Quieres suscribirte al blog?

Colaborando con...

17 de septiembre de 2016

Lo que va de ayer a hoy: ARRIBA Y ABAJO, DELANTE, DETRÁS...


Historias bíblicas  de ayer que se repiten hoy



Arriba y abajo, delante, detrás, 
izquierdA, derecha


Ayer, 
No recuerdo muy bien, porque uno ya dejó la escuela hace mucho, como alumno y como maestro, pero ese título que pongo arriba creo que tiene que ver con una cosa  que se llamaba adverbios. Eran muchos y ocupaban varias páginas de la gramática…   
Esos que pongo ahí eran  adverbios  de… de  lugar creo.  Sí, sí, de eso. También  se pueden llamar adverbios “para no perderse”, o “para perdidos”.  El primer adverbio de lugar, es el llanto…  “¡mamá!” Grita gimiendo el pequeño, cuando se ha  perdido en el tráfico de la gran ciudad…. O  “¡eh!”  Cuando grita el escalador perdido entre las rocas de  la montaña.

Me dicen que esos no son adverbios. Ya, pero son “de lugar”. Nos  sirven para indicar dónde estamos, y eso es lo que me importa.

Los  seres humanos de la  antigüedad en sus primitivos idiomas  necesitaron  expresar dónde, físicamente, se encontraban. Para ello agitaban sus manos o señalaban con él dedo.

Según  empezaron las personas a tener más conciencia y lengua más ágil,   usaron otras  palabras  para expresar  dónde se encontraban, ya no sólo  físicamente  sino  mental o socialmente.

Nos  cuentan los evangelistas cómo Jesús  buscaba a la gente y los escogía según el lugar donde estaban.  “¡Eh Zaqueo, baja de  ahí arriba que quiero ir a comer contigo!”

Y  aquella   vez  en   que…
Dijo a los de la derecha: “Vengan benditos porque tuve hambre y me dieron de comer”… y a los de la izquierda al revés: apártense de mí  porque…

 A él mismo me lo colocan  arriba y a la derecha de la gloria del Padre.


Aunque  nos cuenta Pablo  que el  maestro se vino para abajo tomando la condición de esclavo, pasando por uno de tantos… (Filip. 2, 6-11)

También le gustaba jugar en sus sermones   con los lugares:  “El que quiera ser el primero que se haga el último”… Parece  que  para los que le seguían en  aquel aprendizaje la cuestión  de dónde colocarse estaba  bastante clara, pero no.  Si quieren saber por qué, saltemos al

HOY
Pues parece ser  que  después  de  dos mil y pico de años  sus seguidores no se han aprendido bien los adverbios de lugar, ni los lugares.

Los que salieron de allí, de aquel comedor económico que llamamos hoy el cenáculo, salieron fuera y se marcharon por allá, cerca primero, más lejos después, a los barrios de la  periferia, de abajo, o de más abajo aun,  en las catacumbas. 

Pero   alguien con astutas intenciones, pocos siglos después  les fue  colocando arriba, más arriba…adentro  de  los lugres más protegidos y confortables de sus ciudades.  Solo unos pocos    prefirieron quedarse fuera y abajo.
Pero no  vamos a hablar solo de los seguidores  del Nazareno, porque  todo ser humano utiliza y busca los adverbios de  lugar y los lugares donde prefiere “ubicarse”.

Lo peor era que  colocarse arriba equivalía muchas veces  a  quedarse también – otro adverbio -  encima,  encima de otros  que aguantaban su peso físico o social.  Es que muchos de los que se quedaron abajo no lo hicieron por propia voluntad  sino porque otros les empujaron  o les quitaron el sustento. Y quien no se sustenta  cae, naturalmente.

Pero el ser humano,  en lo profundo e su corazón tiende  a vivir: ni arriba ni abajo,  sino junto a los demás… aunque eso a veces se convierta en vivir contra  aquellos que  no  quieren permitir  esas confianzas

Por eso llegó un día en que  los de abajo se juntaron contra los de arriba.    Se organizaron enfrentamientos y  hubo muertes.   Entonces sucedió algo extraño: y es que, buscando una posible convivencia, empezaron a situarse  unos a la derecha y otros a la izquierda. 

Sucedió por casualidad, a finales del siglo XVIII; cuando después de la revolución francesa , al conseguir juntarse para hablar sin cortarse la cabeza mutuamente,  al repartirse los puestos  en las primeras asambleas llamadas  democráticas,   quienes proponían una sociedad  con valores de orden, seguridad, tradición y conservadurismo se sentaron a la derecha del hemiciclo y quienes  hablaban más de  progreso, igualdad, solidaridad, insubordinación, y reformismo se quedaron a la izquierda.

Esta colocación no tiene nada que ver con aquella  alineación de ovejas y cabritos que Joshua de Nazaret  contaba en sus parábolas  en los tiempos de ayer.

Quienes se dicen creyentes  pueden reflexionar y decidir dónde,   a qué lado hay más ovejas y cabritos  en las sociedades de su país y del mundo.   Sospecho que cada uno  de ustedes  hablará de la feria como  le va en ella.

El problema es que a pesar de que los líderes se sientan a la derecha o a la izquierda  sigue  en todas las naciones y  aldeas del mundo, habiendo demasiadas  mujeres y hombres  que siguen    abajo, bien abajo.  Muchos porque la sociedad en la que nacieron, les ha mantenido allí o allí les empujó.  Han encontrado en la vida como un gran pie sobre sus cabezas que no les ha dejado subir.

Otros han decidido    que las cosas de este mundo no se cambian desde arriba sino desde abajo, y  hacia  abajo  se han ido,  inspirados por aquel Joshua de Nazaret  o simplemente  iluminados por su propia conciencia.

Todos nosotros, un servidor que escribe esto y ustedes que lo leen  nos podemos preguntar   en qué lugar  nos encontramos en este momento  y por qué: si por propia elección o porque ha habido otros  que nos  han elevado o empujado.

Incluso  algunos al leer esto dirán: “yo ni arriba ni abajo, ni a la derecha ni a la izquierda ni delante ni detrás”. No se lo crean, o díganles lo que le susurró una voz al ángel de la iglesia en Laodicea: ``El Amén, el Testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto:  `Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!  `Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
(Apocalipsis 3: 14,16).