Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy
LAS ETIQUETAS
Según el diccionario de la lengua: Etiqueta: Pieza de papel,
cartón u otro material semejante, generalmente rectangular, que se coloca en un
objeto o en una mercancía para identificación, valoración, clasificación, etc.
Ayer
Diría que las primeras etiquetas no eran de papel o cartón. Eran marcas a a
fuego en las ancas de los animales, para que el dueño los pudiera identificar o en la cara o la nalga de los
esclavos indígenas que los “civilizadores cristianos” les imponían
para indicar que eran objetos de
su propiedad lo mismo las marcas puestas por los “negreros” en los rostros de
mujeres y hombres secuestrados de las
costas africanas y llevados a América del norte o del sur.
Y, avanzado el siglo XX los judíos
etiquetados ya con trozos de tela para
distinguir su procedencia y las causas de su detención en los
campos de concentración y exterminio
nazis.
Pero no todas las etiquetas son así.
hoy
Hoy día existen fiestas “de
etiqueta” para distinguir a
personas que se quieren distinguir
bien, con distinción (el distinguidor que las distinga buen distinguidor será).
Aquí la
situación cambia.
Hablamos así del significado de algunas
etiquetas, pero ¿qué me dicen ustedes del verbo “etiquetar”?
Según el diccionario de la real academia
de la lengua.
Según eso existen dos clases de
etiquetado, las etiquetas que uno mismo
se pone y lo que otros le cuelgan a uno.
Lo más sencillo es el auto etiquetado.
Tampoco son etiquetas de cartón, sueles ser insignias de asociaciones, símbolos religiosos, distintivo militares o deportivos… ¡Con lo
fácil que es hoy fabricar insignias de
metal, serigrafía…!
Proliferan camisetas con inscripciones o
frases donde uno manifiesta sus
convicciones. Algunas auténticas
expresiones de lo que uno piensa y siente, otras veces sin sentido, producto de los envíos de ropa
importada, sobre todo de Estados Unidos.
Se puede ver personas con rotulitos
que ni les van ni les vienen:
Dayton University (aunque el
“universitario que la viste no sepa
leer).
A muchos les gusta llevar esas etiquetas de identificación, aunque no los
identifiquen.
Pero pasemos a otras etiquetas con
sentido más turbio. Son la que nos
pegamos unos a otros, con el pensamiento
o con el lenguaje.
Fulano de tal es un egoísta, fulanita es una presumida. Chepe
es un informal, no se puede contar con él, María se cree la mamá de
Tarzán, Esas frases son como un sello, un tampón que se pone en la frente de la persona y ya no hay modo
de borrarlo. Hay personas que cuando
escriben sobre o contra algo lo hacen a golpe de etiqueta.
Les hablas de lo que dice un famoso escritor. Pero no
se preocupan de pensar en sus ideas. Te contestan: Ese es
comunista (o fascista). Y con eso les basta. Punto. Algunos tienen un esquema mental bastante rígido. No se preocupan
de pensar si algo de positivo puede tener su razonamiento. Dialogan o discuten
con otros a base de etiquetas y esas
marcan toda su reflexión.
Esas etiquetas se refieren especialmente
a la persona. Naturalmente que las doctrinas, las teorías merecen que
las discutamos y analicemos porque a veces se pueden matizar según el
contenido o modo de aplicarlas cada persona.
Les puedo presentar un artículo de Leonardo Boff. Creo que con lo que dice no hace falta que les
explique más. A ver
qué les parece:
Actualmente se produce en todo el mundo un
aumento creciente del conservadurismo y de fenómenos fundamentalistas que se
manifiestan por la homofobia, xenofobia, antifeminismo, racismo y todo tipo de
discriminaciones.
El fundamentalista está convencido de que su
verdad es la única y todo lo demás son desviaciones o está fuera de la verdad. Esto es recurrente
en los programas televisivos de las distintas iglesias pentecostales,
incluyendo a sectores de la Iglesia Católica, pero también en el pensamiento
único de sectores políticos. Piensan que sólo la verdad, la de ellos tiene
derecho. El error hay que combatirlo. Este es el origen de los conflictos
religiosos y políticos. El fascismo
empieza con este modo cerrado de ver las cosas.
¿Cómo vamos a hace frente a ese tipo de
radicalismo? Hay muchas formas y creo que una de ellas consiste en rescatar el
concepto bueno de relativismo, palabra que muchos no quieren oír. Pero en él
hay mucha verdad.
Debe ser pensado en dos direcciones: En primer
lugar, lo relativo quiere expresar el hecho de que todos estamos de alguna
forma relacionados. En la perspectiva de
la física cuántica, la encíclica del Papa Francisco insiste sobre cómo cuidar
de la Casa Común: «todo está íntimamente relacionado; todas las criaturas
existen y dependen unas de otras» (n.137; 86). Por esta interrelación todos
somos portadores de la misma humanidad. Somos una especie entre tantas, una
familia.
En segundo lugar es importante comprender que
cada uno es diferente y tiene valor por sí mismo, pero está siempre en relación
con otros y sus modos de ser. De aquí que sea importante relativizar todos los
modos de ser; ninguno de ellos es absoluto hasta el punto de invalidar los
demás. Se impone también una actitud de respeto y de acogida de la diferencia
porque, por el simple hecho de estar ahí, goza del derecho de existir y de
coexistir.
Es decir, nuestro modo de ser, de habitar el
mundo, de pensar, de valorar y de comer no es absoluto. Hay otras mil formas
diferentes de ser humanos, desde la forma de los esquimales siberianos, pasando
por los yanomamis de Brasil, hasta llegar a los habitantes de las comunidades
de la periferia y a los de las sofisticadas Alphavilles, donde viven las élites
opulentas y temerosas. Lo mismo vale para las diferencias de cultura, de
lengua, de religión, de ética y de ocio.
Debemos ampliar la comprensión de lo humano
mucho más allá de nuestra concreción. Vivimos en la fase de la geosociedad,
sociedad mundial, una, múltiple y diferente.
Todas estas manifestaciones humanas son
portadoras de valor y de verdad. Pero son un valor y una verdad relativos, es
decir, relacionados unos con los otros, interrelacionados, ya que ninguno de
ellos, tomado en sí mismo, es absoluto.
¿Entonces no hay verdad absoluta? ¿Vale el
“everything goes” de algunos posmodernos? ¿Vale todo? No vale todo. Todo vale
en la medida en que mantiene relación con los otros, respetándolos en su
diferencia y no perjudicándolos.
Cada uno es portador de verdad pero nadie
puede tener el monopolio de ella, ni una religión, ni una filosofía, ni un
partido político, ni una ciencia. Todos, de alguna forma, participan de la
verdad, pero pueden crecer hacia una comprensión más plena de la verdad, en la
medida en que se relacionan.
Bien decía el poeta español Antonio Machado:
«No tu verdad. La verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela». Si la
buscamos juntos, en el diálogo y en la relacionalidad recíproca, entonces va
desapareciendo mi verdad para dar lugar a nuestra Verdad, comulgada por todos.
La ilusión de Occidente, de Estados Unidos y
de Europa, es imaginar que la única ventana que da acceso a la verdad, a la
religión verdadera, a la auténtica cultura y al saber crítico es su modo de ver
y de vivir. Las demás ventanas solo muestran paisajes deformados.
Pensando así se condenan a un fundamentalismo
visceral que los hizo, en otro tiempo, organizar masacres al imponer su
religión en América Latina y en África, y hoy haciendo guerras con gran
mortandad de civiles para imponer la democracia en Iraq, Afganistán, Siria y en
todo el Norte de África. Aquí se da también el fundamentalismo de tipo
occidental.
Debemos hacer el buen uso del relativismo,
inspirados, por ejemplo, en las artes culinarias. Hay una sola culinaria, la
que prepara los alimentos humanos, pero se concreta en muchas formas y en las
distintas cocinas: la minera, la nordestina, la japonesa, la china, la mejicana
y otras.
Nadie puede decir que sólo una es la verdadera
y sabrosa, por ejemplo, la minera o la francesa, y que las otras no lo son.
Todas son sabrosas a su manera y todas muestran la extraordinaria versatilidad
del arte culinario.
¿Por qué con la verdad debería ser diferente?
La base del fundamentalismo es esa arrogancia de que su modo de ser, su idea,
su religión y su forma de gobierno es la mejor y la única válida en el mundo.
Leonardo BOFF