminados por su
propia conciencia.
Todos nosotros, un servidor que escribe
esto y ustedes que lo leen nos podemos
preguntar en qué lugar nos encontramos en este momento y por qué: si por propia elección o porque ha
habido otros que nos han elevado o empujado.
Incluso
algunos al leer esto dirán: “yo ni arriba ni abajo, ni a la derecha ni a
la izquierda ni delante ni detrás”. No se lo crean, o díganles lo que le
susurró una voz al ángel de la iglesia en Laodicea: ``El Amén, el Testigo fiel
y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto: `Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni
caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
`Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi
boca”.
(Apocalipsis 3: 14,16).