Hacia un diálogo interreligioso juvenil
para la transformación social
Edwin Roberto Mendoza Hipp.para la transformación social
1.2.2) Antecedentes desde la perspectiva teológica
A diferencia de las ciencias de la religión que examinan
los hechos objetivamente a través las ciencias comprobables, la teología del
pluralismo religioso se enmarca dentro
del contexto de la fe. Esta transición de la ciencia a la fe ha
significado un paso importante para el diálogo interreligioso, ya que ha
conducido a los creyentes a darse cuenta que existen otras comunidades religiosas
que también están en la búsqueda de lo trascendente.
A pesar de que la teología de las religiones es una
disciplina muy joven, las reflexiones teológicas producidas durante la primera
mitad del siglo XX fueron claves para desarrollar la actual teología del
pluralismo religioso. Por esa razón es importante dar un vistazo a las
distintas posturas teológicas que el cristianismo ha ido adoptando con relación
las otras tradiciones religiosas. Estas posiciones no son más que las
respuestas de las religiones a la conciencia de la pluralidad religiosa que se
ha experimentado en estos dos últimos siglos.
Aunque existen diversas clasificaciones sobre estas
posturas, en este estudio solamente se
examinará la clásica tipología tripartita (exclusivismo inclusivismo-pluralismo)
basada en la propuesta original del jesuita neoyorquino Peter Schineller25, la
cual ha alcanzado hoy en día bastante popularidad entre la mayoría de teólogos.
a. Exclusivismo
Esta corriente ha sido tradicionalmente representada por
el teólogo suizo Karl Barth (1886-1968).
Como todo buen protestante, Barth creía fielmente en los
principios de las cinco solas (sola scriptura, sola gratia, sola fide, solus
Christus, soli Deo Gloria). En este sentido, a muchos teólogos no les resulta
extraño afirmar que para Barth la salvación está dada, única y exclusivamente a
través de aceptación explícita de la fe en Cristo. La monumental obra de Barth Kirchliche Dogmatik (―Dogmática Eclesial‖), publicada por primera vez
en 1932, recoge en su primer volumen un capítulo llamado ―La Revelación como abolición de la
religión. En este capítulo Barth declara sobre la religión lo siguiente:
―La
religión] es el intento
de reemplazar la obra divina por un producto humano. La realidad divina que se
nos ofrece y se nos manifiesta por la revelación es sustituida por un concepto
de Dios desarrollado por el hombre arbitraria y deliberadamente.
La clasificación original de estas tipologías aparece por
primera vez en la revista Theological Studies en 1976, en ella Schineller
distingue cuatro grupos de opiniones teológicas en relación a las diversas
tradiciones religiosas: 1) cristología exclusiva; 2) cristología inclusiva, 3)
cristología normativa, 4) cristología no normativa.
Por tanto, para Barth, ninguna religión escapa a esta
verdad, ni siquiera el cristianismo como institución. Es en este punto donde
Barth introduce el valor insuperable de la revelación en Cristo por encima de
cualquier religión.
Contrario a la popular concepción exclusivista de Barth
que niega la salvación a los no cristianos, en el libro ―Verdad y tolerancia‖,
el teólogo Joseph
Ratzinger opina que esa no era la visión original de Barth, sino que se refería
propiamente al fenómeno de la revelación y su contraste con la religión, y no
específicamente a otras religiones28. Sin embargo, es innegable que Barth posiciona
a los cristianos en un lugar predominante entre las demás religiones. Partiendo
desde el elemento revelatorio del evento crístico, Barth llega a la inevitable
conclusión que Jesús es quien le da un valor único y especial al cristianismo,
elevándolo de esta manera a una categoría distinta y superior a las demás
religiones. En este contexto, Barth considera que el cristianismo es ―superior al resto, pero no como
religión, […] sino porque es la única receptora de la revelación.
Para otros, esta visión también está muy bien representada
por medio del popular axioma católico: “Extra Ecclesiam nulla salus” (―Fuera de la Iglesia no hay
salvación). Uno de los aspectos
que hay que tomar en cuenta es que a lo largo de la historia de la iglesia, el
dogma siempre estuvo condicionado por sus contextos históricos, que en la
mayoría de las veces tendió a interpretarse de forma literal. Con el paso de
los años el dogma ha sido reinterpretado y desarrollado de forma distinta,
hasta llegar a matizarse en las últimas declaraciones del documento Lumen Gentium
del Concilio Vaticano II, las cuales se expondrán en la segunda tipología
inclusivista.
A pesar que la corriente exclusivista ha sido gestada desde
el ámbito cristiano, varios estudiosos han visto en esta concepción una
aplicación más universal para todas las religiones. Por lo que desde este plano
más genérico también se puede considerar que el exclusivismo es la afirmación de que la verdad absoluta se
encuentra solamente en una religión (budismo, islam, cristianismo, judaísmo,
etc.), y por ende, considera a las demás religiones como falsas.
Muchos autores coinciden en que esta corriente (en su
versión más rígida) ya no es defendida teológicamente por nadie, por lo que
hacer referencia a ella es útil solamente en el sentido que sirve como
contrafigura para las otras tipologías31. Sin embargo, existen todavía algunos
autores que defienden en cierta medida esta posición. Asimismo, desde la práctica también es
innegable que esta concepción se encuentra todavía bastante arraigada en la
mentalidad de varios creyentes, especialmente dentro de círculos
fundamentalistas y conservadores.
Por lo tanto, cualquier creyente o comunidad religiosa
que tiende a adoptar una actitud exclusivista corre el riesgo de bloquear de
entrada un diálogo constructivo con otras religiones. En el caso del
cristianismo, el único tipo de interacción que esta corriente puede permitir
con otras religiones es la de convencer a los demás que Cristo es la verdad y
el único medio de salvación.
En lenguaje de Barth esto significa que los cristianos
son los encargados de anunciar el evangelio para ―dejar
que la luz de Cristo ocupe el lugar de las tinieblas que existen‖ en aquellos que aún no creen en él. Por ese
motivo algunos teólogos han llamado a esta posición el modelo de sustitución completa, debido a que intenta reemplazar totalmente
una religión falsa por la verdadera.
b. Inclusivismo
En cuanto al inclusivismo respecta, se puede considerar
que los trabajos de Jean Danielou, Henri de Lubac, Hans Urs von Baltasar y Karl
Rahner, fueron sin duda piezas teológicas claves para avanzar en el tema de la autocomprensión
cristiana ante las demás religiones, y fueron ellos quienes en gran medida
influenciaron la nueva posición oficial de la iglesia católica en este campo.
Además de estos
tres autores que Dupuis menciona, también habla de la ―Alianza de Lausanne como un cuarto ejemplo de
esta postura neoexclusivista en el ámbito protestante, la cual afirma que la
salvación solamente puede encontrarse en la aceptación explícita de Cristo
mediante la fe.
Incluso hasta el día de hoy, todavía se considera a esta
corriente como la más extendida y propagada desde la celebración del Concilio
Vaticano II (1962-1965), evento que provocó un mayor interés por la reflexión
teológica sobre las religiones.
A diferencia del exclusivismo que defiende que la
salvación y la verdad se encuentran
únicamente en la fe cristiana (o en determinada religión), el inclusivismo
se caracteriza por una actitud más positiva y dialogante. El pensamiento
inclusivista acepta la participación de la revelación en las demás religiones,
es decir, que ellas también poseen ciertos elementos de verdad y pueden llegar a salvarse, pero no por su valor en sí
mismas, sino por el valor que la persona de
Cristo les confiere. Dicho de otra manera, es solamente en Cristo que
los creyentes de otras religiones llegan a ser incluidos y abarcados en el plan
salvífico de Dios.
En esta sintonía, Rahner propone que este tipo de
creyentes (o incluso ateos) son ―cristianos
anónimos, aduciendo que Cristo se
encuentra presente a través de sus propias prácticas y tradiciones religiosas.
De este modo, -según Rahner- aunque no conozcan explícitamente a Cristo, su
gracia salvífica los alcanza sin ninguna distinción37. Una clara expresión de
esta figura se encuentra materializada en una de las constituciones del
Concilio Vaticano II:
―Los
que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan
a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia,
hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden
conseguir la salvación eterna‖.
(Lumen Gentium).
A pesar que el modelo inclusivista ha sido denominado
como el modelo católico, es posible encontrar actitudes similares en otras
religiones. Un ejemplo de ello puede ser visto en la religión islámica, en
donde se aprecia cierta tensión entre exclusivismo e inclusivismo. De acuerdo a
la doctrina clásica y tradicional, el Corán concibe al islam como ―la restauración de la única y exclusiva religión monoteísta que el Creador había
querido para la humanidad desde el principio a través de la práctica del bien,
de la justicia y de la obediencia a Dios verdadero Dios, son considerados como
adversarios que llegarán a ser condenados el día del juicio final (Corán
39,60.71-72; 33,73; 48,6).
Ante interpretaciones negativas y excluyentes como ésta,
se han alzado también nuevos planteamientos dentro del islam que abogan por una
reinterpretación más abierta en relación a los creyentes de otras religiones
diferentes al islam. A esta corriente se le ha denominado con el nombre de humanismo coránico. Uno de sus principales
propulsores fue el teólogo musulmán Syed Vahiduddin (1909-1998), quien reafirmó
que Alá se comunica a toda la humanidad por medio del Corán, pero de forma
limitada, ya que muchos de los pasajes coránicos están condicionados por un contexto
histórico concreto. Para Vahiduddin esto no causa ninguna contradicción, ya que
tal declaración no excluye la validez del mensaje moral del islam. Teniendo
esto en cuenta, Vahiduddin basa su tesis central en la idea de una
universalidad islámica que permite a las personas y a todas las religiones,
expresar su adoración y veneración a Dios a través de un espíritu de fraternidad.
De esta manera, el islam va mucho más allá de lo geográfico e institucional al manifestarse
―como un proceso que
penetra todas las cosas.
Según el teólogo y filósofo británico John Hick, otro ejemplo
puede observarse en las enseñanzas contemporáneas de la filosofía hindú, la
cual afirma que la realidad Última y Trascendente (Brahman) va más allá de
cualquier dios o deidad personal como el Yavé del Antiguo Testamento, el Alá
del Corán, o el mismo Krishna del Bhagavad-Gita. Para el hinduismo todos ellos
pueden llegar a ser vistos como aproximaciones válidas, puesto que en el fondo
revelan al Absoluto (Bhagavad-Gita 13.17). De esta forma, todo
cristiano, musulmán, judío o budista, pasa a convertirse automáticamente en un ―veda anónimo‖
quien al final de su vida llegará a ser confrontado con la verdad en todo su
esplendor.
Uno de los problemas que muchos teólogos ven en la visión
inclusivista (al menos dentro del ámbito cristiano), es la valoración negativa
con la que se concibe a las demás religiones, debido a que siempre prevalece un
nivel de superioridad y dependencia hacia el cristianismo (o a determinada
religión) como la única religión poseedora de la verdad completa. Esto ha
llevado a varios teólogos a concluir que
una actitud inclusivista suele imposibilitar un auténtico y equitativo diálogo
interreligioso.