Frei Betto: "Ha llegado la hora de
que la Iglesia asuma su lado femenino"
"En vez de dinamitar el edificio,
Francisco prefiere demolerlo, ladrillo a ladrillo
El Papa Francisco acaba de nombrar una
comisión para analizar si las mujeres deben tener acceso al diaconado, como
sucede con los varones, solteros o casados. El diácono ocupa en la jerarquía un
grado por debajo del sacerdocio. Puede presidir matrimonios y bautizar, aunque
no celebrar la misa. En la Iglesia primitiva había diaconisas.
En muchos países, incluido el Brasil, ya
hay religiosas que, autorizadas por el obispo local, presiden matrimonios y
celebran bautismos, aunque no sean diaconisas.
Francisco es muy hábil. En vez de
dinamitar el edificio prefiere demolerlo, ladrillo a ladrillo. Es lo que hace
cuando se mete en temas que desde hace siglos estaban congelados por los tabús
que envuelven la doctrina católica tradicional: segundos casamientos, acceso de
los divorciados a los sacramentos, homosexualidad, celibato obligatorio,
corrupción en la Curia Romana, castigo riguroso a los pedófilos, etc.
No hay fundamento bíblico para excluir a
las mujeres del sacerdocio, e incluso del derecho a ser obispas y papisas. El
gran obstáculo es la cultura patriarcal predominante en los primeros siglos del
cristianismo y todavía vigente en la Iglesia Católica.
El evangelista Mateo señala, en el árbol
genealógico de Jesús, cinco mujeres: Tamar, Raab, Rut, María, y de modo
implícito a la madre de Salomón, la que "fue mujer de Urías". No es
precisamente una ascendencia de la que uno pudiera enorgullecerse.
Siendo viuda, Tamar se disfrazó de
prostituta para seducir a su suegro y engendrar un hijo de la misma sangre que
su difunto marido. Raab era prostituta en Jericó. Rut, bisabuela de David, era
moabita, o sea pagana ante los ojos de los hebreos. La "que fue mujer de
Urías", Betsabé, fue seducida por David mientras éste enviaba al marido de
ella a la guerra. Y María, la madre de Jesús, tampoco escapó de sospechas de
los vecinos, al aparecer embarazada antes de casarse con José. Como se ve, el
Hijo de Dios entró en la historia humana por la puerta de atrás.
Jesús se hacía acompañar por los Doce y
por algunas mujeres: María Magdalena; Juana, mujer de Cusa, procurador de
Herodes; Susana "y otras más" (Lucas 8, 1). Sin embargo Jesús no
tenía nada de machista. Y frecuentaba, en Betania, la casa de sus amigas Marta
y María, hermanas de Lázaro.
El primer apóstol fue una mujer: la
samaritana que dialogó con Jesús a la orilla del pozo de Jacob y enseguida
salió a anunciar que había encontrado al Mesías. La primera testigo de la
resurrección fue la Magdalena. Y al curar a la suegra de Pedro, Jesús demostró
que no asociaba sacerdocio y celibato. Pedro era casado y no por eso dejó de
ser escogido como el primer papa.
En la Iglesia Católica la misoginia es
un síndrome injustificable, sobre todo si consideramos que en las comunidades
rurales y de las periferias urbanas son las mujeres quienes predominantemente
dirigen la actividad pastoral. Hoy, felizmente, algunas mujeres casadas,
incluso en el Brasil, tienen el título de doctoras en teología.
La teología de mi hermano de hábito
Tomás de Aquino data del siglo XIII y todavía sirve de fundamento a la doctrina
oficial católica. Pero necesita actualizaciones, como en el tema mujer,
considerada un ser ontológicamente inferior al hombre. Razón por la cual el
esclavo liberto puede ser sacerdote y la mujer no.
No hay un solo caso en los evangelios en
el que Jesús haya repudiado a una mujer, como hizo con Herodes Antipas, o haya
proferido maldiciones sobre ellas, como hizo con los escribas y fariseos. Con ellas
se mostró misericordioso, acogedor, afectuoso, y exaltó su fe y su amor.
Ha llegado la hora de que la Iglesia
asuma su lado femenino y abra todos los ministerios a las mujeres. En
definitiva la mitad de la humanidad es mujer, y la otra mitad nacida de mujer.